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Ha muerto uno de los cómplices del deterioro de la cultura nacional cubana


Armando Hart Dávalos.
Armando Hart Dávalos.

Con el fallecimiento de Armando Hart Dávalos desaparece uno de los hombres en que los hermanos Fidel y Raúl Castro encontraron un fiel colaborador para ponerle trabas al arte y la creación

LUCERNA.- Cuando Fidel Castro llegó al poder en 1959, no acabó solo con la diversión, acabó también con la educación.

Más de una vez lo he dicho y ahora lo vuelvo a repetir: el primer gran error de Fidel Castro fue nombrar Ministro de Educación a Armando Hart, un hombre que jamás fue educador y en cuyo cargo permaneció hasta 1965.

En ese momento, en Cuba abundaban los pedagogos experimentados, inclusive comunistas, como Salvador García Agüero. Cuando por considerarlo 'burgués' el comandante prohibió el trato de Señor y Señora e implantó el 'compañero y compañera', le abrió las puertas a la falta de respeto, la descortesía y el relajo.

En la misma medida que la educación se ideologizaba y respondía a los intereses del partido y la cúpula militar gobernante, empezó su declive y retroceso. Hoy, la otrora "vitrina de la revolución" es un desastre, una vergüenza en una nación que tuvo grandes pedagogos y prestigiosas escuelas públicas y privadas.

La biografía divulgada a raíz de su fallecimiento, ensalza que Hart dirigió la Campaña de Alfabetización. Durante los tres meses que en 1961 pasé en el tercer contingente de maestros voluntarios, en La Magdalena, Minas del Frío, Sierra Maestra, alfabeticé a una campesina de la zona.

Reconozco la importancia de aquella campaña. Pero me sigo cuestionando por qué Fidel Castro y Armando Hart desmontaron el sistema nacional de enseñanza que había en Cuba, que era público, gratuito y laico. Sí, es cierto, había separación por sexos: a una sesión asistían los varones y a otra las hembras.

El sexismo fácilmente se hubiera eliminado, sin tener que desbaratar un sistema de calidad y excelentes resultados, forjado por educadores de la talla de Enrique José Varona (1849-1933), Manuel Valdés Rodríguez (1849-1914), Esteban Borrero (1849-1906) y su hija Dulce María Borrero (1883-1945), María Luisa Dolz (1854-1928), Alfredo M. Aguayo (1866-1948), Carolina Poncet (1879-1969), Arturo Montori (1878-1932), Leonardo Sorzano Jorrín (1878-1950), Ramiro Guerra Sánchez (1880-1970) Salvador Massip (1891-1978) y su esposa Sarah Isalgué (1894-1989) y Aurelio Baldor (1906-1978), entre otros.

Otro gran error cometido por Hart en sus seis años como Ministro de Educación, fue la eliminación de las clases de música en la enseñanza primaria y secundaria. En todos los municipios había academias y conservatorios de música, públicos o privados. Y desde Pinar del Río hasta Guantánamo, quienes lo desearan o tuvieran aptitud, podían recibir clases de canto, piano, guitarra, percusión, trompeta, saxofón u otro instrumento con alguno de los cientos de profesores particulares de música existentes en la isla.

Por si no bastara el desastre que Hart dejó en la educación, en 1976 fue nombrado Ministro de Cultura, cargo que ejerció hasta 1997. Lo que no terminó de desmontar entre 1959 y 1965, lo desmontaría después. Contaré una anécdota personal.

Desde 1976 hasta 1978 laboré como mecanógrafa-secretaria en el Comité Preparatorio del XI Festival Mundial de la Juventud, evento que tendría lugar en La Habana en 1978. En 1977 fui trasladada para trabajar en la comisión de cultura y deporte, que presidía Juan M. Pantaleón, miembro del buró nacional de la UJC.

