Estados Unidos rompió sus relaciones diplomáticas con el Gobierno de Fidel Castro el 3 de enero de 1961 y, aunque la gota que colmó la copa del presidente Dwight D. Eisenhower fue una reducción inmediata del personal diplomático estadounidense ordenada por La Habana, la ruptura fue el fruto de un deterioro progresivo de las relaciones en el marco del acercamiento de Castro a la Unión Soviética y su radicalización ideológica en el apogeo de la Guerra Fría.
Aunque reconoció rápidamente al Gobierno revolucionario, Estados Unidos comenzó a preocuparse con las cerca de 500 condenas a muerte por fusilamiento dictadas por el nuevo régimen en juicios sin garantías procesales durante sus primeros meses.
En mayo de 1959 se promulga la Ley de Reforma Agraria, que prohíbe la tenencia de tierras por extranjeros y da paso a las primeras "nacionalizaciones" que afectaron a compañías estadounidenses. También se dispuso la presencia de interventores del Gobierno en las compañías de servicios públicos de propiedad estadounidense.
En octubre, el comandante de la revolución Hubert Matos renuncia a su puesto como jefe militar de la provincia de Camagüey, alegando una creciente influencia del comunismo en la revolución cubana.
En febrero de 1960 el canciller y viceprimer ministro soviético, Anastas Mikoyan, firmó en la capital cubana el primer convenio comercial Cuba-URSS, bajo el cual Moscú compraría por lo menos un millón de toneladas de azúcar cubana al año, a precios preferenciales, y le suministraría petróleo barato y con facilidades de pago, así como trigo, fertilizantes y maquinaria, aportando los barcos.
Mikoyan también reveló la concesión del primer crédito de Moscú para La Habana, por $100 millones. El primer embarque soviético de petróleo llegó a Cuba en abril y en mayo los dos países establecieron relaciones diplomáticas.
En junio, a instancias del Departamento de Estado, las principales empresas petroleras estadounidenses en la isla, Shell, Esso y Texaco, dejaron de refinar crudo soviético, a lo que Castro respondió con la expropiación de dichas plantas.
El presidente Eisenhower canceló, entonces, la mayor parte de la cuota azucarera cubana, que antes de 1960 era de unos tres millones de toneladas anuales o la mitad de la zafra.
Castro ordena "nacionalizar" todas las propiedades estadounidenses en Cuba e impone aranceles prohibitivos a las importaciones de productos norteamericanos. Fue, entonces, que nació la consigna antiamericana "Cuba sí, yanquis no".
Las expropiaciones de propiedades y bienes de ciudadanos y compañías estadounidenses en la isla han sido calculadas en entre $1.000 y $1.800 millones de la época. En la mayoría de los casos no fueron compensadas, a pesar de que el decreto de "nacionalización" de Castro reconocía ese derecho.
Fueron expropiadas fábricas, ingenios azucareros y tierras, compañías de servicios, hoteles y compañías comerciales mayoristas y minoristas, entre otros.
Eisenhower reaccionó a este despojo masivo imponiendo un embargo a todas las exportaciones estadounidenses a la isla, salvo las de alimentos y medicinas. Esto se hizo extensivo a las subsidiarias de compañías norteamericanas en otros países.
"Ike" eliminó asimismo por completo la cuota cubana de azúcar en el mercado estadounidense, que fue reasignada, y las exportaciones de petróleo a la isla. Además, los buques que transportaran carga hacia o desde Cuba no podrían transportar cargamentos financiados por Washington.
En su orden ejecutiva sobre la ruptura de relaciones con Cuba a comienzos del año siguiente, el presidente número 34 de Estados Unidos consignó que la limitación del personal diplomático era sólo la última "acción calculada" del Gobierno de Castro "en una larga serie de hostigamientos, acusaciones sin fundamento e injurias":
Declaración del Presidente sobre rompimiento de relaciones diplomáticas con Cuba, 3 de enero de 1961
Entre la 1 y las 2 de esta madrugada, el Gobierno de Cuba entregó al Encargado de Negocios interino de la Embajada de Estados Unidos en La Habana una nota indicando que el Gobierno cubano había decidido limitar a once personas el personal de nuestra Embajada y Consulado en La Habana. Se concedieron cuarenta y ocho horas para la salida del país de todo nuestro personal, con excepción de los once. Esta acción inusual por parte del Gobierno de Castro no puede tener otro propósito que el de hacer imposible la conducción de las relaciones diplomáticas normales con ese Gobierno.
Por consiguiente, he dado instrucciones al Secretario de Estado para que entregue una nota al Encargado de Negocios interino de Cuba en Washington, que se refiere a la demanda de su Gobierno, y afirma que el Gobierno de los Estados Unidos por este medio rompe formalmente las relaciones diplomáticas y consulares con el Gobierno de Cuba. Las copias de ambas notas se están poniendo a disposición de la prensa.
Esta acción calculada por parte del Gobierno de Castro es sólo la última de una larga serie de hostigamientos, acusaciones sin fundamento, e injurias. Hay un límite a lo que Estados Unidos, con respeto a sí mismo, puede soportar. Ya se ha llegado a ese límite. Nuestra amistad con el pueblo cubano no se verá afectada. Es mi esperanza y mi convicción que en un futuro no muy lejano será posible que la amistad histórica entre nosotros encuentre una vez más su reflejo en relaciones normales, de todo tipo. Mientras tanto, nuestra simpatía está con el pueblo de Cuba, que ahora sufre bajo el yugo de un dictador.