SINGAPUR - La desnuclearización de la península coreana fue el tema central de la cumbre entre el presidente Donald Trump y el dictador norcoreano Kim Jong-Un, quien para aparecer más civilizado, se cambió el título de Jefe de la Comisión Militar a Jefe de la Comisión de Asuntos de Estado de la República Popular Democrática de Corea (RPDC).
Derechos Humanos, libertades religiosas y japoneses secuestrados fueron otros de los temas que la delegación estadounidense debatió en Singapur con los norcoreanos, destacó el Secretario de Estado, Mike Pompeo.
La Casa Blanca conoce bien la precaria situación de derechos humanos que viven los norcoreanos y el tema de las violaciones a las libertades civiles en Corea del Norte ha sido una constante en la política exterior estadounidense.
Durante la conferencia de prensa en el Hotel Capella, en la isla de Sentosa, horas después de finalizar el encuentro, el presidente Trump dijo que sin la trágica muerte del estudiante Otto Warmbier “esto no habría sucedido. Algo pasó desde ese día. Fue algo terrible. Fue brutal. Pero mucha gente comenzó a concentrarse en lo que estaba sucediendo, incluida Corea del Norte. Realmente creo que Otto es alguien que no murió en vano. Les dije esto a sus padres”.
Warmbier falleció en el Centro Médico de la Universidad de Cincinnati, Estados Unidos, seis días después de llegar a EEUU, en junio del 2017, tras permanecer en cárceles norcoreanas durante 17 meses. Le acusaron de “crímenes contra el Estado” por quitar de la pared un cuadro de propaganda política en el hotel donde se hospedaba por tres días.
Los padres de Otto estuvieron entre los invitados del mandatario al discurso anual en el Congreso sobre el Estado de la Unión.
El vicepresidente Mike Pence llevó al padre del fallecido como su huésped especial durante los Juegos Olímpicos de Invierno en Corea del Sur, en febrero pasado. Juntos, Pence y Fred Warmbier, se reunieron allí con el desertor norcoreano Ji Seong-Ho.
Cuando le preguntaron a Trump en Sentosa sobre los cientos de presos políticos que hay en los gulags de Corea del Norte, el Presidente dijo: “Creo que hoy son uno de los grandes ganadores, ese gran grupo de personas de las que usted está hablando… en última instancia, van a ser uno de los grandes ganadores como grupo”.
Ji Seong-Ho, quien perdió sus piernas al escapar de Corea del Norte, fue uno de los invitados de Trump en el informe sobre el Estado de la Unión.
El presidente lo presentó como "una inspiración para todos nosotros (...). Un testimonio del anhelo de cada alma humana de vivir en libertad". Allí estaba el desertor norcoreano con sus muletas en alto, dando las gracias.
Días después, el 2 de febrero, un grupo de 6 norcoreanos que se había escapado del régimen fueron recibidos en la Oficina Oval por el presidente.
Destacó Trump que los relatos y la presencia de estos refugiados eran una prueba de que Corea del Norte era "un lugar difícil para vivir y la gente no le gustaba", y calificó sus historias de escape como "una historia increíble". Juntos analizaron la situación actual de los Derechos Humanos en el país asiático, y el mandatario estadounidense escuchó los pormenores de abusos y violaciones por parte de la dictadura norcoreana. Los refugiados relataron el cambio de vida una vez que llegaron a tierras de democracia.
Durante una conversación telefónica de Trump con el presidente de Corea del Sur, Moon Jae-In, en febrero pasado, acordaron ambos tener una agenda común para "mejorar la situación de derechos humanos en Corea del Norte".
En octubre del 2017, el Departamento del Tesoro anunció varias sanciones financieras contra siete funcionarios del régimen de Kim Jong-Un y tres entidades norcoreanas fueron sancionadas por abusos a los derechos humanos en el país.
"Corea del Norte está gobernada por un régimen brutal que continúa participando en serios abusos a los derechos humanos", dijo entonces el Secretario del Tesoro, Steve Mnuchin. Destacó además que el ejército norcoreano actúa como "policía secreta, castigando toda forma de disenso".
Tras visitar Corea del Norte, Mike Pompeo, ya como Secretario de Estado, regresó con tres coreanoamericanos que fueron liberados por Pyongyang, previo a la cumbre Trump-Kim.
El presidente y la Primera Dama Melania Trump acudieron a recibir a los liberados a la Base Aérea de Andrews, a las 3 de la madrugada del 10 de mayo.
Restos de soldados caídos
Los restos de los soldados estadounidenses fallecidos durante la guerra de Corea fue uno de los temas prioritarios para Estados Unidos durante la cumbre.
Trump recordó a la prensa que durante su contienda electoral, los votantes se le acercaban para pedir por una sepultura digna para los familiares fallecidos en el conflicto de Corea, y cuyos restos permanecen en la parte norte de la península.
El secretario de Estado recordó en su cuenta de Twitter que ese fue uno de los puntos de la agenda que se plasmó en la Declaración Conjunta.
Un equipo de jóvenes funcionarios del Departamento de Estado, muchos de ellos de origen coreano, viajaron a Singapur días antes de la cumbre, para reunirse con los norcoreanos y ultimar detalles.
El grupo de trabajo del Departamento de Estado que tuvo la misión de lidiar con funcionarios de la cancillería de Pyongyang lo encabezó el embajador de EEUU en Filipinas, Sun Kim. Nadie en Washington DC tiene la capacidad y el conocimiento sobre Corea del Norte de Sun Kim, nacido en Seúl y educado en Los Angeles, Pensilvania y Londres.
