Con dos noticias en las antípodas, una buena y otra mala, despiden al año 2012 los deportistas cubanos: sus futbolistas conquistaron por primera vez el título de la Copa del Caribe, pero casi al unísono el ex nadador Rodolfo Falcón pronosticó en La Habana el inexorable ahogamiento de los criollos en las piscinas.
Si bien el triunfo del fútbol se me antoja engañoso, en medio de una oleada de deserciones de sus jugadores, Falcón –medallista de plata en los Juegos Olímpicos de Atlanta ’96 y ahora federativo en la Isla—demuestra con números el abandono que sufre la modalidad de las brazadas. Por si el deterioro de las instalaciones fuera poco, la escuela nacional de este deporte ha reducido su matrícula de 200 y tantos competidores a la cifra de 70.
La primavera del año en curso había dado otra muestra de la errada política migratoria del gobierno cubano --¡una más en 53 años!—cuando su delegación se quedó con las ganas de coronar el podio en el mundial de atletismo bajo techo. Paradójicamente, la cubana Yamilé Aldama, una desertora bajo la lupa del oficialismo, conquistaba a sus 39 años la prueba de triple salto en el estadio cubierto de Turquía (14,82 metros), como representante de Gran Bretaña, su actual país de residencia.
Dayron Robles, el atleta ex recordista mundial en los 110 metros con vallas, fue la joya que no pudo brillar con sus piernas, pero que ganó espacios en la prensa con sus declaraciones críticas acerca de las difíciles condiciones de entrenamientos de sus compatriotas. Meses después, en el verano, los deportistas de la Mayor de las Antillas se hacían en Londres de cinco campeonatos olímpicos, tres más que en Beijing 2008, pero de 10 medallas menos que el total precedente:fueron el lugar 15 por países.
Pero el signo más claro de los difíciles tiempos que atraviesa el movimiento atlético, de San Antonio a Maisí, fue la ausencia de equipos nacionales en la Olimpiada, desde las que fueran estelares morenas del voleibol, hasta las jugadoras de baloncesto o los balonmanistas.
Eran, en cambio, ya las fechas de Grandes Ligas del béisbol, y Yoenis
Céspedes respondía como novato a la confianza que le otorgó el Oakland, pues fue jugador regular en los jardines y mantuvo un puesto en el corazón de la tanda ofensiva. El zurdo Aroldis Chapman logró su mejor campaña, como taponero de los Rojos –me refiero en estas líneas a los hombres que primero jugaron en Cuba, porque el apartado de los que tienen raíces criollas haría interminable este compendio—y Yuniel Escobar pasaba, en una semana del invierno, de los Blue Jays a Miami, y de allí a Tampa, donde jugará desde abril en el campo corto.
Hace unas horas se anunciaba la transacción del toletero ambidextro Kendrys Morales hacia los Marineros, y esperamos por el debut del que será el cubano mejor pagado, el outfielder cienfueguero Yasiel Puig, que logró un contrato de ¡42 millones de dólares! con los Dodgers.
La muerte le pasó factura en este lapso a varios hombres, como los setentones Rogelio “Borrego” Álvarez, un excelente toletero en la pelota invernal anterior a 1959 (226 jonrones en Ligas Menores con Reds) y al fisiculturista Sergio Oliva, el único forzudo que pudo derrotar en un concurso a Arnold Schwarzenegger. Los dos criollos vivían en el exilio.
En La Habana falleció, tal vez prematuramente, el peso completo Teófilo Stevenson, un púgil a quien el régimen le impidió haber brillado a la altura de Cassius Clay, y se rendía también ante la parca, como durante años lo hizo frente al alcohol, el fajador Douglas Rodríguez. Otro boxeador, el holguinero Arnaldo Mesa –plata olímpica en 1996—dijo adiós al mundo hace unos días, a sus escasos 45 años, tal vez desgastado por los experimentos del deporte socialista.
En Miami, el reconocido astro de las 12 cuerdas en la Isla, Guillermo Rigondeaux, espera ansioso por una pelea de campeonato que no se concreta, en tanto disipa el tedio de sus entrenamientos siguiendo en la televisión los avatares de su Santiago de Cuba en la recién inaugurada Serie Nacional.
El campeonato criollo, en su edición 52 después de la abolición del profesionalismo, recorre su primera parte –han estrenado otra estructura, con equipos que clasifican y otros que vuelven a casa--, con la mirada puesta en el III Clásico Mundial de 2013, el torneo que coloca a los estelares de Grandes Ligas en sus equipos nacionales de origen… con la excepción de la totalitaria Cuba.
Languidece 2012, pero en cada esquina de la geografía cubana, más que en pasar revista a lo bueno y lo malo de estos meses, los aficionados se debaten en la polémica que encierra el reto del III Clásico.
