Muchos periódicos serios no han tenido el conflicto ético de publicarla, aunque la foto pudiera perseguirnos durante mucho tiempo, o durante el resto de la vida. El dramatismo que trasmite esta imagen, la soledad de la escena que se nos instala, el dolor inmediato, más, supongo, para los que tenemos hijos, es tema de conversación en las cuatro esquinas del mundo.
Y uno se pregunta si es necesario este dolor. Claro que sí, es importante sentirlo para tomar conciencia definitivamente del drama que está viviendo Europa a través de cuatro millones de refugiados de guerra que se ha marchado de su país, a cuenta y riesgo.
La crisis humanitaria de emigración más grande desde la II Guerra Mundial está sucediendo ahora. Los países de destino tendrán que asimilar a los migrantes, no queda otra. No pueden, o no deben, voltear la cara. Muchos de los que arriesgan su vida en el trayecto, a través del Mediterráneo, han dicho que prefieren este riesgo a una muerte segura en su país, ya sea por la guerra –que va durando cuatro años- o por la ausencia de expectativas que los sume en la pobreza.
El poder adquisitivo de los sirios ha descendido tres cuartas partes. El avance de radicales del Estado Islámico, por un lado, y la tozudez del dictador Bashar Al-Asad, por el otro, los mantiene en un callejón sin salida. No les queda otra vía que marchar a la aventura. Muchas veces pensamos en la irresponsabilidad de lanzarse al mar familias enteras, pero enseguida viene a la mente que también sería irresponsable permanecer con sus hijos en un terreno donde caen bombas. Es un drama y Europa tiene que colaborar. De hecho, ya lo están haciendo los gobiernos, pero falta la conciencia de la sociedad.
Esta foto tal vez podría movilizarla. Nadie que se tropiece con ella puede olvidarla. Ese niño se llamaba Aylan Kurdi y tenía tres años. El agente turco que lo carga en brazos debe afrontar el trauma, por muy profesional que sea. No es cuestión de profesionalidad, sino de una crisis humanitaria que Europa no fue capaz de prever.
Seguramente esta imagen, que ya moviliza las redes sociales en todo el mundo, obligará a Europa a ampliar sus rutinas de salvamento. La otra foto durísima que publicó el diario español El País en portada era la de centenares de náufragos en el Mediterráneo, gente que esperaba por ser socorrida. Si aquella muchedumbre flotando era dramática, una sola persona, mejor dicho, dos, un niño muerto y un socorrista, sería el resumen de la crisis y de lo que queda por llegar.
Los islandeses quieren abrir sus puertas a los refugiados sirios. Existe un video que lo explica. Los demás ciudadanos europeos deberían tomar nota para ayudarnos a solventar la terrible imagen del niño muerto en la playa.
Aunque duela, no existe otra posibilidad mejor para entender este drama que mostrar la foto. En eso coincidimos con los editores de periódicos. La ética comienza por salvar vidas. Y termina con el respeto a las personas.