El exembajador de EE.UU. en Naciones Unidas Bill Richarson dio consejos a los congresistas estadounidenses sobre cómo negociar acuerdos políticos en base a su experiencia personal después de haber tenido que lidiar con “tipos malos”, entre otros sitios en Cuba.
En un artículo publicado en el diario The Washington Post titulado “Yo he logrado acuerdos con dictadores. Este es mi consejo al Congreso”, Richardson aborda el tema refiriéndose al actual estancamiento en las negociaciones políticas en EE.UU. sobre el presupuesto y el techo de la deuda.
Richardson, quien también fue secretario de Energía del presidente Bill Clinton (1998-2001) y gobernador en Nuevo México (2003-2011) señala que según lo que aprendió al tener que negociar con el régimen de La Habana uno tiene que “abstenerse" de hacer declaraciones públicas a deshora.
“Aprendí esta lección de la peor manera—dice—en 2011, cuando las autoridades cubanas inicialmente rehusaron liberar y entregarme al trabajador de la USAID Alan Gross, y fui ante las cámaras e insistí en que me estaba yendo de Cuba sin él”.
Cuatro días más tarde, agrega, me fui de la isla sin Gross. “Mi queja pública hizo que los cubanos estuvieran menos dispuestos a negociar; estaban claramente molestos de que había tratado de avergonzarlos. Gross sigue hoy en una prisión cubana”, subraya.
Richardson cita su anécdota cubana y otras vividas con dictadores africanos, con los talibanes en Afganistán, con Sadam Hussein, en Irak, y también en Corea del Norte y Sudán, para ilustrar cómo conseguir acuerdos incluso con “enemigos jurados”.
Según las recomendaciones del político, primero hay que incorporar a las negociaciones una tercera parte, un mediador, incluso mejor si son dos, y segundo, enfocarse en el potencial borrador del acuerdo ofreciendo algo que la contraparte quiere y necesita.
Como tercer punto, Richardson sugiere llevar a cabo todas las negociaciones a puerta cerrada, y hasta que se llegue a algún acuerdo abstenerse de hacer declaraciones en público que satisfagan a cada cual pero que solo consigan trabar a las dos partes en posiciones irreconciliables.
En un artículo publicado en el diario The Washington Post titulado “Yo he logrado acuerdos con dictadores. Este es mi consejo al Congreso”, Richardson aborda el tema refiriéndose al actual estancamiento en las negociaciones políticas en EE.UU. sobre el presupuesto y el techo de la deuda.
Richardson, quien también fue secretario de Energía del presidente Bill Clinton (1998-2001) y gobernador en Nuevo México (2003-2011) señala que según lo que aprendió al tener que negociar con el régimen de La Habana uno tiene que “abstenerse" de hacer declaraciones públicas a deshora.
“Aprendí esta lección de la peor manera—dice—en 2011, cuando las autoridades cubanas inicialmente rehusaron liberar y entregarme al trabajador de la USAID Alan Gross, y fui ante las cámaras e insistí en que me estaba yendo de Cuba sin él”.
Cuatro días más tarde, agrega, me fui de la isla sin Gross. “Mi queja pública hizo que los cubanos estuvieran menos dispuestos a negociar; estaban claramente molestos de que había tratado de avergonzarlos. Gross sigue hoy en una prisión cubana”, subraya.
Richardson cita su anécdota cubana y otras vividas con dictadores africanos, con los talibanes en Afganistán, con Sadam Hussein, en Irak, y también en Corea del Norte y Sudán, para ilustrar cómo conseguir acuerdos incluso con “enemigos jurados”.
Según las recomendaciones del político, primero hay que incorporar a las negociaciones una tercera parte, un mediador, incluso mejor si son dos, y segundo, enfocarse en el potencial borrador del acuerdo ofreciendo algo que la contraparte quiere y necesita.
Como tercer punto, Richardson sugiere llevar a cabo todas las negociaciones a puerta cerrada, y hasta que se llegue a algún acuerdo abstenerse de hacer declaraciones en público que satisfagan a cada cual pero que solo consigan trabar a las dos partes en posiciones irreconciliables.