Mientras en la mañana del 27 de enero la presidenta brasileña Dilma Rousseff, inauguraba la primera fase del puerto del Mariel, a 45 kilómetros al oeste de La Habana, gigantescas grúas descargaban 500 contenedores de pollos procedentes de Estados Unidos.
Si usted visita el otrora diplomercado de Tercera y 70, Miramar, en sus anaqueles de refrescos observará botellas y latas de Coca-Cola, Fanta y Sprite, facturados por la empresa de Atlanta. No son los únicos productos gringos. También hay manzanas, arroz, M&M, chocolate Godiva, salsas Del Monte, pollos, pavos y champú Head & Shoulders elaborado en Cincinnati.
Muy cerca, en el Centro Comercial Comodoro, se pueden adquirir jeans Guess o chaquetas Levi's y calzado Reebok, Nike o New Balance. En la Farmacia Internacional, situada en el interior del hotel Habana Libre, Vedado, se pueden adquirir medicamentos Made in USA. Y en el departamento de productos electrónicos de la amplia y concurrida Plaza Comercial de Carlos III, se ofertan impresoras Hewlett Packard y componentes para ordenadores Dell.
Todos esos oasis cubanos de consumo, donde evidentemente no existe el embargo, tienen un denominador común: tienes que pagar en moneda dura. En ocasiones, a la población le han vendido, sin necesidad de mostrar la cartilla de racionamiento, arroz cosechado en Estados Unidos a 5 pesos (0,25 centavos de dólar) la libra.
Pero salgamos a la calle a conversar sobre el tema del embargo con gente de a pie. “Estoy tan cansada del bloqueo y sus justificaciones como de los gobernantes. El bloqueo es el pretexto perfecto para tapar las ineficiencias generadas por el mal trabajo del Estado”. Agustina, 51 años, maestra. “Se habla tanto del bloqueo que el tema se banaliza. No puedo creer que las calles repletas de baches, las tuberías de agua rotas y las casas necesitadas de pintura y reparación sea por culpa del bloqueo”. Norberto, 39 años, taxista.
“Es cierto que algunos medicamentos de última generación no se pueden comprar, por estar patentados por empresas estadounidenses. Pero cuando el gobierno quiere, los compras. Los antibióticos utilizados en el tratamiento de Hugo Chávez eran de Estados Unidos y en las 20 farmacias internacionales existentes en la capital venden medicamentos yanquis”. Olga, 48 años, cirujana.
“Por culpa del criminal bloqueo, Cuba no puede desarrollarse. Sin bloqueo, con cinco millones de turistas norteamericanos visitando el país y con créditos frescos, las calles estarían asfaltadas y los edificios no estuvieran en peligro de derrumbe”. Antonio, 67 años, militar jubilado.
“Desde la escuela primaria es la misma muela, que si el bloqueo tiene la culpa, bla, bla, bla... Sí, puede que sea injusto, pero en las tiendas por ‘fulas’ se pueden comprar alimentos, ropas y equipos hechos en Estados Unidos”. Yordana, 17 años, estudiante de preuniversitario.
“Con tantas manipulaciones, es difícil discernir la verdad de la mentira. Los distintos mandatarios estadounidenses no han atinado en su política de mantener el bloqueo. Los sistemas donde la ideología pesa más que la economía se cae por su propio peso, como en la antigua URSS o la RDA, ellos no estaban bloqueados. Que lo quiten, que esta mierda se va al garete en cinco años”. Rodolfo, 73 años, jubilado.
El tema del embargo es la excusa utilizada por el régimen para justificar su inoperancia. La autocracia verde olivo asevera que en estos 54 años de embargo, las pérdidas económicas se elevan a más de 100 mil millones de dólares.
En la isla, un alto porcentaje de la población está a favor de la derogación del embargo. Lo mismo ocurre en las filas de la disidencia, aunque hay opositores que apoyan su mantenimiento e inclusive su endurecimiento.
En 22 plebiscitos convocados por la ONU, la mayor parte de las naciones han votado por el fin del embargo. Pero, ojo, mucho de esos países también le piden al gobierno cubano que respete los derechos humanos. De cualquier modo, es el embargo financiero y comercial más prolongado de la historia moderna. Fue instaurado en 1962 por la administración de John Kennedy. Pero antes, en 1960, Eisenhower, de manera gradual aplicó algunas medidas restrictivas en la compra de azúcar cubana y el intercambio económico, como respuesta a la confiscación de propiedades de ciudadanos estadounidense por parte de Fidel Castro.
