No hay disputas por trágicas que sean que no se resuelvan por medio de conversaciones entre las partes en pugna.
La historia está repleta de cruentas guerras y de posteriores negociaciones en las que el fin del conflictos se logra por medio de conversaciones y ulteriores pactos, cierto que por lo regular hay un perdedor, pero es una regla con muchas excepciones, en particular, cuando las partes están conscientes de que no están en capacidad para destruir a la otra.
La oposición política en Venezuela siempre se ha ajustado a las reglas de convivencia que impone la democracia. Los políticos que rivalizan con el chavismo han actuado ajustados a derecho. Han respetado la institucionalidad del país aunque el gobierno la haya violentado en innumerables ocasiones.
Por otra parte la constitución ha sido siempre interpretada a la “manera” que le conviene al gobierno. Por ejemplo, cuando se decidió que se ajustaba a la Carta Magna que Nicolás Maduro continuara en la presidencia después de la muerte de Hugo Chávez, y que se podía postular al cargo sin violar lo prescrito en la Constitución.
Tanto la candidatura de Maduro como su elección, estuvo envuelto en una maraña de interpretaciones inspiradas en la exclusiva conveniencia del grupo de gobierno.
La realidad es que si la autocracia Maduro-Cabello accedió a conversar con la oposición no fue porque ésta se lo pudo haber demandado en múltiples ocasiones, sino porque un sector del pueblo venezolano hizo, y lo continúa haciendo, gala de un heroísmo que ha conmovido los cimientos del régimen.
Durante todos estos años los demócratas venezolanos han hecho grandes esfuerzos y sacrificios para conciliar las diferencias con el gobierno, a pesar de las constantes ofensas y descalificaciones procedentes del oficialismo.
Ha participado en elecciones en las que sus victorias han sido escamoteadas por regulaciones del ejecutivo o por decisiones judiciales. Sus derechos han sido restringidos y su acceso a los medios de comunicación cada vez son más limitados.
Recientemente una diputada, María Corina Machado, fue separada de su bancada. Varios alcaldes han sido encarcelados y líderes de la talla de Leopoldo López criminalizado y encarcelado por defender sus convicciones.
La autocracia venezolana siempre ha dado pocas muestras de respetar a las fuerzas políticas que le adversan. El desaparecido presidente Hugo Chávez nunca consideró a la oposición como rival o adversario político, sino como enemigos que había que destruir. Una enseñanza en la que su heredero Maduro ha sentado cátedra.
El desprecio del chavismo hacia la oposición es congénito en todo régimen despótico. Por años ha intentado desacreditarla, destruirla, y dejar el país sin otra opción que no sea la que el gobierno ha procurado imponer en los últimos quince años.
Si hay un diálogo en Venezuela, independiente a sus resultados, no fue porque los gobernantes cambiaran sus perspectivas, sino porque un sector de la oposición ha demostrado disposición a enfrentar las consecuencias con unas protestas cívicas tan ejemplares, que hasta los aliados en la Unión de Naciones del Sur, UNASUR, de Maduro, le recomendaron que lo políticamente correcto era reunirse con la oposición y buscar puntos de encuentro.
Maduro siguió el consejo, aunque previamente había contado con la complicidad de la Organización de Estados Americanos, porque el país estaba al borde la ingobernabilidad. La opinión pública internacional estaba pendiente de lo que acontecía en Venezuela. Los estudiantes se ganaron la admiración y el respeto de todo individuo comprometido con la libertad. Fueron muchos sus sacrificios, al extremo que varios estudiantes entregaron sus vidas en el reclamo de sus derechos.
Sin dudas que el diálogo es necesario, ojala el gobierno muestre tolerancia, compresión y que la sensatez prime sobre las diferencias, y se lleguen a acuerdos que permitan a todos los ciudadanos disfrutar de sus derechos, pero no se puede pasar por alto que el presidente Maduro dijo "no pacto o negociación, solo voluntad de paz. Queremos un modelo de convivencia, de tolerancia", o como expresó el canciller Elías Jaua, "el Presidente ganó el mandato del pueblo y no puede hacer lo que pretende la MUD como gobierno".
La oposición tanto la que dialoga como la que continúan en las calles protestando debe blindarse contra cualquier intento de división de parte del gobierno, María Corina Machado lo dijo en Bruselas, “Hay una pretensión de dividir las fuerzas democráticas en Venezuela que sale directamente de Cuba.”
Por su parte Antonio Ledezma, Alcalde Metropolitano de Caracas, fue enfático cuando dijo que el movimiento estudiantil que está en las calles, tiene el liderazgo en la democratización del país, y señaló que el objetivo fundamental de esa lucha es conseguir una genuina separación de poderes para restablecer la democracia en el país.
