Abandonar el antifaz reformista y mostrar el verdadero rostro marcado por una pésima administración que durante el pasado VI Congreso del Partido impulsó 313 lineamientos, de los cuales, hasta el presente, menos de 73 se han concretado, forman parte del papelazo que se le avecina al General Raúl Castro.
En tal contexto, debemos recordar las palabras del entonces, en exceso optimista y retórico Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros cuando, en su intervención del pasado congreso expresó: “lo que aprobemos en este congreso no puede sufrir la misma suerte que los acuerdos de los anteriores, casi todos olvidados sin haberse cumplido”.
Convocado para el 16 de abril de 2016, y no por gusto la fecha encaja en el marco del 55 aniversario de Playa Girón, este VII Congreso del Partido será la ocasión para revisar el cumplimiento de los 313 lineamientos (287 económicos y 26 sociales) que, como tímidas reformas de aperturas al mercado, a la propiedad privada y al cuentapropismo se impulsaron durante el cónclave anterior y hoy, como notable evidencia de su calamitosa administración, menos de la mitad se han visto materializadas o, perdón, es más acorde y literal decir “parcialmente materializadas”.
Según predicciones recientes de los maestros del feng shui en Hong Kong, el Año chino del Mono trae turbulencias políticas y parece ha llegado el punto en que al Héroe de la República y Primer Secretario del PCC se le avecina un buen desaguisado.
Es innegable que desde el VI Congreso hasta la fecha, Cuba ha conseguido avanzar por el camino de la reinserción en el mercado internacional apoyado en lo siguiente:
1) Utilizar a su favor las relaciones con Estados Unidos.
2) Incrementar el flujo de turistas.
3) Hinchar la producción exportable.
4) Reorganizar el comercio exterior e interior.
A propósito, durante todo este tiempo no hemos visto un papel presuntamente relevante del partido comunista, ni del credo marxista; si acaso, y como “floating”, una discreta recuperación, marcada por la reanimación del comercio con Rusia y China, y por unas medidas económicas de carácter positivo pero en extremo limitadas, que se contrapone aparatosamente a la gigantesca grieta que separa el discurso oficial de la cotidianidad nacional.
Sólo hay que observar para ver. Los recientes sucesos migratorios de cubanos por centroamérica demuestran, de forma fehaciente, que el diario vivir en la mayor de las Antillas continúa siendo un calvario para la mayoría de sus ciudadanos que enchufaron la ilusión a los “enormes beneficios” que traería el restablecimiento de relaciones con los Estados Unidos.
La situación es tan infausta que cae en el terreno de la comedia. En el congreso del partido no se toman decisiones, solo es un espacio formal en el que todas las decisiones, tomadas de antemano por “el petit comité”, se teatralizan con una buena tramoya y luego se presentan a la prensa y la población.
En Cuba, todos los congresos son parte de un tonto juego actoral; pero este, en particular significará un gancho directo al mentón, no solo para Raúl, que verá ridiculizado su apocado liderazgo; también para su corporación familiar que pierde empaque, para las filas partidistas que ven en peligro la tan deseada transición, y para toda esa generación de fieles cumplidores que, comprometidos con las circunstancias, depositaron la última gota de confianza en algo más que inmovilismo y necesitan debatir, a la mayor brevedad, sobre el progreso local.