La economía ha vuelto a ser uno de los elementos clave de la agitada campaña electoral entre Hillary Clinton y Donald Trump, que chocan a la hora de valorar la recuperación tras la aguda crisis y con planes casi opuestos en materia impositiva y energética.
Para el republicano, la prueba de las fallidas políticas económicas del presidente Barack Obama, de quien Clinton, según considera, no es más que la "continuación", es que se trata de la recuperación "más débil", después de una crisis, de la historia del país. "La situación de la economía es desastrosa", dijo Trump.
La economía estadounidense ha mantenido en los últimos años una tasa anual de crecimiento de en torno al 2 %, y Trump promete doblar esa cifra "hasta el 4 % o incluso más" de imponerse en las elecciones del próximo 8 de noviembre. Si bien los economistas reconocen una lentitud poco habitual en la revitalización económica nacional, también apuntan los avances en otros indicadores macroeconómicos como la tasa de desempleo, que se encuentra en el 5 %, en un rango cercano al pleno empleo y la mitad del tope registrado en los peores momentos de la crisis, en 2010.
Por su parte, Clinton celebra el recorrido realizado por EEUU, especialmente tras la denominada "Gran Recesión", como se conoce los años posteriores al estallido de la burbuja financiera de 2008, aunque reconoce que aún queda trayecto para devolver a la clase media a los niveles previos a la crisis.
Como recetas, la demócrata apuesta por aumentar los impuestos a las rentas más altas para financiar algunos de los grandes ejes de sus propuestas: "Realizar la mayor inversión en infraestructura desde la II Guerra Mundial", ofrecer acceso gratuito a la educación universitaria para las familias de bajos ingresos e impulsar la formación profesional.
Clinton no se cansa de enmarcar a Trump dentro de la teoría económica responsable de la creación y estallido de la crisis debido a su énfasis en la rebaja de impuestos para los ricos, la desregulación financiera y la falta de supervisión estatal. "Solo busca beneficiar a millonarios como él mismo", subrayó la demócrata en un reciente mitin en Cleveland (Ohio). Para el magnate neoyorquino, en cambio, el principal problema es el excesivo peso del gobierno federal a la hora de regular la actividad empresarial, como es el caso del énfasis en las fuentes energéticas renovables que lo que hacen es, a su juicio, ahogar la iniciativa empresarial.
Por eso, Trump ha prometido rebajar los impuestos para todos los estadounidenses y "cancelar miles de millones en pagos a los programas de cambio climático de las Naciones Unidas" para respaldar proyectos domésticos. Su objetivo es devolver el impulso a los sectores minero y siderúrgico en estados que se han visto afectados por la reconversión industrial y golpeados por la globalización, como es el caso del "cinturón de óxido" de Ohio, Pensilvania, Indiana y Michigan y las cuencas del carbón de Kentucky, Virginia y Virginia Occidental.
Bajo el lema de "Volver a hacer a EEUU grande de nuevo", el republicano responsabilizó a la Administración Obama, de la que no se cansa de recordar que Clinton fue parte como secretaria de Estado, de destruir empleos estadounidenses y exportarlos a otras partes del mundo. Asimismo, Trump ha atacado una y otra vez una de las principales instituciones estadounidenses que siempre han tratado de mantenerse lejos de la arena política, la Reserva Federal (Fed), ya que considera que su excesivo y prolongado estímulo monetario con los tipos de interés cercanos a cero están creando "una nueva burbuja financiera".
Estas visiones, tan cercanas en ocasiones como el día y la noche, parecen solo tener un punto en común: el recelo ante los acuerdos comerciales internacionales y una inclinación hacia el proteccionismo. Tanto Trump como Clinton han prometido "retirar" al país del Tratado Comercial Transpacífico (TPP), firmado a comienzos de año por Obama y que engloba a 12 naciones de la cuenca del Pacífico. También aquí el republicano ha ido algo más lejos, y se ha comprometido a elevar las tarifas arancelarias para los productos procedentes de China y México, dos de los principales socios comerciales estadounidenses, y renegociar el acuerdo de libre comercio con México y Canadá.