En 1992, el embargo adquirió carácter de ley con el propósito de mantener las sanciones económicas contra Cuba. Según lo recogido en el Cuban Democracy Act, estas sanciones continuarían mientras el gobierno de Castro se negara a dar pasos “hacia la democratización y mostrara más respeto por los derechos humanos”.
El embargo solo impide las transacciones económicas y financieras de Estados Unidos a Cuba. El 12 de marzo de 1996, el presidente Clinton firmó la Ley Helms- Burton. Esta Ley le dio una nueva vuelta de rosca al embargo comercial, debido al derribo por aviones Mig-23 de la fuerza aérea cubana, de dos avionetas privadas -según algunas fuentes en aguas internacionales- del grupo Hermanos al Rescate, radicado en Miami, que lanzaban octavillas antigubernamentales en La Habana.
En 1999, Clinton amplió el radio de acción de las sanciones, prohibiendo a filiales estadounidenses vender a Cuba valores superiores a los 700 millones de dólares anuales.
En 2008, tras el paso de dos devastadores ciclones por la isla, George W. Bush permitió el comercio de alimentos y medicinas, pagando en efectivo. A partir de esa fecha, Estados Unidos se convirtió en esencial socio comercial de Cuba en materia de alimentos. Es hoy día el primer suministrador de alimentos y productos agrícolas. Estados Unidos vende el 90% del arroz que el país importa y entre el 60 y el 70% de todos los productos que consume.
Por diversas razones, el embargo ha sido inefectivo. La principal, que no ha traído democracia, respeto por los derechos humanos y políticos ni libertad de expresión. Todo lo contrario.
A pesar del embargo, en Cuba se venden productos estadounidenses en tiendas recaudadoras de divisas. Es un coladero. Tiene más agujeros que un queso francés roquefort.
Que por la libre y en moneda nacional no se venda carne de res o la zafra azucarera sea ineficiente, no es culpa del embargo. Aunque los Castro, hábilmente, intentan incluir todo en el mismo paquete.
Si usted visita el otrora diplomercado de Tercera y 70, Miramar, en sus anaqueles de refrescos observará botellas y latas de Coca-Cola, Fanta y Sprite, facturados por la empresa de Atlanta. No son los únicos productos gringos. También hay manzanas, arroz, M&M, chocolate Godiva, salsas Del Monte, pollos, pavos y champú Head & Shoulders elaborado en Cincinnati.
Muy cerca, en el Centro Comercial Comodoro, se pueden adquirir jeans Guess o chaquetas Levi's y calzado Reebok, Nike o New Balance. En la Farmacia Internacional, situada en el interior del hotel Habana Libre, Vedado, se pueden adquirir medicamentos Made in USA. Y en el departamento de productos electrónicos de la amplia y concurrida Plaza Comercial de Carlos III, se ofertan impresoras Hewlett Packard y componentes para ordenadores Dell.
Todos esos oasis cubanos de consumo, donde evidentemente no existe el embargo, tienen un denominador común: tienes que pagar en moneda dura. En ocasiones, a la población le han vendido, sin necesidad de mostrar la cartilla de racionamiento, arroz cosechado en Estados Unidos a 5 pesos (0,25 centavos de dólar) la libra.
Pero salgamos a la calle a conversar sobre el tema del embargo con gente de a pie. “Estoy tan cansada del bloqueo y sus justificaciones como de los gobernantes. El bloqueo es el pretexto perfecto para tapar las ineficiencias generadas por el mal trabajo del Estado”. Agustina, 51 años, maestra. “Se habla tanto del bloqueo que el tema se banaliza. No puedo creer que las calles repletas de baches, las tuberías de agua rotas y las casas necesitadas de pintura y reparación sea por culpa del bloqueo”. Norberto, 39 años, taxista.
“Es cierto que algunos medicamentos de última generación no se pueden comprar, por estar patentados por empresas estadounidenses. Pero cuando el gobierno quiere, los compras. Los antibióticos utilizados en el tratamiento de Hugo Chávez eran de Estados Unidos y en las 20 farmacias internacionales existentes en la capital venden medicamentos yanquis”. Olga, 48 años, cirujana.