De lo que hagan sus peloteros penderán los puestos de muchos burócratas del deporte en La Habana.
Si bien el triunfo del fútbol se me antoja engañoso, en medio de una oleada de deserciones de sus jugadores, Falcón –medallista de plata en los Juegos Olímpicos de Atlanta ’96 y ahora federativo en la Isla—demuestra con números el abandono que sufre la modalidad de las brazadas. Por si el deterioro de las instalaciones fuera poco, la escuela nacional de este deporte ha reducido su matrícula de 200 y tantos competidores a la cifra de 70.
La primavera del año en curso había dado otra muestra de la errada política migratoria del gobierno cubano --¡una más en 53 años!—cuando su delegación se quedó con las ganas de coronar el podio en el mundial de atletismo bajo techo. Paradójicamente, la cubana Yamilé Aldama, una desertora bajo la lupa del oficialismo, conquistaba a sus 39 años la prueba de triple salto en el estadio cubierto de Turquía (14,82 metros), como representante de Gran Bretaña, su actual país de residencia.
Dayron Robles, el atleta ex recordista mundial en los 110 metros con vallas, fue la joya que no pudo brillar con sus piernas, pero que ganó espacios en la prensa con sus declaraciones críticas acerca de las difíciles condiciones de entrenamientos de sus compatriotas. Meses después, en el verano, los deportistas de la Mayor de las Antillas se hacían en Londres de cinco campeonatos olímpicos, tres más que en Beijing 2008, pero de 10 medallas menos que el total precedente:fueron el lugar 15 por países.
Pero el signo más claro de los difíciles tiempos que atraviesa el movimiento atlético, de San Antonio a Maisí, fue la ausencia de equipos nacionales en la Olimpiada, desde las que fueran estelares morenas del voleibol, hasta las jugadoras de baloncesto o los balonmanistas.
Eran, en cambio, ya las fechas de Grandes Ligas del béisbol, y Yoenis
Céspedes respondía como novato a la confianza que le otorgó el Oakland, pues fue jugador regular en los jardines y mantuvo un puesto en el corazón de la tanda ofensiva. El zurdo Aroldis Chapman logró su mejor campaña, como taponero de los Rojos –me refiero en estas líneas a los hombres que primero jugaron en Cuba, porque el apartado de los que tienen raíces criollas haría interminable este compendio—y Yuniel Escobar pasaba, en una semana del invierno, de los Blue Jays a Miami, y de allí a Tampa, donde jugará desde abril en el campo corto.
Hace unas horas se anunciaba la transacción del toletero ambidextro Kendrys Morales hacia los Marineros, y esperamos por el debut del que será el cubano mejor pagado, el outfielder cienfueguero Yasiel Puig, que logró un contrato de ¡42 millones de dólares! con los Dodgers.
La muerte le pasó factura en este lapso a varios hombres, como los setentones Rogelio “Borrego” Álvarez, un excelente toletero en la pelota invernal anterior a 1959 (226 jonrones en Ligas Menores con Reds) y al fisiculturista Sergio Oliva, el único forzudo que pudo derrotar en un concurso a Arnold Schwarzenegger. Los dos criollos vivían en el exilio.
En La Habana falleció, tal vez prematuramente, el peso completo Teófilo Stevenson, un púgil a quien el régimen le impidió haber brillado a la altura de Cassius Clay, y se rendía también ante la parca, como durante años lo hizo frente al alcohol, el fajador Douglas Rodríguez. Otro boxeador, el holguinero Arnaldo Mesa –plata olímpica en 1996—dijo adiós al mundo hace unos días, a sus escasos 45 años, tal vez desgastado por los experimentos del deporte socialista.
En Miami, el reconocido astro de las 12 cuerdas en la Isla, Guillermo Rigondeaux, espera ansioso por una pelea de campeonato que no se concreta, en tanto disipa el tedio de sus entrenamientos siguiendo en la televisión los avatares de su Santiago de Cuba en la recién inaugurada Serie Nacional.
El campeonato criollo, en su edición 52 después de la abolición del profesionalismo, recorre su primera parte –han estrenado otra estructura, con equipos que clasifican y otros que vuelven a casa--, con la mirada puesta en el III Clásico Mundial de 2013, el torneo que coloca a los estelares de Grandes Ligas en sus equipos nacionales de origen… con la excepción de la totalitaria Cuba.
Languidece 2012, pero en cada esquina de la geografía cubana, más que en pasar revista a lo bueno y lo malo de estos meses, los aficionados se debaten en la polémica que encierra el reto del III Clásico.
De lo que hagan sus peloteros penderán los puestos de muchos burócratas del deporte en La Habana.