La alternativa a la vieja corrupción política y al desmantelamiento del período de bienestar español ya está en la calle. Se llama Podemos, un nuevo partido que, para sorpresa de muchos, obtuvo varios escaños en las elecciones parlamentarias de la Comunidad Económica Europea. Es un partido de izquierda, pero no tan ligth como el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) que, luego de gobernar alternativamente el país con la derecha, ahora está en crisis total.
Podemos no es moderado con la propaganda comunista sino que la utiliza a mansalva para recoger adeptos (dígase desencantados de eso que en España se ha dado en llamar Transición y que parecía infinita). Lo tenía fácil esta nueva agrupación, la verdad hay que decirla. España se había inflado sobremanera desde los primeros años 2000 y lo peor es que no tenía con qué responder cuando reventara la burbuja, como efectivamente sucedió.
Los tradicionales "picaresca" y "enchufe" –este último término relacionado muy peligrosamente con la cantidad de personas que ocupaban puestos de trabajo sin estar calificados para ellos– no son nada al lado de la escandalosa corrupción que tanto el PSOE como el Partido Popular (PP) llevaban años ejerciendo.
La sangría en un país tan bello que había crecido mucho desde los años 80 no se hizo esperar. Cientos de miles de personas pierden sus viviendas, no hallan respaldo de gobierno alguno y unos cuantos terminan literalmente suicidándose. La mayoría de los jóvenes –como en décadas anteriores– comienza a poner sus ojos en la emigración económica. Los comercios bajan persianas; las pequeñas y medianas empresas se enredan en impagos que tampoco encuentran solución. Ni siquiera los ayuntamientos pueden pagar deudas a empresarios particulares.
Entonces, la gente busca representatividad y la encuentra en Podemos, sin reparar talvez en sus símbolos, o reparando en ellos pero quitándole peso a la historia de esos símbolos. El ser humano suele mirarse el ombligo con cierta frecuencia.
La pregunta es si habrá que entender a esa gente. Los que hemos vivido bajo un régimen comunista sabemos de qué va el paño; sabemos lo inviable que es económicamente ese sistema político. Visto lo visto (este último fin de semana Podemos realizó una asamblea popular y se le abarrotó la plaza, según da cuenta un medio de prensa español), desde la vivencia misma solo podemos alertar que tengan cuidado con el liderazgo, con el culto a la personalidad, con el manejo de las libertades que puedan ejercer los partidos comunistas.
España está enredada entre la monarquía –que no deja de ser caudillista– y dos repúblicas que aplacaron a caudillos pero a la vez quemaron iglesias y expropiaron a particulares.
La llegada de Podemos al parlamento europeo y español en particular talvez quiera decir que vuelven los rojos.
Desde nuestro punto de vista, España, ahora mismo, se encandila con el viejo truco de una falsa representatividad popular.
Pero recordemos: Si el llamado Partido Popular español, conservador, no es en realidad popular, y además de eso nadie cuestiona su nombre, ¿qué esperar de un partido como Podemos que se presenta con símbolos comunistas en un contexto histórico mundial muy bien enterado de lo que significa ser "rojo", o pregonar como "rojo"?
Seguramente, la respuesta sería: "un cambio". Pero ¿hacia qué paraje?