La suerte está echada: A partir de hoy, Grecia –el gobierno heleno- está obligada a hilar fino para negociar con los acreedores europeos que quieran escuchar, porque el No en el referéndum del pasado domingo, además de ser un acto de democracia a la altura de nuestros tiempos, es una ofensa para quienes prestaron el dinero y no vieron si quiera una actitud humilde de los deudores.
La cosa es sencilla, aunque mucha gente enamorada de políticas sociales justas (un comunismo que de momento no ha sido viable sobre la faz de la Tierra) insista en seguir viendo el referéndum griego como nueva vía para restablecer la dignidad. También habría que recordar que dentro de un terreno digno entra el pago serio y negociado con respeto, por parte del deudor.
Si a usted el banco le concede un préstamo para una vivienda o un automóvil estaría aceptando un servicio que debe pagar, con intereses, por supuesto. Si no es capaz de pagarlo debería saberlo de antemano y no aceptar el crédito. Así ha sucedido en Grecia y la gente olvida –sospecho que deliberadamente- cuántos euros entraron al país por tubería, euros que los gobiernos helenos no han sabido administrar. Esto data de 2001, cuando Grecia entró en la Zona Euro. ¿Cómo estaba la economía griega antes de entrar? Pues iba tirando, como mismo iban tirando países en vías de desarrollo cuya industria era mayormente la de los servicios. Pero Grecia quiso ir a más y aceptó el préstamo de dinero para crecer.
Si los gobiernos utilizaron esos recursos para beneficiar al funcionariado y se convirtieron en morosos hasta llegar al punto en que se encuentran hoy, la responsabilidad habría que achacársela a esos políticos.
Conozco un poco de España y sé perfectamente que al entrar en la zona euro el poder adquisitivo se devaluó. Se encareció la vida pero a la vez el país desarrolló mucho más sus infraestructuras. Cierto que con la peseta se conseguían más productos que con el euro, pero esa responsabilidad recae en buena parte en que los comerciantes redondearon el euro al alza, y nadie les dijo nada. Los comerciantes son parte del pueblo, no olvidar.
Este domingo, durante las votaciones griegas para seguir o no dentro de la zona euro, un hombre se acercó en la calle al Ministro de Finanzas, Yanis Varoufakis, y le preguntó si tenía alguna idea de lo que se podría comprar en lo adelante con la moneda nacional, el dracma. “Poca cosa se puede hacer. Acérquese a la sucursal bancaria más cercana y verá la desesperación de la gente”, expuso el hombre. Varoufakis solamente le respondió:
-Usted tenía la oportunidad de votar al Sí-. Y se metió en su automóvil rojo deportivo.
Al hombre se le veía indignado. Le recordó al ex ministro (pocas horas después Varoufakis dimitiría) que su persona no era precisamente un ejemplo de austeridad.
Varoufakis, el gallito de pelea griego contra los socios del Eurogrupo, ha dicho que dimite para dejar al primer ministro Alexis Tsipras negociando sin la imagen de un peleón al lado.
"Por ello, es esencial que el gran capital concedido a nuestro Gobierno por el espléndido 'no' sea invertido inmediatamente en un 'sí' a una resolución adecuada, a un acuerdo que contemple la reestructuración de la deuda, menos austeridad, redistribución a favor de los necesitados y reformas reales", dijo a la prensa Varoufakis después de renunciar.
Quien ha reconocido ser un “marxista errático”, el mismo hombre mediático que envía tuits constantemente y ha llevado a algunas chicas europeas a hablar de testosteronas, incluso en ese contexto tan delicado, menciona la redistribución a favor de los necesitados. Esto estaría por ver. Con libros de marxismo de cabecera está claro que no redistribuirán las riquezas. Varoufakis en ningún momento habla de corrupción, de fraudes no ya de políticos locales, sino dentro de la población misma.
Él solo se ha convertido en un chico de moda cuyo golpe de efecto, ahora que renunció después de la victoria, lo elevará a la categoría de héroe. Solo por un tiempo.