Escondido en el rellano de una escalera, Ignacio mide treinta metros de cable eléctrico de cuatro vías que luego vende a 30 pesos el metro en un tenderete privado donde ofertan desde cemento blanco, tuberías plásticas de agua hasta ropa de baja calidad comprada al bulto en un zoco mexicano o la zona franca de Colón en Panamá.
En el mostrador se exhibe una colección de grifos, tornillos y piezas de plomería. Aunque no está a la vista, cualquier comprador avezado sabe que por debajo de la mesa se venden sacos de cemento, lozas de piso y cables eléctricos, entre otros materiales regulados y perseguidos por los inspectores estatales. Pero Cuba es un mundo al revés: lo ilegal es normal y lo legal roza con la anormalidad.
Al lado del edificio donde Ignacio oculta las mercancías de mayor demanda, dos mujeres y tres hombres permanecen en una cola. Mientras esperan, se suscita un debate exprés sobre política local.
“Esto es lo que debieran ver Raúl y Díaz-Canel, el próximo presidente. Que la gente para reparar sus viviendas, pueda comprar cemento y materiales de construcción de calidad a precios asequibles”, dice Marina, 56 años, quien ha decidido arreglar su casa después del regreso de su hijo de una misión médica en Sudáfrica.
“¿Ustedes saben cuánto cuesta un saco de cemento?, pregunta Marina en voz alta y ella misma responde: "A 12 y 13 chavitos (cuc) la bolsa. A ese precio, para construir una casa se necesita un millón de pesos".
Los que escuchan quieren hablar a la vez. Todos se quejan de los altos precios de los herrajes de plomerías, bombillos LED y en general de los materiales de construcción.
“Por toda La Habana ando buscando rollo alcohol (un tipo de cable eléctrico) para echar a andar dos split que compré en Revolico. Cada uno me costó 750 fulas. A eso súmale que pa’ instalarlos tengo que gastar 200 y pico de pesos convertibles en comprar cables, protectores y la mano de obra. El precio del cable sube por día. Tal parece que tener aire acondicionado es un lujo en Cuba. Sin embargo, Raúl Castro y Díaz-Canel, tienen climatización central en sus casas. Esa gente no va resolver nada. Lo de construir las viviendas que el país necesita en diez años es una mentira del tamaño del Capitolio. Si no salimos a la calle a protestar, los problemas de la gente se extenderán por los siglos de los siglos. A ellos solo le interesa gobernar y comer, miren lo gordos que están”, dice enfadado un señor canoso.
Cuando usted pregunta si creen que la próxima legislatura y el presidente designado por Raúl Castro darán una vuelta de timón a la perpetua crisis económica que viven los cubanos, sonrisas cínicas y miradas socarronas anteceden a respuestas concisas en duros términos.
“Asere, tú eres extranjero”, espeta Ignacio y sin vacilaciones contesta: “Esto no lo cambia ni Mandrake el mago. Nosotros somos unos carneros. Fajados entre nosotros mismos, chivateando a la policía cuando alguien logra vivir mejor y aguantando el pie que desde hace medio siglo nos tienen metido. Niño que no llora no mama. Si el pueblo sigue en el invento, robando al Estado y jodiendo a otros para sobrevivir, esta historia de la revolución durará dos siglos. Ni Raúl, ni el Canel ni Mercedes López Acea van a resolver nada”.
Al mediodía, cuando el calor arrecia en La Habana, en agromercados, tiendas por divisas que apagan la climatización para ahorrar combustible y puestos de ventas de emprendedores privados, las quejas contra el régimen se multiplican. La esperanza y el optimismo brillan por su ausencia.
Martí Noticias, intentó conocer entre los cubanos que desayunan café sin leche, si personalmente pudieran entregarle una lista de reclamos al futuro gobernante, cuál serían, en orden de prioridades, esas solicitudes.
Justiz, obrero que saborea un helado en una parada de ómnibus precisa: “La primera demanda es subir los salarios. Pa’ vivir con decencia en este país hay que ganar entre 7 mil y 10 mil pesos mensuales. Después, que acaben de una vez por toda con el puñetero problema de la doble moneda. Que haya más cantidad de comida y que bajen los precios de los alimentos. Mejorar el transporte, la educación, la salud pública y el abasto de agua. Que arreglen las calles, sobre todas las interiores. Que mejore la recogida de basura. Que se construyan más viviendas. La lista es larga. No creo que Díaz-Canel o el que salga de presidente escuche a un negro muerto de hambre como yo”.
De 17 personas encuestadas, en edades comprendidas entre 15 y 76 años de los dos sexos, todas coincidieron en que las demandas de corte económico eran las prioritarias. Los más jóvenes, además, desean que se abaraten los costos de la telefonía móvil y wifi, que se pueda navegar por internet a través del celular y también que bajen los precios y mejore la calidad de la ropa y el calzado en las tiendas estatales por divisas.
Resumidas, éstas serían las diez demandas populares que debiera escuchar el próximo gobernante de Cuba:
1) Subir los salarios, las pensiones y las ayudas sociales.
2) Acabar con el problema de la doble moneda.
3) Más alimentos, más variados y a precios menores en los agromercados.
4) Construir más y mejores viviendas, resistentes a huracanes.
5) Mejorar el transporte urbano e interprovincial.
6) Mejorar el abasto de agua y la recogida de basura.
7) Mantener arregladas las aceras, calles, avenidas y carreteras.
8) Invertir más en educación, salud pública, deportes y recreación.
9) Abaratar los costos de internet y la telefonía móvil y que internet llegue a todos las casas y celulares.
10) Bajar los precios de alimentos, ropa, calzado, aseo y materiales de construcción que se venden por divisas.
En la calle, la mayoría de los ciudadanos de a pie opina que sus quejas y reclamos son pura distracción. Y si hasta ahora nadie los ha tomado en cuenta, en lo adelante, sea quien sea el que gobierne, seguirán siendo un cero a la izquierda.