Un diputado a la Asamblea Provincial del Poder Popular es expulsado por pensar diferente al resto. Piensa y pinta. Pedro Pablo Oliva, quien se define como pintor, dibujante y escultor fue denunciado, procesado y sentenciado. No valieron el Premio Nacional de Artes Plásticas 2006 y el trabajo de su Casa Taller, referencia obligada de la cultura pinareña. Hizo juramento cuando entro al legislativo provincial de ser leal a la Patria, observar y hacer observar la Constitución, las leyes y demás normas jurídicas. También el comportarse como fiel servidor del pueblo y de la comunidad, sometiéndose al control de esta. Hizo juramento de cumplir a cabalidad las obligaciones impuestas por la elección.
Sin embargo, nada de lo que dijo dentro del país o expuso a la prensa para el exterior es delito o rompe su juramento. Habla de los constantes errores de la dirigencia cubana, de las rectificaciones constantes, de la falta de tiempo para nuevos proyectos. Y concede solo uno o dos años para los proyectos de Raúl Castro.
Piensa Oliva que el pluripartidismo hubiera sido provechoso para el desarrollo de Cuba. Esas son sus ideas. La Casa Taller en Pinar del Río, que lleva su nombre, ha cerrado las puertas pues afirman que a sus proyectos y propuestas le achacan ahora el estar corrompidos y políticamente motivados.
Hay varios de sus colegas de la asamblea pinareña que bien pudieran decir algo, empezando por el ministro de Cultura, Abel Enrique Prieto Jiménez, también pinareño (representa a la zona occidental en la Asamblea Nacional). Además de Caridad del Rosario Diego Bello, quien conoce de la pluralidad en el credo religioso o Rubén Remigio Ferro, presidente del Tribunal Supremo, quien sabe que el pensar no es un delito. Lo expresado por Oliva es la visión de un hombre que se creo, desarrollo y vive dentro de la Isla. Que escoge a sus amigos y los defiende, que lucha por su proyecto y que defiende el derecho a la libertad de expresión y el derecho a su proyecto artístico.
En los últimos años de la desintegración de la URSS y de todo el bloque socialista no fueron pocos los ejemplos de aquellos que públicamente expresaban lo que pensaban en privado. Y también fueron censurados por sus presuntos compañeros de debate parlamentario. En el Congreso de Diputados de la URSS, creado en 1989, dos de sus miembros, los fiscales para asuntos especiales, Telman J. Gdlyan y Nikolai V. Ivanov, presentaron a la opinión pública el tema de la corrupción partidista en la ex república soviética de Uzbekistán y en las altas esferas del partido comunista de la URSS.
En el caso de Uzbekistán los implicados eran desde el primer secretario del partido comunista hasta el ministro del interior. Las denuncias de estos fiscales motivaron que meses más tarde, en enero de 1990 les expulsaran del PCUS y en abril de ese año, el Soviet Supremo de la URSS les hiciera una amonestación a los dos diputados. Telman J. Gdlyan fue expulsado de la Fiscalía General de la URSS. No en balde en agosto de 1991, cuando se ejecuta el golpe de estado contra Mijail S. Gorbachev, entre las personas que los golpistas detienen y mantienen durante aquellos tres días tras las rejas estaba el ex fiscal Gdlyan. En la nueva Rusia, Ivanov es uno de los más respetados abogados defensores y Gdlyan fue elegido diputado a la Duma.
En la llamada República Democrática Alemana (RDA), Markus Wolf, el ex jefe de los eficientes servicios secretos exteriores (HVA), no ocultaba su simpatía hacia la perestroika en la URSS, mientras que el gobernante Erich Honecker mandaba a prohibir el Novedades de Moscú y otras revistas y periódicos soviéticos en Alemania Oriental. Su presencia en una tribuna en Berlín en noviembre de 1989, junto a otros alemanes del Este que pedían reformas y cambios al sistema demostró que no todos alrededor de Honecker pensaban igual.