Cuando el inspector de Salud Pública vio una foto del protagonista de la serie El Capo en la sala de la casa, no se pudo aguantar la curiosidad y preguntó quién era el que estaba al lado. La señora que lo recibió, complacida por la indiscreción del “muchacho de los mosquitos”, le respondió que era su hijo Lilo Vilaplana, el director de la teleserie, y ante el entusiasmo de este fan cubano, no le quedó más remedio que firmar un autógrafo en nombre de su hijo.
La anécdota la contó entre risas, el propio Vilaplana en el programa 1800 Online, de Radio Martí, al tiempo que recordó el entusiasmo de su hermana que vive en Cuba cuando llega a sus manos el ‘paquete de películas’ de la semana con los nuevos capítulos de El Capo.
Vilaplana descubrió el teatro por casualidad. En un hogar de campo, en Nuevitas,donde ningún familiar tenía inclinaciones artísticas, encontró un libro donde la historia estaba contada a través de los diálogos de los personajes. Sin necesidad de nombrar el género, disfrutó el cuento y empezó a crear otros del mismo modo. Después supo que escribía teatro.
Mientras estudiaba en la escuela de arte de La Habana en la década del 80, comenzó a dirigir obras, hasta que se decide por la televisión en el ’88 "cuando me di cuenta que pagaban mejor”, apuntó tajante. Sus conocimientos del medio los agradece a los realizadores Roberto Villar y Eduardo Macías.
Como muchos cubanos en busca de prosperidad, en el 1997, se marcha a Colombia y establece allí su residencia. Antes de que llegará la oportunidad de la superproducción que ha sido El Capo, Vilaplana enfrentó altibajos en su carrera, pero al final la buena fortuna le sonrió.
Cuando fue despedido por desavenencias con la programadora de Siguiendo el rastro, serie que escribía y dirigía, decidió abrir su propia empresa, la academia de actuación Otestis. Al tiempo que formaba a estos jóvenes profesionales, comenzó a producir junto a ellos y a vender sus materiales a casas productoras.
Además de haber dirigido las series La Mariposa, Mentes en Shock, Tiempo Final y La dama de Troya, entre otras, publicó el libro Un cubano cuenta. Y por si fuera poco, entre uno y otro proyecto televisivo, vuelve al teatro.
Ahora, luego de casi 13 años con TeleColombia, actualmente Fox TeleColombia, una de sus obras, El Capo, se ha convertido en una de las teleseries más vistas del mundo hispano en América Latina y Estados Unidos, y su éxito también ha llegado a Cuba. Esta ha sido la novela más costosa que se haya producido en Colombia, se estima que los gastos ascienden a 8 millones de dólares americanos.
Sobre el efecto social que podría tener en el público una serie centrada en la vida de un jefe del narcotráfico, Vilaplana opina que “es bueno recordarlo para que no vuelva a pasar. En Colombia es bueno que sepan a lo que lleva el narcotráfico y después lo arrepentido que puede estar ese narco por lo que hizo. Es bueno que lo sepan las nuevas generaciones.”
“Mientras más el pueblo conoce su historia no se repiten los malos ejemplos,” indicó, y con respecto al caso de su isla, mencionó que entre sus sueños está "hacer una serie dedicada a los balseros cubanos para que ojalá nadie tenga que huir de su país en una balsa.”
Lilo Vilaplana ha decido no regresar a Cuba a menos que en ella se haya instaurado una democracia. Eso es lo único que pide para su patria: “que cada cual piense como quiera pensar, pero que respeten a los que piensan distinto.” A pesar de los desengaños y de las agresiones en la embajada cubana en Colombia, Lilo sigue con los ojos puestos en su isla.
“Mucha gente sale de Cuba y se olvida de la patria, del sufrimiento de los cubanos de adentro y eso me parece doloroso. No porque esté en una posición privilegiada ahora, no me va a importar lo que pase en mi isla. Sí me importa y me importa mucho.”
La anécdota la contó entre risas, el propio Vilaplana en el programa 1800 Online, de Radio Martí, al tiempo que recordó el entusiasmo de su hermana que vive en Cuba cuando llega a sus manos el ‘paquete de películas’ de la semana con los nuevos capítulos de El Capo.
Vilaplana descubrió el teatro por casualidad. En un hogar de campo, en Nuevitas,donde ningún familiar tenía inclinaciones artísticas, encontró un libro donde la historia estaba contada a través de los diálogos de los personajes. Sin necesidad de nombrar el género, disfrutó el cuento y empezó a crear otros del mismo modo. Después supo que escribía teatro.
Mientras estudiaba en la escuela de arte de La Habana en la década del 80, comenzó a dirigir obras, hasta que se decide por la televisión en el ’88 "cuando me di cuenta que pagaban mejor”, apuntó tajante. Sus conocimientos del medio los agradece a los realizadores Roberto Villar y Eduardo Macías.
Como muchos cubanos en busca de prosperidad, en el 1997, se marcha a Colombia y establece allí su residencia. Antes de que llegará la oportunidad de la superproducción que ha sido El Capo, Vilaplana enfrentó altibajos en su carrera, pero al final la buena fortuna le sonrió.
Cuando fue despedido por desavenencias con la programadora de Siguiendo el rastro, serie que escribía y dirigía, decidió abrir su propia empresa, la academia de actuación Otestis. Al tiempo que formaba a estos jóvenes profesionales, comenzó a producir junto a ellos y a vender sus materiales a casas productoras.
Además de haber dirigido las series La Mariposa, Mentes en Shock, Tiempo Final y La dama de Troya, entre otras, publicó el libro Un cubano cuenta. Y por si fuera poco, entre uno y otro proyecto televisivo, vuelve al teatro.
Ahora, luego de casi 13 años con TeleColombia, actualmente Fox TeleColombia, una de sus obras, El Capo, se ha convertido en una de las teleseries más vistas del mundo hispano en América Latina y Estados Unidos, y su éxito también ha llegado a Cuba. Esta ha sido la novela más costosa que se haya producido en Colombia, se estima que los gastos ascienden a 8 millones de dólares americanos.
Sobre el efecto social que podría tener en el público una serie centrada en la vida de un jefe del narcotráfico, Vilaplana opina que “es bueno recordarlo para que no vuelva a pasar. En Colombia es bueno que sepan a lo que lleva el narcotráfico y después lo arrepentido que puede estar ese narco por lo que hizo. Es bueno que lo sepan las nuevas generaciones.”
“Mientras más el pueblo conoce su historia no se repiten los malos ejemplos,” indicó, y con respecto al caso de su isla, mencionó que entre sus sueños está "hacer una serie dedicada a los balseros cubanos para que ojalá nadie tenga que huir de su país en una balsa.”
Lilo Vilaplana ha decido no regresar a Cuba a menos que en ella se haya instaurado una democracia. Eso es lo único que pide para su patria: “que cada cual piense como quiera pensar, pero que respeten a los que piensan distinto.” A pesar de los desengaños y de las agresiones en la embajada cubana en Colombia, Lilo sigue con los ojos puestos en su isla.
“Mucha gente sale de Cuba y se olvida de la patria, del sufrimiento de los cubanos de adentro y eso me parece doloroso. No porque esté en una posición privilegiada ahora, no me va a importar lo que pase en mi isla. Sí me importa y me importa mucho.”