Influir sobre ciertas personas para que viajen o regresen a Cuba, ya sea en plan familiar, turístico, laboral o sexual, es otra innegable estrategia del Gobierno de Raúl Castro para, entre otras cosas, atrapar la atención, una especie de marketing para mejorar su atractivo, usarnos a su favor y restar importancia al exilio.
No guardo reproches para con los compatriotas que deseen regresar, incluso después de ser vejados por un gobierno que les privó hasta de su condición de cubanos. Es normal, pero en tiempos de opinión, publicidad y comunicación, que "llevar de vuelta a cubanos que de alguna manera provocan un impacto relevante en el entorno político, social o económico" se convierta en prioridad del Gobierno.
Por eso, en un polémico texto publicado recientemente en el periódico Granma, se anuncia oficialmente que los galenos cubanos que han abandonado el país, o abandonaron misiones médicas, podrán regresar a Cuba, si así lo desean, reincorporarse al sistema nacional de Salud y, de paso, se les garantiza ubicación laboral en similares condiciones a las que tenían.
Se trata de una táctica vieja pero efectiva. La complejidad radica en distinguir a las personas o grupos de personas que deseen atraer. Con respecto a los profesionales de la Salud: si los médicos no quieren regresar a trabajar, la medida hará efecto boomerang en un país donde el éxodo no tiene freno y la carencia de especialistas en la materia es de mangas largas.
Los problemas se repiten en diferentes regiones, estados, ciudades y localidades; pero iguales soluciones no suelen dar idénticos resultados. En la década del 80, más de medio millón de chinos nacidos en China estudiaban fuera del país y, luego de una conveniente política gubernamental, casi un tercio de ellos regresó. El Gobierno fue directo y agresivo, seleccionó a más de 70.000 chinos de entre todos los que vivían fuera, los contactó por medio de enviados y les ofrecieron oportunidades a corto plazo para visitar China, les brindaron facilidades para trámites de repatriación y, en ciertos casos, hasta los hicieron sentir "ciudadanos privilegiados" con la promesa adicional de incentivos financieros para "recomenzar en casa". A mediados del 2001, Uruguay estableció una red similar con la esperanza de atraer a sus emigrantes ya educados; pero no resultó igual.
De hace un tiempo a la fecha, el Gobierno cubano pone en práctica el proyecto "Incubadora" que se centra en los descendientes de la cúpula de poder, y algunos acólitos, enviados a estudiar fuera de Cuba, incluido Estados Unidos, en campos relacionados con la tecnología y negocios. No los quiero mencionar, no es mi interés hacer daño ni organizar una cacería de brujas, solo diré que son jóvenes, separados de culpa filial pero muy bien adoctrinados, que están siendo preparados, no sé si decir "reparados", para que, básicamente, su regreso consiga tener una intención válida en la economía nacional.
El punto sensible o, al menos, el más vulnerable dentro de este estratégico programa que se me hace más costoso que el de la destartalada Planta Nuclear de Juraguá, es la imposibilidad que tiene el Gobierno cubano de ofrecer a ese grupo de muchachos, una vez graduados, condiciones confortables y salarios atractivos para estimular el regreso a una isla donde solo podrán disfrutar de los placeres epicúreos de su antigua vida. Las prioridades cambiaron.