Alan Gross fue encerrado por el régimen comunista de Castro por más de media década. Cuando salió, nadie en el Gobierno de Estados Unidos se molestó en interrogarlo sobre su tiempo en cautiverio, reporta Thedailybeast.com.
Después de pasar más de cinco años en una cárcel cubana, el excontratista de la USAID está probablemente en posesión de una gran cantidad de información que se supone que el Gobierno de Estados Unidos le gustaría saber.
¿Cómo los funcionarios cubanos tomaron conocimiento de su trabajo para dar acceso a internet a la pequeña comunidad judía de la isla? ¿Cuáles fueron las condiciones dentro de la prisión Villa Marista? ¿Cuáles fueron los gestos y los intereses de sus interrogadores? ¿Cuál fue el contenido de las conversaciones que tuvo con sus compañeros de prisión?
Sin embargo, según una fuente autorizada, ningún funcionario del Gobierno de Estados Unidos ha interrogado a Gross desde que fue liberado de una cárcel cubana en diciembre pasado como parte de un acuerdo de normalización de las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba.
Consultado sobre si Gross había sido interrogado por el Gobierno de Estados Unidos, tanto Jill Zuckman, portavoz de Gross, como Noel Clay, portavoz del Departamento de Estado, declinaron hacer comentarios.
Después que un ciudadano ha sido retenido contra su voluntad por un gobierno enemigo, organización terrorista o grupo delincuente, es un procedimiento estándar para el gobierno de su propio país sentarse con la víctima liberada y tratar de extraer información lo más útil posible. Este proceso se conoce como "sesión informativa" en la Inteligencia y el lenguaje diplomático.
En la entrevista a la revista, Gross –acusado por el Gobierno cubano y condenado a 15 años– dijo que durante sus años de detención recibió las visitas una vez al mes de un funcionario de la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana. También se reunió con varias delegaciones del Congreso que visitaron la isla comunista. Pero todas esas reuniones se llevaron a cabo bajo los ojos y los oídos de los funcionarios cubanos vigilantes, no en el ambiente discreto en el que se produce una reunión de información adecuada.
El no interrogar Gross encaja en un patrón del Gobierno de Obama que para normalizar las relaciones con el régimen de los Castro se resiste a darle tratamiento de adversario a dicho régimen. Este deseo insaciable de normalizar las relaciones con La Habana, independientemente de si es o no un régimen brutal, es una razón importante para la indiferencia de la Administración demócrata ante lo que pueda aportar el interrogatorio de Gross.
Es por eso que Obama eliminó Cuba de la lista de patrocinadores del terrorismo del Departamento de Estado a pesar de que la isla es refugio de fugitivos de la justicia estadounidense y patrocinador de grupos terroristas como la guerrilla comunista de las FARC.
Gross, talvez irónicamente, se ha convertido en un partidario vocal de la apertura de la Administración de Obama a Cuba. ¿Por qué nadie en la Administración se molestó en averiguar qué más tiene que decir el contratista?