Rafael Viguera no se arriesga. Desde el inicio de la pandemia de coronavirus ha cambiado su cómoda casa en La Habana por un pequeño cubículo de madera junto a una fortaleza colonial, desde donde se ve la bahía de la capital cubana.
El hombre de 55 años considera que en la ladera escasamente poblada, desde la que soldados españoles solían defenderse de los ataques piratas, está a salvo del coronavirus, altamente contagioso y que ha infectado a unas 2.000 personas en La Habana y se extiende por el país.
También puede cuidar mejor su cabaña, en la cual generalmente vende jugos, limonada, agua de coco y mojitos a turistas que visitan la isla, aunque ha permanecido cerrada al público desde que la nación caribeña cerró sus fronteras en marzo y lanzó severas medidas para controlar la pandemia.
La suspensión del transporte público significa que Viguera no puede desplazarse a su trabajo y está preocupado por las pérdidas que puedan ocasionar los vándalos.
"Me siento protegido aquí en mi pequeña casa", dijo Viguera, quien por lo general vive en un distrito residencial del oeste de La Habana con su hermana y su sobrino. "Extraño estar con mi familia, pero hablo con ellos por teléfono", dijo.
Viguera duerme en una cama que se usa para el campismo en la cabaña de 3,5 por 2,5 metros, respectivamente, y deja la puerta delantera abierta para evitar que se caliente demasiado bajo el feroz sol del verano en Cuba. Un amigo le ayuda y trae comida y, además,agua.
Por las noches, a veces se acerca a la cantina para que los soldados cubanos que trabajan en la fortaleza colonial le ayuden con una comida caliente, confiando en que sigue las medidas de higiene al pie de la letra por la posible propagación de COVID19.
Lo reciben con los brazos abiertos, según dice, ya que él también trabajaba allí hasta que decidió hacerlo solo, instalándose en el incipiente sector privado de Cuba.
Ahora lucha por vivir de sus ahorros, ya que no ha habido ayuda financiera para quienes trabajan por cuenta propia en la isla.
Viguera sostiene que permanecerá en su cabaña hasta el final de la pandemia.
"Desearía que la enfermedad terminara ahora para poder irme a casa", dijo. "Pero estaré aquí hasta que no haya un solo caso, hasta que termine la pandemia", señaló a Reuters.