En esa época, yo era colaboradora habitual de la revista Bohemia y el hecho de no tener grabadora me dio habilidad para tomar notas. Precisamente por esa habilidad, Pantaleón me pidió que fuera a una reunión que iba a celebrar Hart con integrantes del Movimiento de la Nueva Trova, en la residencia de protocolo que tenía la UJC en 1ra. y 36, Miramar. Hart no quería que se grabara lo que en la reunión se hablara y mi papel era disimuladamente tomar notas y después redactar un documento que a la UJC le sirviera de guía en sus vínculos con la Nueva Trova.

Cuando se produjo una pausa para merendar, Pantaleón y Hart se fueron a un saloncito privado y el resto de los asistentes, entre ellos Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Noel Nicola, Sara González, Vicente Feliú, Agusto Blanca, Lázaro García y Jorge Gómez, director del Grupo Moncada, a una sala cercana a la entrada de la casa.

Recuerdo que estaba Sara cantando cuando de pronto se siente llegar un auto. Varios salimos a ver de quién se trataba y vimos que de su Lada se bajaba Haydée Santamaría, quien si en 1977 aún no se había divorciado de Armando Hart, ya no lo podía. Yeyé, como le decían, seguía siendo directora de la Casa de las Américas.

Haydée estaba tan enfadada que si en ese momento le hubieran pinchado no hubiera salido sangre. Ella nunca vio con buenos ojos que a un hombre tan insensible a la música y las artes lo hubieran nombrado Ministro de Cultura. Pero en ese momento su enfado era con los trovadores asistentes a la reunión. No podía entender que músicos a los cuales ella personalmente ayudó, primero dentro de la llamada Canción Protesta y luego en el Movimiento de la Nueva Trova, hubieran aceptado reunirse con Armando Hart.

Escuchando el monumental enfado de aquel día de Haydée Santanamaría nos quedamos Silvio Rodríguez, Jorge Gómez y yo, que todo el tiempo permanecí callada. Silvio y Jorge, muy cariñosos con ella, trataban de calmarla. Pero Yeyé no escuchaba, se desahogaba recordando algunas de las muchas cosas que había hecho por todos ellos. Finalmente Silvio la tranquilizó y se marchó con ella en el auto.

Dieciocho años después, poco antes de formar parte del equipo fundador de Cuba Press, la más profesional de las agencias de periodismo independiente que ha habido en la Isla, creada el 23 de septiembre de 1995 por Raúl Rivero, durante un mes había estado transcribiendo viuntún cassettes con entrevistas que la escritora brasileña Cristina Agostinho (Minas Gerais, 1950), había realizado a una docena de personas, para un libro sobre Haydée Santamaría.

Entre otros valiosos testimonios, alguien contó que estando Hart y Haydée casados surgió Irakere y pusieron a los cubanos a bailar con su famoso Bacalao con pan, un número que Hart detestaba. Porque si en algo Armando Hart y los hermanos Fidel y Raúl Castro se parecieron, fue en su desinterés hacia la música cubana y los bailes populares, sobre todo los de raíces africanas.

En mi opinión, el desinterés que los máximos líderes de la revolución a lo largo de casi seis décadas han mostrado hacia la cultura, ha sido una de las causas de que la música tradicional cubana haya ido desapareciendo del panorama nacional y posibilitara el surgimiento del vulgar y chabacano reguetón. En You Tube se puede ver y escuchar a jóvenes de cualquier parte del mundo, cantando o tocando temas de Sindo Garay, Manuel Corona, el Trío Matamoros, Benny Moré, la Sonora Matancera o bailando el danzón Isora, interpretado por Cachao y su grupo.

Volviendo al libro que con tanto amor la escritora brasileña le dedicara a Haydée Santamaría: nunca llegó a ser publicado. No por falta de recursos ni de editores, si no por culpa de Armando Hart, quien personalmente se lo prohibió a Cristina Agostinho durante un viaje que en los años 90 el cubano hiciera a Brasil.

(Publicado originalmente en Diario Las Américas)

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