LA HABANA, Cuba.- Desde el año 2013 se anuncia, con cierta periodicidad, la inminencia de la unificación de la moneda en Cuba. El tema surge como un rumor que rápidamente se esparce entre los ciudadanos y adquiere veracidad por el mero hecho de ser un acontecimiento igualmente deseado, necesario y, para muchos, preñado de incertidumbre.
Cada vez que inicia este ciclo de cotilleos, los bancos y cadecas (casas de cambio) se llenan de algunos “precavidos” que temen un golpe económico similar al que se produjo a inicios de los años sesenta del pasado siglo, cuando tantas familias perdieron dinero con la llegada de la revolución al poder. “¿Y si se aprueba la ley y no me da tiempo a cambiar el dinero que tengo ahorrado? ¿Y si devalúa el CUC y pierdo mi dinero?”
Tales han sido las principales preocupaciones de los insulares ante el sonsonete de la unificación monetaria. Pero el sentir general es de inseguridad porque, aunque dicha transformación económica es, en nuestros días, más urgente que nunca, los sucesivos aplazamientos para su puesta en práctica solo pueden significar que el país no está preparado para dar un salto definitivo dentro de una nueva economía, y caer de pie.
Como la fábula de Pedro y el lobo, después de tanta algarabía sin resultados concretos, muchos cubanos se muestran indiferentes ante lo que podría ocurrir el día que, en efecto, cese la dualidad monetaria. La mayoría está convencida de que desaparecerá el CUC; certeza fortalecida tras ser aprobada la regulación que permite comprar con pesos cubanos en establecimientos recaudadores de divisas, y la puesta en circulación en febrero de 2017 de los billetes de altas denominaciones (200, 500 y 1000 pesos) para facilitar las transacciones en moneda nacional (CUP), en un escenario donde los precios de bienes y servicios continuarán aumentando.
Pero si bien se habla de dejar una sola moneda, no se dice nada sobre aumentar el poder adquisitivo del peso cubano, una posible alza en los salarios o, al menos, la disminución de los precios en las tiendas. Más bien se teme que una vez desaparecido el CUC —hoy vigente a razón de 25 CUP por cada “chavito”— se haga más evidente la monstruosa inflación de los precios, pues solamente el paquete de pechuga de pollo de 2kg que hoy cuesta 10,80 CUC, costaría poco más de 250 CUP, la mitad del salario promedio en Cuba.
CubaNet entrevistó a varias personas en la calle acerca de la hipotética unificación monetaria, y casi todos coinciden en que debe mantenerse el peso cubano; también, el Gobierno debe notificar la medida con antelación y ofrecer un margen de tiempo prudencial para que las personas cambien los CUC que tengan ahorrados.
Sobre la repercusión de este importante cambio en la economía nacional tienen poco que decir, pues hace mucho que se sienten superados por el inquietante vaivén de una economía débil y enrevesada, que parece ir a contracorriente, incluso, de las necesidades más elementales. Pero al menos se espera que la contabilidad doméstica se libre del incómodo sistema de pagar en CUP en las tiendas recaudadoras de divisas para tener que aceptar el vuelto en CUC, un método con el cual el gobierno extorsiona aún más a la población.
Lo cierto es que la medida que Raúl Castro declaró impostergable para el año 2016 sigue sin ver la luz. El proceso es tan complejo que, por más que se hable de planes, modelos y lineamientos económicos, la idea de la unificación parece signada por la catástrofe. El Estado se beneficiará, desde luego, en sus transacciones; pero el impacto en la población será muy distinto porque el aumento del poder adquisitivo del peso cubano depende, según ha publicado la prensa oficialista, de factores como “la productividad, la eficiencia en el sector laboral, la competitividad y la rentabilidad de nuestras producciones”; aspectos en los que Cuba se halla muy por debajo del estándar requerido.
(Publicado originalmente en CubaNet)