El paso de Antonio G. Rodiles por Barcelona para presentar el conmovedor documental Gusano ha servido para dar donde más duele al gobierno castrista: un golpe sobre esa foto fija irreal en la opinión pública internacional del régimen como “gobierno bueno” y guiado por “ideales” correctos. La cierto es que esa imagen se puede transformar y finalmente podría dejar de ser sostenible la idea de un gobierno que bascula entre el “humanismo”, con su educación y sanidad gratis, y, en base a ello, con la “justificada” inexistencia de derechos fundamentales para una ciudadanía que se limita a aceptar lo que se le concede, migaja a migaja. En cierto modo habrán visto su protagonismo usurpado dado que ellos están mucho más habituados a que les organizen actos en los que se elogie su sistema de gobierno, y en donde personas, que no ven o que no quieren ver, promueven ideas políticas pleistocenas, tan nocivas para el ciudadano cubano, dentro y fuera de la Isla, como para personas de otros muchos países, sobre todo en América Latina, donde el imperialismo cubano señorea sin ningún tipo de problema.
Tan molestos están con que se hable de ellos sin su consentimiento que incluso el sitio gubernamental Razones de Cuba, vinculado a Cubadebate, publicó hace unos días un artículo en el que mezcla tanto a Rodiles, como el documental Gusano y la presentación pública que se ha hecho en Barcelona en una suerte de operación de la CIA para dañar la imagen del “impoluto” gobierno cubano. Todo muy apasionante, como es habitual, bajo el epíteto de “campaña mediática contra Cuba”. Ciertamente, Hollywood a veces se queda atrás en sus guiones; no estaría de más que esas mentes fantasiosas de La Habana se asociaran algún día con los productores de la cinematografía norteamericana popular, la industria del entertainment tendría en los ideólogos del castrismo una insuperable fuente de inspiración.
Lo cierto es que Gusano se presentó en Barcelona, ante la presencia de activistas de derechos humanos locales y también ante representantes de diferentes organizaciones de venezolanos en la capital catalana que mostraron un interés especial en conocer a Rodiles y la situación actual de Cuba. Ellos son conscientes de que el problema actual de Venezuela es el mismo que durante más de 55 años sufre el pueblo cubano, con el progresivo deterioro de las instituciones democráticas y la consolidación del poder de una clase para la que no hay ley escrita que valga y que impone una orientación política como única permitida, eliminando cualquier ideal de sociedad plural sostenida por un marco de convivencia cívica. El mensaje de alerta también llegó a periodistas locales que en su gran mayoría desconocían el empleo de actos de repudio para la represión política sostenida en la Isla.
Aunque para los cubanos expresiones como “actos de repudio”, “comités de defensa de la revolución” o “brigadas de respuesta rápida” son habituales y no requieren de explicación, para muchas personas ajenas a esta realidad es algo nuevo, porque de Cuba conocen solo las ideas transmitidas mediante las píldoras de propaganda suministradas por el régimen castrista a través de múltiples vías. La nueva generación de opositores cubanos, que ha producido un documento tant potente como Gusano, necesitan apoyo porque tienen una tarea titántica: desplazar una clase política que, además de decrépita, se cree imprescindible e insustituble. Y quizás lo más difícil, convertir un país marcado por el integrismo político, donde se ha practicado una política de adocenamiento masivo de personas, a otro tipo de sociedad abierta, que apuesta por el diálogo y que incluye, incluso a sus adversarios.
Tan molestos están con que se hable de ellos sin su consentimiento que incluso el sitio gubernamental Razones de Cuba, vinculado a Cubadebate, publicó hace unos días un artículo en el que mezcla tanto a Rodiles, como el documental Gusano y la presentación pública que se ha hecho en Barcelona en una suerte de operación de la CIA para dañar la imagen del “impoluto” gobierno cubano. Todo muy apasionante, como es habitual, bajo el epíteto de “campaña mediática contra Cuba”. Ciertamente, Hollywood a veces se queda atrás en sus guiones; no estaría de más que esas mentes fantasiosas de La Habana se asociaran algún día con los productores de la cinematografía norteamericana popular, la industria del entertainment tendría en los ideólogos del castrismo una insuperable fuente de inspiración.
Lo cierto es que Gusano se presentó en Barcelona, ante la presencia de activistas de derechos humanos locales y también ante representantes de diferentes organizaciones de venezolanos en la capital catalana que mostraron un interés especial en conocer a Rodiles y la situación actual de Cuba. Ellos son conscientes de que el problema actual de Venezuela es el mismo que durante más de 55 años sufre el pueblo cubano, con el progresivo deterioro de las instituciones democráticas y la consolidación del poder de una clase para la que no hay ley escrita que valga y que impone una orientación política como única permitida, eliminando cualquier ideal de sociedad plural sostenida por un marco de convivencia cívica. El mensaje de alerta también llegó a periodistas locales que en su gran mayoría desconocían el empleo de actos de repudio para la represión política sostenida en la Isla.
Aunque para los cubanos expresiones como “actos de repudio”, “comités de defensa de la revolución” o “brigadas de respuesta rápida” son habituales y no requieren de explicación, para muchas personas ajenas a esta realidad es algo nuevo, porque de Cuba conocen solo las ideas transmitidas mediante las píldoras de propaganda suministradas por el régimen castrista a través de múltiples vías. La nueva generación de opositores cubanos, que ha producido un documento tant potente como Gusano, necesitan apoyo porque tienen una tarea titántica: desplazar una clase política que, además de decrépita, se cree imprescindible e insustituble. Y quizás lo más difícil, convertir un país marcado por el integrismo político, donde se ha practicado una política de adocenamiento masivo de personas, a otro tipo de sociedad abierta, que apuesta por el diálogo y que incluye, incluso a sus adversarios.