Cuando el gobernador de Nueva York Andrew Cuomo se dirija a Cuba el próximo mes, hay algo delicado que debe exigir al régimen militar de Raúl Castro: El regreso de los terroristas fugitivos que gozan de santuario seguro en la isla, apunta el New York Post en un editorial.
Cuba alberga a unos 70 fugitivos estadounidenses de la Justicia, pero el gobernador ha de tener tres particularmente en mente. Debido a que cada uno cometió crímenes atroces en el área de Nueva York y ninguno ha tenido que rendir cuentas.
Joanne Chesimard, alias Assata Shakur, terrorista del Ejército Negro de Liberación condenada por el asesinato en 1973 estilo ejecución de un policía estatal de New Jersey. En 1979, ella huyó a Cuba después de escapar de la prisión.
Guillermo Morales, fabricante de bombas, jefe del grupo terrorista puertorriqueño FALN, responsable de decenas de atentados mortales en Nueva York, incluyendo el infame bombardeo de Fraunces Tavern en 1975.
Cheri Dalton, alias Nehanda Isoke Abiodun, buscada por una serie de robos "revolucionarios" y asaltos a bancos y carros blindados. Ella presuntamente conducía el coche en 1981, cuando el asalto a Brinks en Nueva York, en el que fueron asesinados dos policías y un guardia de seguridad.
El presidente Obama ha ordenado al Departamento de Estado revisar la designación de Cuba como un Estado patrocinador del terrorismo, recuerda el editorial. Pero como el senador Robert Menendez señaló en cartas recientes al secretario de Estado, John Kerry, y al director del FBI, James Comey, nuestra ley prevé tal designación cuando un país sirve "como un santuario seguro para los terroristas o las organizaciones terroristas".
Somos conscientes de que el gobernador Cuomo quiere ser el primer gobernador de Nueva York en sacar provecho en dólares de negocios con el régimen comunista de Cuba. Pero si realmente quiere servir a los neoyorquinos, lo primero que debe procurar es que esos asesinos regresen a Estados Unidos para enfrentar la Justicia.