Hillary Clinton está adelante en la mayoría de las encuestas a nivel nacional y pareciera liderar en suficientes estados clave como para llegar a la cifra mágica de 270 votos electorales que se necesita para ganar la presidencia.
Pero la distancia que Clinton había sacado hace dos semanas sobre su rival Donald Trump, de 10 y hasta 14 puntos, según algunas encuestas, se ha evaporado.
De pensar en dar la sorpresa en Texas, Arizona, Georgia y Utah —estados tradicionalmente republicanos— Clinton ahora lucha por mantener Michigan, Wisconsin, Colorado, Virginia, New Hampshire y Pennsylvania —estados que ya casi consideraba ganados.
Y qué decir de Florida y Carolina del Norte, estados que Trump debe ganar para ser presidente y que han sido un verdadero sube y baja en las encuestas.
En general, la tendencia de todas las encuestas y de los promedios de encuestas es hacia un evento sumamente reñido
¿Qué sucede entonces si Estados Unidos despierta el 9 de noviembre con otra elección no decidida, intensamente disputada? ¿Qué pasa si el resultado se decide en el ínfimo margen en uno o dos estados, un candidato pidiendo un recuento, el otro ante las cortes?
Sabemos lo que sucedió en el 2000, cuando la Corte Suprema, en votación de 5-4, selló efectivamente la elección en favor de George W. Bush.
Esa decisión controversial fue tomada por un tribunal de nueve jueces. Esta vez, hay solamente ocho jueces y la posibilidad de una votación empatada. Eso dejaría válido un fallo de un tribunal inferior, federal o estatal, sin un fallo definitivo del máximo tribunal de la nación.
"Sería como Bush v. Gore, con un giro", dijo un experto de ley electoral, el profesor Richard Hasen, de la Universidad de California en Irvine.
"Yo lo llamo un escenario de pesadilla", dijo Joshue Douglas, profesor de leyes de la Universidad de Kentucky.
Hace dieciséis años, la corte estuvo dividida 5 a 4 sobre si debía involucrarse en la decisión y entonces votó 5-4 para frenar un recuento ordenado por la corte de Florida. Los cinco jueces más conservadores estuvieron de parte del republicano Bush, mientras que los cuatro más liberales fallaron por Gore.
Las probabilidades de que la historia se repita en Florida y en otras partes son pocas. Pero es difícil descartar cualquier posibilidad, no importa cuán remota, en una apretada campaña en la que ya ha habido demandas demócratas sobre supresión de votos y acusaciones republicanas de que la elección será amañada.
La razón por la que la votación de la Corte Suprema es siquiera posible se deriva de otro aspecto de este inusual año electoral, la negativa de los republicanos en el senado para debatir la nominación por el presidente Barack Obama del juez Merrick Garland para cubrir la vacante dejada por la muerte de Antonin Scalia en febrero.
En la Corte ya hay un empate.
Esta nota fue publicada inicialmente en la Voz de América.