Sun Kim fue jefe de la Oficina de Corea del Norte en el Departamento de Estado, por lo que en el 2008 encabezó la parte estadounidense, primero en el Diálogo de los Seis, creado tras la salida de Pyongyang en el 2003 del Tratado de No Proliferación Nuclear.
Del 2011 al 2014, fue embajador de EEUU en Corea del Sur, y después, del 2014 al 2016, el enviado especial de Washington para Corea del Norte. En el 2016 fue designado embajador en Manila, cargo que ocupa en la actualidad. Ha trabajado además en las embajadas americanas en Japón, Malasia y Hong Kong.
De cara a la cumbre entre Trump y Kim, el Departamento de Estado confió en su embajador en Manila la misión de ir a Panmunjom, en mayo pasado, y coordinar los detalles del encuentro.
Ya en Singapur, Sum Kim compartió con Pompeo los pormenores de la agenda de trabajo para el Presidente, los documentos y planes a debatir.
Afirman los especialistas que precisamente fue el diplomático quien elaboró los 4 puntos de la Declaración Conjunta.
Antes de que comenzara la conferencia de prensa en Sentosa, el martes 12, uno de los primeros miembros de la delegación americana que entró al salón donde estaban los periodistas fue Sun Kim.
Enseguida los informadores le rodearon en busca de detalles sobre lo acontecido en el día. Una de las preguntas fue sobre los temas debatidos. Fue breve y parco en sus respuestas, pero enfático. Desnuclearizar la península, verificar que así sea, derechos humanos y secuestrados japoneses, sin precisar qué orden de prioridad recibieron esas demandas en la conversación.
Un poco de historia
Todos los dictadores comunistas o de izquierda han tenido responsabilidad plena por los crímenes en sus respectivos países. No hay uno que haya sido propuesto para beato. Ni Lenin, ni Stalin, ni Tito, Mao, Kim Il Sung, Mengistu Haile Mariam, Mao Zedom, Agostinho Neto, Ho Chi Min, Kim Jong Il, Fidel Castro, Nikita Jruschev, Deng Xiaoping, Kim Jong Un o Raúl Castro. Tampoco las dictaduras de derecha han tenido un santo en la cúpula de poder, sea Augusto Pinochet, Jorge R. Videla, Mobutu Sese Seko o Anastasio Somoza.
Y en política, cuando hay negociaciones se va a la mesa con los antiguos o futuros adversarios. Winston Churchill y Franklin Delano Roosevelt se reunieron en más de una oportunidad con Iosef V. Stalin para vencer, como aliados, en la Segunda Guerra Mundial.
Roosevelt y Churchill cenaban y compartían tragos con Stalin.
El gulag soviético no se detuvo ni por las conferencias en Teherán, Yalta o Potsdam.
John F. Kennedy se reunió varias veces con Nikita S. Jruschev, que, aunque abrió el gulag, ahogó las demandas obreras con fuego, en Novocherkassi, mandó tropas para acabar con tanques la revuelta popular en Hungría de 1956, y puso el mundo al borde de un desastre nuclear en Cuba.
Richard Nixon viajó a Pekín para entablar relaciones con la China de Mao, donde habían acabado de matar a millones de personas en la Revolución Cultural. Y sus abrazos con Leonid I. Brezhnev ocurrían cuando el líder del Kremlin no permitía la salida del país de los judíos, invadió Checoslovaquia y Afganistán, envió al exilio interno a Andrei D. Sajarov y al exterior a Alexander I. Solzhenitsin, al tiempo que mantuvo los hospitales psiquiátricos como cárceles para disidentes.
Anastasio Somoza fue también su huésped.
Gerald Ford recibió a Nicolae Ceausescu, dictador rumano.
Jimmy Carter fue el más pródigo en abrazos con dictadores. Compartió con Deng Xiaoping, Augusto Pinochet, Ceausescu y Jorge Videla.
Después vendrían sus encuentros con Daniel Ortega, Fidel Castro, Kim Il Sung, Yasser Arafat y Hugo Chávez.
Ronald Reagan fue acusado por políticos conservadores de EEUU de pactar con los comunistas cada vez que iba a una reunión con Mijail S. Gorbachev. La primera cumbre entre ambos mandatarios, realizada en Reikiavik, Islandia, fue un fracaso total. Igual recibió en la Casa Blanca al dictador de Zaire Mobutu Sese Seko.
Bill Clinton se reunió con Yasser Arafat en la Casa Blanca, y como expresidente fue a Pyongyang para reunirse con Kim Jong Il.
Barack Obama tuvo su bautizo con dictadores en Vietnam y Cuba.
Raúl Castro le alzó la mano y le llevó a un juego de béisbol en el Estadio Latinoamericano. Cuba siguió cerrada al mundo. A Vietnam viajó en visita oficial, y en la Casa Blanca recibió al presidente del país Truong Tan Sang, y al secretario general del partido comunista Nguyen Phu Trong.
Donald Trump no ha hecho nada diferente que otros presidentes estadounidenses. En política no hay escrúpulos, solo intereses. En el siglo XIX, Lord Palmerston, jefe de la diplomacia británica, dijo: "Inglaterra no tiene amigos permanentes ni enemigos permanentes. Inglaterra tiene intereses perpetuos".