En la primera decena de julio los cubanos han recibido dos sorprendentes anuncios. Comenzando el mes la prensa oficial dijo que el vicepresidente, Marino Murillo, había encontrado la alternativa para paliar los problemas de transporte público: la bicicleta.
El anuncio fue hecho con toda solemnidad por Murillo, jefe de la comisión que supervisa los planes de desarrollo económico de Raúl Castro, durante una reunión del Consejo de Ministros en la que calificó el transporte público en La Habana de “inestable, insuficiente y de baja calidad” .
Pedaleando hacia el futuro y apretando el paso, parece ser el plan de Murillo que, dicho sea con todo respeto hacia el benemérito zar de la actualización raulista, no es novedoso y mucho menos atractivo.
Vale recordar que en 1991, tras la caída del bloque soviético que subsidiaba a la “eficiente” economía castrista, unos 30,000 habaneros le daban al pedal por falta de transporte y a fines de esa década la cifra alcanzó a más de 700,000 personas que, en la urbe capitalina, se desplazaban al trabajo o a la escuela en dos ruedas.
Esta vez el uso bicicleta tiene, además, otro noble propósito. Aminorar las múltiples formas de robo que se producen en el sistema de transporte. Sucede que, como dijo Murillo, los pasajeros “evaden el pago” del transporte, trabajadores del sector se roban “la recaudación de manera impune”, y los principales insumos para estas labores, tanto el combustible como las piezas de repuesto, “son adquiridos en el mercado informal, cuya fuente principal es el sistema estatal”.
A esas peculiares costumbres del hombre nuevo, parido por el castrismo en medio siglo, se refirió el general presidente en la última sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular. Raúl Castro se mostró sorprendido por la existencia de un despelote nacional en la moral y las buenas costumbres que permean a la sociedad cubana.
En honor a la verdad ese anunció no fue una noticia para los cubanos. Quizá el “descubrimiento” sólo se produjo en la élite del poder que vive encapsulada en un mundo diferente al de sus fieles y súbditos.
El general presidente descubrió que “conductas, antes propias de la marginalidad, como gritar a viva voz en plena calle, el uso indiscriminado de palabras obscenas y la chabacanería al hablar, han venido incorporándose al actuar de no pocos ciudadanos, con independencia de su nivel educacional o edad”.
“Se ha afectado la percepción respecto al deber ciudadano ante lo mal hecho y se tolera como algo natural botar de-sechos en la vía; hacer necesidades fisiológicas en calles y parques; marcar y afear paredes de edificios o áreas urbanas; ingerir bebidas alcohólicas en lugares públicos inapropiados y conducir vehículos en estado de embriaguez; el irrespeto al derecho de los vecinos no se enfrenta, florece la música alta que perjudica el descanso de las personas; prolifera impunemente la cría de cerdos en medio de las ciudades con el consiguiente riesgo a la salud del pueblo, se convive con el maltrato y la destrucción de parques, monumentos, árboles, jardines y áreas verdes; se vandaliza la telefonía pública, el tendido eléctrico y telefónico, alcantarillas y otros elementos de los acueductos, las señales del tránsito y las defensas metálicas de las carreteras”.
Para remediar ese mal, el general llamó a imponer a toda costa “orden, disciplina y organización”. También a “hurgar en las causas” que han provocado tal desorden moral, porque parece que él todavía no lo sabe. Y como era de esperar, la culpa de ese gran desbarajuste nacional la tiene el totí: ese, que no respeta a las instituciones del Estado.
En que galaxia giró Raúl Castro en los últimos 54 julios revolucionarios?. Cómo y cuándo aterrizó en la isla que gobiernan y en la república que troncharon con su pesadilla revolucionaria los "históricos guerrilleros"?
Publicado en El Timbeke el 10 de julio del 2013
El anuncio fue hecho con toda solemnidad por Murillo, jefe de la comisión que supervisa los planes de desarrollo económico de Raúl Castro, durante una reunión del Consejo de Ministros en la que calificó el transporte público en La Habana de “inestable, insuficiente y de baja calidad” .
Pedaleando hacia el futuro y apretando el paso, parece ser el plan de Murillo que, dicho sea con todo respeto hacia el benemérito zar de la actualización raulista, no es novedoso y mucho menos atractivo.
Vale recordar que en 1991, tras la caída del bloque soviético que subsidiaba a la “eficiente” economía castrista, unos 30,000 habaneros le daban al pedal por falta de transporte y a fines de esa década la cifra alcanzó a más de 700,000 personas que, en la urbe capitalina, se desplazaban al trabajo o a la escuela en dos ruedas.
Esta vez el uso bicicleta tiene, además, otro noble propósito. Aminorar las múltiples formas de robo que se producen en el sistema de transporte. Sucede que, como dijo Murillo, los pasajeros “evaden el pago” del transporte, trabajadores del sector se roban “la recaudación de manera impune”, y los principales insumos para estas labores, tanto el combustible como las piezas de repuesto, “son adquiridos en el mercado informal, cuya fuente principal es el sistema estatal”.
A esas peculiares costumbres del hombre nuevo, parido por el castrismo en medio siglo, se refirió el general presidente en la última sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular. Raúl Castro se mostró sorprendido por la existencia de un despelote nacional en la moral y las buenas costumbres que permean a la sociedad cubana.
En honor a la verdad ese anunció no fue una noticia para los cubanos. Quizá el “descubrimiento” sólo se produjo en la élite del poder que vive encapsulada en un mundo diferente al de sus fieles y súbditos.
El general presidente descubrió que “conductas, antes propias de la marginalidad, como gritar a viva voz en plena calle, el uso indiscriminado de palabras obscenas y la chabacanería al hablar, han venido incorporándose al actuar de no pocos ciudadanos, con independencia de su nivel educacional o edad”.
“Se ha afectado la percepción respecto al deber ciudadano ante lo mal hecho y se tolera como algo natural botar de-sechos en la vía; hacer necesidades fisiológicas en calles y parques; marcar y afear paredes de edificios o áreas urbanas; ingerir bebidas alcohólicas en lugares públicos inapropiados y conducir vehículos en estado de embriaguez; el irrespeto al derecho de los vecinos no se enfrenta, florece la música alta que perjudica el descanso de las personas; prolifera impunemente la cría de cerdos en medio de las ciudades con el consiguiente riesgo a la salud del pueblo, se convive con el maltrato y la destrucción de parques, monumentos, árboles, jardines y áreas verdes; se vandaliza la telefonía pública, el tendido eléctrico y telefónico, alcantarillas y otros elementos de los acueductos, las señales del tránsito y las defensas metálicas de las carreteras”.
Para remediar ese mal, el general llamó a imponer a toda costa “orden, disciplina y organización”. También a “hurgar en las causas” que han provocado tal desorden moral, porque parece que él todavía no lo sabe. Y como era de esperar, la culpa de ese gran desbarajuste nacional la tiene el totí: ese, que no respeta a las instituciones del Estado.
En que galaxia giró Raúl Castro en los últimos 54 julios revolucionarios?. Cómo y cuándo aterrizó en la isla que gobiernan y en la república que troncharon con su pesadilla revolucionaria los "históricos guerrilleros"?
Publicado en El Timbeke el 10 de julio del 2013