“Por culpa del criminal bloqueo, Cuba no puede desarrollarse. Sin bloqueo, con cinco millones de turistas norteamericanos visitando el país y con créditos frescos, las calles estarían asfaltadas y los edificios no estuvieran en peligro de derrumbe”. Antonio, 67 años, militar jubilado.
“Desde la escuela primaria es la misma muela, que si el bloqueo tiene la culpa, bla, bla, bla... Sí, puede que sea injusto, pero en las tiendas por ‘fulas’ se pueden comprar alimentos, ropas y equipos hechos en Estados Unidos”. Yordana, 17 años, estudiante de preuniversitario.
“Con tantas manipulaciones, es difícil discernir la verdad de la mentira. Los distintos mandatarios estadounidenses no han atinado en su política de mantener el bloqueo. Los sistemas donde la ideología pesa más que la economía se cae por su propio peso, como en la antigua URSS o la RDA, ellos no estaban bloqueados. Que lo quiten, que esta mierda se va al garete en cinco años”. Rodolfo, 73 años, jubilado.
El tema del embargo es la excusa utilizada por el régimen para justificar su inoperancia. La autocracia verde olivo asevera que en estos 54 años de embargo, las pérdidas económicas se elevan a más de 100 mil millones de dólares.
En la isla, un alto porcentaje de la población está a favor de la derogación del embargo. Lo mismo ocurre en las filas de la disidencia, aunque hay opositores que apoyan su mantenimiento e inclusive su endurecimiento.
En 22 plebiscitos convocados por la ONU, la mayor parte de las naciones han votado por el fin del embargo. Pero, ojo, mucho de esos países también le piden al gobierno cubano que respete los derechos humanos. De cualquier modo, es el embargo financiero y comercial más prolongado de la historia moderna. Fue instaurado en 1962 por la administración de John Kennedy. Pero antes, en 1960, Eisenhower, de manera gradual aplicó algunas medidas restrictivas en la compra de azúcar cubana y el intercambio económico, como respuesta a la confiscación de propiedades de ciudadanos estadounidense por parte de Fidel Castro.
En 1992, el embargo adquirió carácter de ley con el propósito de mantener las sanciones económicas contra Cuba. Según lo recogido en el Cuban Democracy Act, estas sanciones continuarían mientras el gobierno de Castro se negara a dar pasos “hacia la democratización y mostrara más respeto por los derechos humanos”.
El embargo solo impide las transacciones económicas y financieras de Estados Unidos a Cuba. El 12 de marzo de 1996, el presidente Clinton firmó la Ley Helms- Burton. Esta Ley le dio una nueva vuelta de rosca al embargo comercial, debido al derribo por aviones Mig-23 de la fuerza aérea cubana, de dos avionetas privadas -según algunas fuentes en aguas internacionales- del grupo Hermanos al Rescate, radicado en Miami, que lanzaban octavillas antigubernamentales en La Habana.
En 1999, Clinton amplió el radio de acción de las sanciones, prohibiendo a filiales estadounidenses vender a Cuba valores superiores a los 700 millones de dólares anuales.
En 2008, tras el paso de dos devastadores ciclones por la isla, George W. Bush permitió el comercio de alimentos y medicinas, pagando en efectivo. A partir de esa fecha, Estados Unidos se convirtió en esencial socio comercial de Cuba en materia de alimentos. Es hoy día el primer suministrador de alimentos y productos agrícolas. Estados Unidos vende el 90% del arroz que el país importa y entre el 60 y el 70% de todos los productos que consume.
Por diversas razones, el embargo ha sido inefectivo. La principal, que no ha traído democracia, respeto por los derechos humanos y políticos ni libertad de expresión. Todo lo contrario.
A pesar del embargo, en Cuba se venden productos estadounidenses en tiendas recaudadoras de divisas. Es un coladero. Tiene más agujeros que un queso francés roquefort.
Que por la libre y en moneda nacional no se venda carne de res o la zafra azucarera sea ineficiente, no es culpa del embargo. Aunque los Castro, hábilmente, intentan incluir todo en el mismo paquete.