Siete años pasaron para que el mundo pudiera conocer, gracias a buzos espeleólogos "adictos a la adrenalina" y un equipo internacional de expertos, el hallazgo de "Naia", el esqueleto más antiguo del continente, que fortalece lahipótesis sobre el origen siberiano de los americanos.
El histórico descubrimiento se produjo en una caverna subacuática del estado de Quintana Roo, en el sureste de México, y los protagonistas son Alberto Nava Blank, Alejandro Álvarez y Franco Antonelli.
Todo comenzó en 2007, cuando estos espeleo-buzos comenzaron a explorar el cenote La Virgen en distintas inmersiones. Cada vez fueron bajando más "por un túnel" hasta llegar a los 10 metros de profundidad y 1.200 metros cueva adentro, contó a Efe la arqueóloga mexicana Pilar Luna.
"Al llegar a esa distancia se les acabó el piso, se sorprendieron mucho (...) porque cayeron como a un vacío lleno de agua, con una oscuridad total", semejante al fenómeno del espacio exterior y por eso denominaron el lugar "Hoyo Negro", explicó.
Con sus luces apuntan a las paredes y detectan "huesos de animales muy grandes y, en una de esas, enfocan (...) el cráneo y el húmero", que era lo que sobresalía del esqueleto de una joven de 15 o 16 años que medía casi 1,5 metros y era muy delegada.
"Nos daba la impresión de que era la primera vez que veía a alguien después de 10.000 años", relató Nava durante la presentación del hallazgo de "Naia", denominada así por las náyades, ninfas acuáticas de la mitología griega, y quien se cree cayó en la cueva "en busca de agua".
Los exploradores se pusieron en contacto con el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y crearon "el proyecto de Arqueología Acuática Hoyo Negro, Tulum, Quintana Roo", indicó Luna.
Después se sumaron expertos de primer nivel como el antropólogo y paleontólogo James Chatters, reconocido mundialmente por el descubrimiento del llamado Hombre de Kennewick, y el arqueólogo
Dominique Rissolo, ambos estadounidenses.
También laboratorios en México, EEUU, Canadá y Dinamarca, que se encargaron de establecer la antigüedad del esqueleto y restos óseos de 26 mamíferos correspondientes a once especies del Pleistoceno Tardío halladas en Hoyo Negro, descrito por los expertos como "un contexto paleontológico perfecto".
Los análisis de ADN mitocondrial, que permiten rastrear en el código genético linajes muy antiguos, Carbono 14 y Uranio-Torio, permitieron a los expertos establecer "perfectamente bien" entre los 12.000 y 13.000 años la antigüedad de Naia, apuntó la investigadora del INAH.
La edad del esqueleto, el "más completo y mejor conservado" hasta ahora hallado en América, fue confirmada además con estudios de semillas, carbón, guano de murciélago frutero y otros restos
localizados en el sitio, así como por los cambios en el nivel del mar en la Era de Hielo.
"Todas las pruebas confirman el origen de Siberia y el paso por el puente de Bering, que hoy conocemos como el Estrecho de Bering, cuando el mar estaba mucho más bajo y se podía caminar por allí y fueron bajando por todo el continente", afirmó Luna.
Otra dato "interesante" es que "los resultados indicaron que se trata de una joven de origen asiático (Beringio), pero del haplogrupo (cromosoma materno) D, identificado con las migraciones que llegaron a América desde Siberia y que son del subhaplogrupo D1, que sólo tiene lugar en América".
Esto ubica a Naia, que está bajo resguardo del INAH y en proceso de conservación, como el eslabón que faltaba para confirmar el vínculo entre los primeros pobladores de América y los grupos indígenas contemporáneos.
El histórico descubrimiento se produjo en una caverna subacuática del estado de Quintana Roo, en el sureste de México, y los protagonistas son Alberto Nava Blank, Alejandro Álvarez y Franco Antonelli.
Todo comenzó en 2007, cuando estos espeleo-buzos comenzaron a explorar el cenote La Virgen en distintas inmersiones. Cada vez fueron bajando más "por un túnel" hasta llegar a los 10 metros de profundidad y 1.200 metros cueva adentro, contó a Efe la arqueóloga mexicana Pilar Luna.
"Al llegar a esa distancia se les acabó el piso, se sorprendieron mucho (...) porque cayeron como a un vacío lleno de agua, con una oscuridad total", semejante al fenómeno del espacio exterior y por eso denominaron el lugar "Hoyo Negro", explicó.
Con sus luces apuntan a las paredes y detectan "huesos de animales muy grandes y, en una de esas, enfocan (...) el cráneo y el húmero", que era lo que sobresalía del esqueleto de una joven de 15 o 16 años que medía casi 1,5 metros y era muy delegada.
"Nos daba la impresión de que era la primera vez que veía a alguien después de 10.000 años", relató Nava durante la presentación del hallazgo de "Naia", denominada así por las náyades, ninfas acuáticas de la mitología griega, y quien se cree cayó en la cueva "en busca de agua".
Los exploradores se pusieron en contacto con el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y crearon "el proyecto de Arqueología Acuática Hoyo Negro, Tulum, Quintana Roo", indicó Luna.
Después se sumaron expertos de primer nivel como el antropólogo y paleontólogo James Chatters, reconocido mundialmente por el descubrimiento del llamado Hombre de Kennewick, y el arqueólogo
Dominique Rissolo, ambos estadounidenses.
También laboratorios en México, EEUU, Canadá y Dinamarca, que se encargaron de establecer la antigüedad del esqueleto y restos óseos de 26 mamíferos correspondientes a once especies del Pleistoceno Tardío halladas en Hoyo Negro, descrito por los expertos como "un contexto paleontológico perfecto".
Los análisis de ADN mitocondrial, que permiten rastrear en el código genético linajes muy antiguos, Carbono 14 y Uranio-Torio, permitieron a los expertos establecer "perfectamente bien" entre los 12.000 y 13.000 años la antigüedad de Naia, apuntó la investigadora del INAH.
La edad del esqueleto, el "más completo y mejor conservado" hasta ahora hallado en América, fue confirmada además con estudios de semillas, carbón, guano de murciélago frutero y otros restos
localizados en el sitio, así como por los cambios en el nivel del mar en la Era de Hielo.
"Todas las pruebas confirman el origen de Siberia y el paso por el puente de Bering, que hoy conocemos como el Estrecho de Bering, cuando el mar estaba mucho más bajo y se podía caminar por allí y fueron bajando por todo el continente", afirmó Luna.
Otra dato "interesante" es que "los resultados indicaron que se trata de una joven de origen asiático (Beringio), pero del haplogrupo (cromosoma materno) D, identificado con las migraciones que llegaron a América desde Siberia y que son del subhaplogrupo D1, que sólo tiene lugar en América".
Esto ubica a Naia, que está bajo resguardo del INAH y en proceso de conservación, como el eslabón que faltaba para confirmar el vínculo entre los primeros pobladores de América y los grupos indígenas contemporáneos.