Es raro ser reconocido como pintor y matemático, o tal vez no, porque a los pintores les complace más la aceptación en el arte y no en las cuentas. Pero esas poco parecidas confluencias entre las ciencias y el arte se dan entre muchos seres humanos. Nada malo tiene esa dicotomía.
El cubano Emilio Héctor Rodríguez, aprendió a pintar desde joven, casi al parejo de sus cálculos; hoy ya está retirado de esto último.
“Una tía de España que visita a Cuba trae un catálogo del Museo del Prado, me pongo a verlo y a partir de este interés que ella ve en mí, me lo regala, y a partir de este catálogo yo empiezo a aprender los nombres de los pintores de las grandes obras que estaban en los museos”.
Tuvo que ser impactante para un joven cubano la tenencia en sus manos de un catálogo del Prado. Este museo es considerado entre los más importantes del mundo. Del gran Francisco de Goya están representadas muchas de sus obras, así como de Velázquez, el Greco, Rafael, entre otros genios del pincel.
Corría el año 1953 cuando la familia de Emilio Héctor se muda de su colonial Sancti Spíritus a La Habana. Estudió en el Instituto Preuniversitario de Marianao, participó en talleres patrocinados por San Alejandro Arts Academy. Entre 1969 y 1970 trabajó bajo la dirección del pintor cubano Jesús Antonio Valdovino Díaz en un centro de artes visuales dirigido por el Consejo Nacional de Cultura ubicado en El Vedado.
Por ese entonces la matemática estaba por llegar. En 1971 se matriculó en la Universidad de La Habana para estudiar Matemáticas Puras, pero después de dos años cambió el campo a Ciencias de la Computación, obteniendo su título en 1976.
“El hecho de estudiar matemáticas me lleva a tener un concepto de lo que es la abstracción en el pensamiento, creo que ha sido la influencia principal que me llevó a hacer la pintura abstracta”.
Por sus obras abstractas pasa una narrativa religiosa recurrente.
“Yo soy católico practicante, he hecho tres series inspiradas en temas de la Biblia”…“Son mensajes que los recibe cualquier ser humano, sea cristiano, sea judío, sea musulmán, sea budista, o incluso no creyente”.
Es de suponer que los pintores tengan sus preferidos, esos colegas del pincel a los que se les admira y reverencia.
“Cuando uno está enfrente de una obra que es genuina, no importa si es de un gran maestro o de un pintor emergente… si la obra es genuina y se ha puesto el corazón en hacerla, digo que cuando estoy en frente de ella es mi obra favorita y mi pintor favorito”.
Emilio Héctor ha participado en los talleres de los pintores y profesores cubanoamericanos Baruj Salinas y Yovani Bauta en el Miami Dade College. Su trabajo se puede encontrar en colecciones públicas y privadas en Florida, así como en otros estados y países de América del Sur, Europa y Asia.