Todo parece indicar que los hijos del jubilado Comandante en Jefe, hartos del anonimato impuesto, optan por salir del clóset y, en descarnada competencia con sus primos los Castro Espín, luchan por llevarse el premio de la popularidad.
Esta vez la medalla de oro en el triatlón de la atención la ganó el cincuentón miembro de la UPEC, la UNEAC y Master en Ciencias, Alex Castro Soto del Valle.
El segundo hijo del matrimonio de Fidel y Dalia nació en La Habana la noche del 24 de enero de 1963, se graduó en Moscú de ingeniería en tecnología de la industria electroquímica, fotógrafo autodidacta, camarógrafo laureado, documentalista premiado y, si los múltiples intentos que realiza en las mañanas para levantarse de la cama contaran como abdominales, hoy tendría también el título de campeón mundial en calistenia desorganizada.
Yo personalmente siento cierta inclinación afectuosa hacia los gordos sedentarios; pero este ejemplar de visible sobrepeso se convirtió en la excepción. Hace unos días leí que, en República Dominicana, el más robusto de los Castro dijo a varios periodistas: “No creo que la dinastía familiar pueda estar permanentemente frente a los destinos de Cuba y puedo asegurar que en mi país hay un grupo de revolucionarios que han sido debidamente preparados políticamente para desempeñar esas funciones”.
Entiendo que “estar permanentemente” es un concepto omnímodo; pero si no es para permanecer, ¿por qué entonces los miembros de la monarquía cubana pasan el tiempo probando y reafirmando lealtades, alineando posiciones logísticas y estratégicas en el ajedrez político y no descansan ni un segundo en estropear la imagen y cuartear las influencias de los actores de la oposición, la sociedad civil y el exilio militante?
La buena noticia es que casi todos esos individuos, los nuevos pilares, son básicamente ambiciosos que sueñan con el liderazgo de alguna oportunidad y están técnicamente abiertos a hablar de cambiar estructuras
Si echamos una mirada de reojo al tablero nacional, podemos ver que Jorge Ángel Castro Laborde y Ángel Castro Soto del Valle son los únicos familiares de Fidel que, residiendo en la isla, se mantienen distanciados de las excentricidades o aspiraciones políticas. En el comercio, la banca, la industria, el transporte, obras públicas, energía, en las áreas científico-tecnológicas, las finanzas, las estructuras administrativas básicas, en las fuerzas armadas, en el orden interior, en los juzgados, en los puntos fronterizos y otros rubros indispensables para mantener el poder, están premeditadamente ubicados familiares directos, indirectos y partidarios de Castro, más algún otro mandamás.
El nuevo grupo de “revolucionarios” que este rollizo satisfecho asegura han sido debidamente preparados para tomar las riendas del país, son caras nuevas que con ensayada actitud y flexible frescura hablan de derechos civiles pretendiendo implantar un engañoso aire de pro democracia. Simple estrategia, disfrazar la sucesión con ropa de transición.
Los conozco, como conozco también que en Cuba lo que más hay son personas con problemas para llegar a fin de mes, un déficit habitacional que crece en paralelo a la necesidad de viviendas, hospitales que se caen como la seguridad social de millones de impedidos físicos, ancianos que estorban y niños que no pueden contar ni siquiera con aquella merienda escolar que un día les prometieron.
La buena noticia es que casi todos esos individuos, los nuevos pilares, son básicamente ambiciosos que sueñan con el liderazgo de alguna oportunidad y están ténicamente abiertos a hablar de cambiar estructuras. La mala es que si nos ofuscamos con el discurso radical e insistimos en crear frentes y no puentes, entonces seremos caldo de cultivo para las mafias internacionales y convertirán nuestra isla en sede y trampolín de los carteles de la droga y del terrorismo. No se trata de vencer ni ser vencido, sino de leer las señales. Vista larga, mente clara y malas intenciones.