Me cuenta un amigo que estuvo recientemente en Ecuador que los cubanos, contrario a lo que dicen en el periódico Granma y el NTV (Noticiero de Televisión Cubana), no son bien vistos en ese país sudamericano. Lo cual es una forma suave de decir que nos rechazan, nos tienen tirria.
La mayoría de los ecuatorianos recelan de los cubanos. Piensan que si no están involucrados en delitos o actividades ilegales o quieren aprovecharse de ellos para sacarles dinero o mejorar su estatus migratorio, pueden ser agentes del régimen castrista que buscan convertir a Ecuador en otra Cuba. Y si los ecuatorianos son partidarios del gobierno de Rafael Correa, ni se te vaya a ocurrir hablarles mal de Fidel Castro, porque se ponen agresivos.
De nada vale que un cubano trate de pasar inadvertido. “Los ecuatorianos nos descubren, no solo por el acento y el hablar alto y gesticulante que tanto les choca y les exaspera, sino hasta por la forma de caminar”, refiere mi amigo. Él, alto, muy blanco, casi rubio, de ojos claros y hablar pausado, dista bastante del aspecto físico de la mayoría de los cubanos.
Según explica, los cubanos que viven desde hace varios años en La Florida, un barrio del noroeste de Quito, en la parroquia Chaupicruz, cerca del aeropuerto viejo, el Mariscal Sucre, han contribuido notablemente a la mala fama del resto de sus compatriotas.
Los cubanos de la Florida quiteña viven y se comportan como si aún estuvieran en San Miguel del Padrón o la Habana Vieja. En su mayoría, tanto los hombres como las mujeres, tienen bastante mala facha. Y peores modales. Incluso cuando no discuten, hablan a gritos, con profusión de palabrotas, de una acera a la otra. Y cuando están de fiesta, que es a menudo, hacen un ruido atronador con el reguetón de Gente de Zona y la timba de la Charanga Habanera a todo volumen.
Pocos han podido conseguir trabajo. Pero se las arreglan.
Algunos, que quemaron todas sus naves en Cuba y no renuncian a llegar a territorio norteamericano a como dé lugar, se mantienen entre tanto con el dinero que les envían sus familiares en Estados Unidos a través de la Western Union, cuya única oficina en Ecuador, casualmente, se encuentra en la Florida.
Muchos se dedican a adquirir ropa para enviar a sus familiares en Cuba para que la revendan, o a otros negocios, como la venta de ron o cigarrillos cubanos -Populares, H. Upman, los únicos cigarros realmente fuertes que se pueden conseguir en Quito- o han puesto restaurantes de comida cubana.
Me cuenta mi amigo que en la Florida cocinan el congrí, la ropa vieja y el picadillo habanero, con todas las de la ley, como se hacían en la Cuba de antaño y se hacen ahora en La Habana solo en las paladares más caras o en los restaurantes para turistas extranjeros.
Hay muchas prostitutas y proxenetas. No importa quién llegó primero y quién trajo a quién. No se ocultan mucho para hacer sus propuestas. Por el contrario, suelen ser exhibicionistas y hacer gala de una desfachatez que escandaliza a los quiteños.
Y también están los que se dedican al tráfico de drogas, que no son pocos, aunque sus actividades sean menos visibles.
En el barrio La Florida se ven también muchos colombianos, que se llevan de maravilla con los cubanos, siempre que no interfieran en sus negocios.
Se podrán imaginar como es visto todo esto por los ecuatorianos, que son bastante tradicionales y conservadores.
No obstante, los cubanos afincados en Ecuador hacen caso omiso al rechazo que inspiran y siguen empeñados en sacar a sus familiares de Cuba y llevarlos a vivir con ellos, aunque generalmente su entusiasmo y optimismo superen sus posibilidades reales de conseguirlo.
(Publicado originalmente en Cubanet el 18/08/2015)