El papa Francisco cumplió este viernes una agotadora agenda en Nueva York que comenzó con su discurso en Naciones Unidas, pasando por la solemnidad de la Zona Cero, las carencias del barrio latino de Manhattan y un recorrido por el Parque Central, para concluir con una multitudinaria misa celebrada en el Madison Square Garden.
En la Zona Cero, Francisco rindió homenaje a las víctimas de los ataques terroristas contra las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001, con una oración en silencio ante los espejos de agua donde antes se alzaban las torres. Colocó una rosa blanca en el borde de los espejos, donde están inscritos los nombres de 3.000 víctimas de los ataques y se reunió con algunos de sus familiares.
Después de visitar el Memorial de la Zona Cero y de saludar a las familias de las víctimas, participó en un emocionante encuentro interreligioso donde se leyeron cinco meditaciones por la paz.
"Me produce distintos sentimientos, emociones, estar en la Zona Cero donde miles de vidas fueron arrebatadas en un acto insensato de destrucción. Aquí el dolor es palpable", dijo el Papa.
"Aquí, en medio del dolor lacerante, podemos palpar la capacidad de bondad heroica de la que es capaz también el ser humano, la fuerza oculta a la que siempre debemos apelar. En el momento de mayor dolor, sufrimiento, ustedes fueron testigos de los mayores actos de entrega y ayuda. Manos tendidas, vidas entregadas. En una metrópoli que puede parecer impersonal, anónima, de grandes soledades, fueron capaces de mostrar la potente solidaridad de la mutua ayuda, del amor y del sacrificio personal. En ese momento no era una cuestión de sangre, de origen, de barrio, de religión o de opción política; era cuestión de solidaridad, de emergencia, de hermandad. Era cuestión de humanidad", afirmó.
El servicio se realizó en un salón junto a un muro de contención de aguas que pasó a ser símbolo de la fortaleza de los neoyorquinos al no ser derrumbado por el ataque.
El papa Francisco protagonizó un emotivo encuentro con niños e inmigrantes latinoamericanos en una visita a la escuela católica Nuestra Señora Reina de los Ángeles de East Harlem.
Acompañado por el arzobispo de Nueva York Timothy Dolan, el Papa ingresó a un aula de la escuela donde lo esperaban responsables de varias escuelas y estudiantes, que comenzaron a cantar al verlo llegar. Seis estudiantes de cada una de las escuelas católicas de Nueva York junto a 24 estudiantes de cuarto grado de Nuestra Señora Reina de los Ángeles se reunieron con el Papa a quien le presentaron proyectos confeccionados para la ocasión.
La escuela está auspiciada por la Alianza para la Educación de la Ciudad, que ayuda a 2.100 estudiantes en escuelas católicas en el Bronx y en Harlem, con el 70% de asistencia financiera y comida gratuita.
Essa Nahshal, un niño musulmán de siete años, hijo de yemeníes que asiste a la escuela Charles Barromeo, en el norte de Manhattan, mostró a Francisco en una pantalla un proyecto sobre ecología en el que trabaja en su colegio, mientras el Sumo Pontífice lo tomaba de la mano.
El papa Francisco recordó al premio Nobel de la paz Martin Luther King durante unas breves palabras dirigidas a los estudiantes. "Él dijo un día: 'tengo un sueño'. Él soñó que muchos niños, muchas personas tuvieran igualdad de oportunidades. Él soñó que muchos niños como ustedes tuvieran acceso a la educación. Es hermoso tener sueños y poder luchar por ellos", les dijo.
"Hoy queremos seguir soñando y celebramos todas las oportunidades que, tanto a ustedes como a nosotros los grandes, nos permiten no perder la esperanza en un mundo mejor, con mayores posibilidades", dijo el Papa a los estudiantes.
A continuación, el Papa estuvo con menores inmigrantes no acompañados que reciben apoyo de Caritas, y que demostraron sus habilidades con un balón de fútbol, ante su atenta mirada. Varios inmigrantes latinoamericanos se acercaron luego a Francisco y le entregaron obsequios, entre ellos un casco de obrero de la construcción.
El Papa hizo un recorrido por el Parque Central, donde lo vitorearon unas 80.000 personas, antes de continuar viaje hacia el Madison Square Garden para oficiar misa ante 20.000 personas.
Francisco entró al emblemático recinto neoyorkino en un carrito de golf que dio la vuelta al ruedo, mientras la multitud gritaba a su paso, en lo que algunos medios han descrito como una reacción similar a la que reciben las estrellas de rock o los atletas y no a la manera de los líderes religiosos.
"Vivir en una ciudad es algo bastante complejo… es un contexto pluricultural con grandes vacíos no fases de resolver", dijo el Papa en su homilía en la cual se refirió a "la diversidad de culturas, historias, y tradiciones" que se mezclan en la grandes ciudades.
"Las grandes ciudades esconden el rostro de tantos que parecen no tener ciudadanía o ser ciudadanos de segunda categoría", dijo el Papa en una clara referencia a los marginados y menos favorecidos que sobreviven en las grandes capitales de la sociedad moderna. "En las grandes ciudades, bajo el ruido ensordecedor del tránsito, viven los extranjeros, sus hijos, los privados de seguros médicos, los sin techo, los ancianos solos, quedando al borde de nuestras calles, en nuestras veredas en un anonimato ensordecedor".
En las grandes ciudades, señaló Francisco, esta presencia "se convierte en un paisaje urbano que lentamente se va naturalizando ante nuestros ojos, especialmente en nuestro corazón".
El Papa subrayó que, a pesar de esas realidades, la fe del cristiano "es una esperanza que nos invita a ver en medio del smog, la presencia de Dios que sigue caminando en nuestra ciudad".