La afortunada idea del escritor y periodista Silvio Mancha de celebrar el Encuentro del Libro Cubano Exiliado fructificó en dos intensas jornadas en las que se conocieron autores, se intercambiaron obras y se discutió sobre las creaciones literarias sobre Cuba y lo cubano.
Mancha compartió la idea con el novelista José Antonio Albertini, los editores Juan Manuel Salvat y Ángel de Fana, el poeta Ángel Cuadra y los escritores May Betancourt, Manuel C. Díaz, Andrés Hernández Alende, Alberto Muller y con este columnista. Al grupo se sumaron otras personas, entre ellas la doctora Rosa Leonor Whitmarsh y Jorge Grave de Peralta, que el día que se hizo público el proyecto se comprometió a crear un blog en el que colocó toda la información sobre la actividad.
El trabajo empezó y por más de año y medio se estuvo cocinando un evento que en la opinión de muchos no tiene precedentes, por el hecho específico de que se reunieron autores y obras que no han sido publicadas ni leídas en su país de origen, no por la voluntad de sus creadores sino porque la dictadura imperante en la isla lo ha impedido.
El Encuentro tenía un gran propósito y es que por medio del libro, uno de los fundamentos de la civilización, producir una cita magna en la que se reiterara la voluntad de mantener vivas las tradiciones más trascendentes de la nación cubana, junto al compromiso de seguir bregando, con la literatura como arma, por la libertad, la democracia y la soberanía personal de cada cubano.
Otra querencia era una relación de autores cubanos en el exilio, junto a las obras de cada uno. Un inventario creativo en el que no falten escritores y poetas que, a pesar de los retos de iniciar una nueva vida, cumplieron con su afán de exponer ideas, resultados y sentimientos y, por supuesto, darle una oportunidad a la última generación de escritores exiliados para que divulguen sus obras y compartan con otros autores.
Participaron cerca de dos centenares de escritores que cultivan diferentes géneros literarios. Se contó con la presencia física de más de mil títulos, algunos de cuyos autores han muerto; entre ellos, Enrique Ros, a quien se dedicó el encuentro; Monseñor Eduardo Bosa Masvidal, Reinaldo Arenas, Guillermo Cabrera Infante, Pura del Prado, Ana Rosa Núñez, Severo Sarduy y José Duarte Oropesa. A los que habría que sumar una penosa y extensa relación de hombres y mujeres cuyos restos descansan, al igual que sus libros, lejos de las costas cubanas y que si circulan en la isla lo hacen clandestinamente, como el amor que todos ellos sintieron por su país.
Otra singularidad de este encuentro organizado por un grupo de personas sin experiencias en la materia y con escasos recursos, fue atraer a escritores jóvenes comprometidos a continuar cultivando las tradiciones cubanas; también denunciar los abusos constantes y sistemáticos de la dictadura contra el pueblo y, en particular, contra los activistas que recurren al arte para demandar que sus derechos ciudadanos sean respetados.
Por otra parte, 56 años de censura y represión no han impedido que cientos de cubanos hayan escrito prosa o poesía en Cuba. Ejemplos sobran. El novelista José Antonio Albertini escribió Tierras de extraño; el también novelista Armando de Armas creó la obra crítica La tabla y el joven Luis Felipe Rojas Rosabal pudo ver impreso su poemario Para dar de comer al perro de pelea solo cuando, con pesar y dolor, abandonó su patria.
El conteo final. La conclusión al terminar este empeño es que todo salió bien, que superó las más optimistas expectativas de los organizadores, pero que también hubo situaciones que deben ser reformuladas.
Por ejemplo, hay que dejar un espacio físico y tiempo para debates públicos, para coloquios entre autores y asistentes y que la fraterna más cercana al libro, la música, también demanda condiciones especiales, porque tanto el joven violinista Ángel Enrique Pardo-Núñez, como el cantautor Hugo Sánchez, merecen toda la atención de quienes los escuchen.
El Encuentro del Libro Cubano Exiliado es ya un compromiso y en consecuencia se inició la marcha, sin fecha todavía, de rendirle tributo a Juan Clark, otro investigador y creador también excepcional, profesor y sociólogo, autor de Cuba: Mito y realidad. Testimonios de un pueblo, entre otros.
Clark y Ros son dos autores imprescindibles para aquellos que quieren investigar y trabajar los asuntos cubanos. Ambos combatieron la dictadura arriesgando sus vidas en la isla y la siguieron enfrentando en el exilio con dedicación y talento.
Con estas actividades y el trabajo de las nuevas generaciones, se honra la memoria de todos los creadores cubanos desaparecidos en el destierro.