Por internet corre un video en el que se observa un hombre de origen griego que invita, en plena calle, a una especie de plebiscito simbólico mediante una danza típica. Los transeúntes se van sumando a la acción, que podría ser perfectamente un flashmob filmado a conciencia y organizado a cabalidad, aunque en apariencia es la espontaneidad del viandante la que impacta y va directo a los sentimientos de cualquiera que pueda mirar la gestión plástica, allende los mares.
El asunto es que el video, filmado en un barrio griego de Toronto hace un par de años, expresa sin palabras lo que se estaría jugando Grecia si cae en desgracia total, si la Comunidad Europea prescinde de ese país como miembro y deja de inyectarle dinero, como viene haciendo en los últimos años. Grecia estaría desprotegiendo parte de su historia, parte de su cultura y parte de su potencial turístico. Un desastre.
El Fondo Monetario Internacional confirmó que el país helénico no pagó los 1.600 millones que adeuda, cuyo plazo expiraba este martes último por la noche. Mientras, Alexis Tsipras ha solicitado un tercer rescate del país con ayuda de la Comunidad Económica Europea pero sin participación del FMI. El Eurogrupo está negado a concederlo mientras el primer ministro griego mantenga en pie la consulta popular (un referéndum) que tendrá lugar este domingo, una camisa de fuerza que desde el punto de vista de Tsipras estaría expresando no su voluntad, sino la de todo un país. Si el pueblo decide continuar en la Eurozona, él se retirará de su puesto, ha dicho esta semana.
Alexis Tsipras se encuentra en una encrucijada peligrosa. Bajo una importante tormenta (evento meteorológico real), miles de personas salieron este lunes a la calle en Atenas para manifestarse a favor del Sí (continuar en la Eurozona) en el referéndum del próximo domingo. El número de participantes —más de 15.000, indica el diario español El País— igualó el de la convocatoria de la víspera, por el No, lo que demuestra lo reñidas que están las fuerzas y, sobre todo, la acusada y creciente polarización de la sociedad griega al respecto.
El propio Tsipras tiene además la responsabilidad de servir de guía a una Europa –sobre todo una España- que mira el comunismo como una alternativa ante el poder de los bancos. El comunismo pensábamos que ya no servía para movilizar la conciencia ciudadana, pero parece ser que se están desempolvando los viejos manuales de Marx y Engels que terminaron siendo un dogma en manos de los soviéticos.
El primer ministro griego, elegido en enero de este año, tal vez pensó que la ayuda de los rusos podía salvarlo del compromiso con la Unión Europea, pero el gaseoducto prometido por Putin -que en principio vendría convoyado con miles de puestos de trabajo- tardará en llegar. No obstante, sabe Dios lo que hablaron Tsipras y Putin en privado que pudo envalentonar al griego hasta el punto de tensar la cuerda como ha hecho esta semana.
La Comunidad Europea le propone a Tsipras unos ajustes en la economía doméstica que podrían otorgarle más tiempo: básicamente le proponen un aumento impositivo en productos de consumo y servicios y bajada de salario del funcionariado. El primer ministro dijo primero que estas medidas son impopulares y luego aceptó estas condiciones para recibir más ayuda, aunque mantiene la convocatoria al plebiscito. A Tsipras, sin embargo, no le parece impopular decretar un corralito de tres días (controles de capital con un límite en los cajeros de 60 euros al día por persona).
Como decíamos, la población está dividida a partes iguales y cuando esto sucede puede haber sorpresas ante un plebiscito. Incluso, dentro del mismo partido en el poder, Syriza, existe un ala europeísta que no desea llegar a una quiebra del país en caso extremo, y propone al jefe de Gobierno una posición negociada con la Eurozona.
El jefe de Gobierno Alexis Tsipras es ateo y no cuenta con la iglesia ortodoxa griega para buscar soluciones. Los que vivimos en regímenes políticos con ausencia de fe sabemos que un líder plantado estaría de todas maneras buscando la gloria personal, aunque parezca todo lo contrario.
Tsipras arrastra una fuerte crisis que data de 2007, cuando la economía mundial comenzó a resentirse. En el caso de Grecia, el endeudamiento actual no tiene comparación histórica con ningún país desarrollado. Se debe principalmente a la fuga de capitales privados hacia otras partes del mundo y al gasto público, que ningún gobierno griego en estos casi diez años ha sido capaz de controlar.
Aun así, Tsipras asumió el control de país pero su rebeldía le está costando caro. Para llegar a hacer una propuesta de dimisión tan estruendosa, a estas horas debe tener en mano sondeos a su favor en el plebiscito; o de lo contrario estaría jugando con el rol efectista de que, si la Comunidad Europea expulsa a Grecia, con toda la cultura que las islas mediterráneas aportaron al mundo, se podría hablar de una vergüenza para el Planeta.
Los comunistas, recordemos, lo quieren todo, aunque ellos saben desde el principio quiénes pagarán los platos rotos. Y nunca mejor dicho.