Hace varios años, el historiador Juan Benemelis me contó una experiencia que lo marcara definitivamente.
Estaba sentado a la mesa de un cafetín, de esos que abundan en las mágicas calles de Praga, esperando a la camarera para ordenar un café con el que acompañar la espera cuando, de pronto, todos los presentes, jóvenes y mayores, se pusieron de pie, aplaudiendo e inclinando la cabeza en señal de reconocimiento y respeto, incluso el personal de servicio se detuvo, sumándose a la solemnidad del momento.
Al cafetín acaba de entrar el escritor Milan Kundera quien, a su vez inclinó la cabeza, agradecido, devolviendo el saludo. Años después, Kundera ganaría el Premio Nobel de Literatura.
Es que, pienso –comenté emocionada- que la madurez de los pueblos se hace presente cuando reconocen y respetan a sus poetas, escritores, intelectuales, artistas en general, en definitivas, esos son sus voceros, sus mensajeros en la eternidad.
La anécdota me vino a la cabeza al encontrar, husmeando por Facebook, este post, donde el cineasta salvadoreño Jorge Dalton cuenta la experiencia de sus fracasos cada vez que ha tratado de entrar a la Casa Museo José Lezama Lima, donde viviera y muriera el autor de la novela Paradiso, el más grande entre los grandes escritores y poetas cubanos, humillado e ignorado en vida; condenado al ostracismo aún después de muerto.
"¡¡¡Venduta en las afueras de la casa del poeta José Lezama Lima!!!! ¡¡¡COGE TU BLUMER AQUI!!! Afuera de la casa de uno de los monumentos literarios más grandes que ha dado Cuba e Iberoamérica.
Una casa museo que de las tantas veces que he ido, nunca he podido entrar. Una vez no había luz, otra vez la encargada del museo estaba enferma y no fue. Otra vez había ido almorzar, otra que a merendar, otra que se había dado un saltico hasta el bulevar pues en una tienda habían sacado blúmer, talcos, jugos de cajita y galleticas de soda. Otra vez el museo lo estaban limpiando y cuando dije: “Ok yo espero a que terminen de limpiar” y la encargada me dijo moviendo la cabeza como si fuera un péndulo de manera ipso facto: ¡Niño, que vá, hoy vienen a fumigar en contra del "aedesss eyiti" y vamos a cerrar mijito, así que yo te aconsejo que vengas mañana!!!. Entonces pasaron una, dos,tres, cuatro,cinco, sies, siete semanas y fui de nuevo y la encargada se había ido hacer otra cola en Galiano.
La cosa es que hoy por la mañana, han colocado un chinchal, un timbiriche estatal en la misma cera, al lado de la puerta de la casa del poeta, que venden detergente, blumers, colgaderas plasticas, jabones y otras cosas del mercado que a lo mejor la encargada del museo ya no tenga que alejarse tanto y voy a ver si tengo chance de ir y visitar por fin, la casa del Gordo Lezama para que no esté tan sola. “Y si alguno piensa que exagero, quedará preso de los desastres, del demonio y de los círculos infernales.“