Evito utilizar palabras procedentes de otros idiomas en mis textos, a no ser que esas palabras no encuentren pares en español, o, si los encuentran, que éstos no alcancen a sugerir lo que esas palabras foráneas sugieren, ni a exhibir la misma belleza ortográfica, ni a gozar de igual eufonía. Hay palabras que de sólo mirarlas u oírlas enamoran: palabras con ángel, y el ángel no es transferible.
Un ejemplo: voyeur, voz procedente del francés. Ante ella, la palabra mirón resulta grosera, y rascabuchador (un cubanismo), arbitraria. Nada debería tener que ver el verbo rascabuchar con el acto de observar a hurtadillas, como advirtió Fernando Ortiz. El placer del voyeur radica en contemplar lo que sucede ante él sin involucrarse en la acción, y si es por una rendija, el ojo de una cerradura o entre los paños de un cortinaje o las tablillas de una persiana, mejor. El placer del rascabuchador, si de ser fiel al vocablo se tratara, debería provenir de toquetear los pechos de una dama, no de espiarla cuando está desnuda o desfoga su sexualidad.
Sergio de los Reyes (Cuba, 1978), poeta y fotógrafo residente en Toronto, tituló uno de sus libros Elsewhere, palabra procedente del inglés. Durante una conversación radiofónica convenimos en que ninguna palabra o frase en español, idioma en el que están escritos sus versos, irradia una sensación de lejanía y extrañeza comparable a Elsewhere.
La palabra, cuya traducción más común sería en otro sitio, en otra parte o en otro lugar, transmite, por sí sola, una idea de indeterminación cuyo alcance excede lo geográfico y parece abarcar realidades tan enigmáticas como la muerte. Imposible, asimismo, ser indiferente a la lindura física y sonora de esta palabra. Sergio de los Reyes habla de ella como si, al articularla, lo transportara.
En 2013, The Oxford English Dictionary, biblia de los devotos del idioma inglés, escogió selfie como la palabra del año, ninguna le aventajaba en popularidad, una popularidad que excedía las fronteras de los países angloparlantes. Su definición puede hallarse en el propio Diccionario: “fotografía que se toma uno mismo, por lo general con un teléfono inteligente, tableta o cámara web, y que suele compartirse en las redes sociales”.
Traté de encontrarle par en español y ninguna me resultó tan simpática. Autorretrato y autofoto -sus traducciones más justas- son unas pedantes. Ni siquiera selfi, neologismo autorizado, logra aprehender la gracia del vocablo inglés: desprovista de la "e" final, selfí es una adolescente egoísta que, al soplarse, deja la nariz en el pañuelo; es Alfie, la preciosa canción de Burt Bacharach, despojada de sus últimos compases.
La palabra selfie merece todos los honores, y el más alto de ellos no ha sido su reconocimiento por The Oxford English Dictionary sino su incorporación a un haiku de Eduardo Zambrano (México, 1960) escrito recientemente. No recuerdo selfie más hermoso:
"Selfie con luna la nube soy yo, la luna es la luna"Toda la enjundia del poema irradia de su segundo verso, donde Zambrano, que se ha retratado con la luna al fondo, descubre que sólo ella es exacta a sí misma en la fotografía que acaban de tomarse, y él, apenas un borrón, un estado de ánimo oscuro e inestable que atenta contra la serenidad del cielo.