La historia está repleta de cruentas guerras y de posteriores negociaciones en las que el fin del conflictos se logra por medio de conversaciones y ulteriores pactos, cierto que por lo regular hay un perdedor, pero es una regla con muchas excepciones, en particular, cuando las partes están conscientes de que no están en capacidad para destruir a la otra.
La oposición política en Venezuela siempre se ha ajustado a las reglas de convivencia que impone la democracia. Los políticos que rivalizan con el chavismo han actuado ajustados a derecho. Han respetado la institucionalidad del país aunque el gobierno la haya violentado en innumerables ocasiones.
Por otra parte la constitución ha sido siempre interpretada a la “manera” que le conviene al gobierno. Por ejemplo, cuando se decidió que se ajustaba a la Carta Magna que Nicolás Maduro continuara en la presidencia después de la muerte de Hugo Chávez, y que se podía postular al cargo sin violar lo prescrito en la Constitución.
Tanto la candidatura de Maduro como su elección, estuvo envuelto en una maraña de interpretaciones inspiradas en la exclusiva conveniencia del grupo de gobierno.
La realidad es que si la autocracia Maduro-Cabello accedió a conversar con la oposición no fue porque ésta se lo pudo haber demandado en múltiples ocasiones, sino porque un sector del pueblo venezolano hizo, y lo continúa haciendo, gala de un heroísmo que ha conmovido los cimientos del régimen.
Durante todos estos años los demócratas venezolanos han hecho grandes esfuerzos y sacrificios para conciliar las diferencias con el gobierno, a pesar de las constantes ofensas y descalificaciones procedentes del oficialismo.
Ha participado en elecciones en las que sus victorias han sido escamoteadas por regulaciones del ejecutivo o por decisiones judiciales. Sus derechos han sido restringidos y su acceso a los medios de comunicación cada vez son más limitados.
Recientemente una diputada, María Corina Machado, fue separada de su bancada. Varios alcaldes han sido encarcelados y líderes de la talla de Leopoldo López criminalizado y encarcelado por defender sus convicciones.
La autocracia venezolana siempre ha dado pocas muestras de respetar a las fuerzas políticas que le adversan. El desaparecido presidente Hugo Chávez nunca consideró a la oposición como rival o adversario político, sino como enemigos que había que destruir. Una enseñanza en la que su heredero Maduro ha sentado cátedra.
El desprecio del chavismo hacia la oposición es congénito en todo régimen despótico. Por años ha intentado desacreditarla, destruirla, y dejar el país sin otra opción que no sea la que el gobierno ha procurado imponer en los últimos quince años.
Si hay un diálogo en Venezuela, independiente a sus resultados, no fue porque los gobernantes cambiaran sus perspectivas, sino porque un sector de la oposición ha demostrado disposición a enfrentar las consecuencias con unas protestas cívicas tan ejemplares, que hasta los aliados en la Unión de Naciones del Sur, UNASUR, de Maduro, le recomendaron que lo políticamente correcto era reunirse con la oposición y buscar puntos de encuentro.
Maduro siguió el consejo, aunque previamente había contado con la complicidad de la Organización de Estados Americanos, porque el país estaba al borde la ingobernabilidad. La opinión pública internacional estaba pendiente de lo que acontecía en Venezuela. Los estudiantes se ganaron la admiración y el respeto de todo individuo comprometido con la libertad. Fueron muchos sus sacrificios, al extremo que varios estudiantes entregaron sus vidas en el reclamo de sus derechos.
Sin dudas que el diálogo es necesario, ojala el gobierno muestre tolerancia, compresión y que la sensatez prime sobre las diferencias, y se lleguen a acuerdos que permitan a todos los ciudadanos disfrutar de sus derechos, pero no se puede pasar por alto que el presidente Maduro dijo "no pacto o negociación, solo voluntad de paz. Queremos un modelo de convivencia, de tolerancia", o como expresó el canciller Elías Jaua, "el Presidente ganó el mandato del pueblo y no puede hacer lo que pretende la MUD como gobierno".
La oposición tanto la que dialoga como la que continúan en las calles protestando debe blindarse contra cualquier intento de división de parte del gobierno, María Corina Machado lo dijo en Bruselas, “Hay una pretensión de dividir las fuerzas democráticas en Venezuela que sale directamente de Cuba.”
Por su parte Antonio Ledezma, Alcalde Metropolitano de Caracas, fue enfático cuando dijo que el movimiento estudiantil que está en las calles, tiene el liderazgo en la democratización del país, y señaló que el objetivo fundamental de esa lucha es conseguir una genuina separación de poderes para restablecer la democracia en el país.