Como en la épica griega, capitaneando a un pequeño reducto de historiadores cubanos, Eusebio Leal enfrenta con pulcra oratoria poética al general de brigada Luis Alberto Rodríguez López-Callejas y al Grupo de Administración Empresarial de las FAR que, como sabemos, están en la toma de posesión de Habaguanex y de varias instituciones empresariales vinculadas con la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana.
El pasado 11 de octubre, desde el patio central del Palacio del Segundo Cabo, durante una exposición que comenzó a las 8.30 de la mañana y duró un poco más de una hora, el doctor Leal Spengler imprime confianza a su tropa usando frases tales como…“la Oficina del Historiador es hoy más fuerte que nunca”, “vamos hacia la tempestad sin temor de ningún tipo” y “estén tranquilos y serenos, que nada les perturbe; soy yo el que estoy aquí”.
De formación autodidacta y con más condecoraciones (nacionales e internacionales) que ningún otro cubano, Eusebio Leal se reunió con los técnicos y directores de los diferentes museos porque – según explicó - “De todos los grupos con que trabajo, el más a fin a mí es el que se dedica al museo, a las colecciones, y a ese ejercicio de buscar que se convierte en una necesidad para cada uno de nosotros”.
Con ligeras insinuaciones a una asonada y no a exigir obediencia, Leal, miembro de la comisión de relaciones internacionales de la Asamblea Nacional, del Comité para la Erradicación de la Pobreza del Programa de Naciones Unidas, de la National Geographic Society, de la Real Academia de la Historia de Madrid y del Consejo de la Asociación Latinoamericana de los Derechos Humanos, estimula públicamente a su tropa a no permitir que ningún interventor ponga las manos sobre una pieza de museo sin antes estar preparado, y no aceptar “directores improvisados aunque vengan con un curriculum maravilloso de haber hecho otras cosas en la vida”.
“El inventario – arengó - por sólo citar el tema muebles, obedece al conocimiento de un anticuario que ha estudiado los diferentes estilos, épocas y modelos. No se trata únicamente de una mesa con cuatro patas”. Y así, vistiendo su habitual safari gris que lleva como uniforme, visiblemente repuesto de la enfermedad que le aqueja, y haciendo uso y alarde de su responsabilidad oral, respondió con cierta carga de ironía a la demeritada oración “Durante el proceso de traspaso, lo importante es el inventario” que con entusiasmo imperioso emite en cada reunión el general-interventor Leonardo Ramón Andollo Valdés.
“Soy abogado y sé lo que me correspone”, recordó, en un momento emotivo y en tono de solemnidad, la frase que el ilustre patriota cubano y compositor de nuestro himno nacional, don Pedro Figueredo, pronunciara aquella fatídica tarde de agosto de 1870 frente al tribunal militar que le condenara a pena muerte por fusilamiento.
“A quienes como yo admiramos el trabajo de Leal y la oficina del historiador; nos entristece saber que el capítulo final de la lucha por dominar la parte vieja de La Habana, parece no querer llegar”, expresó un conocido trabajador que por haber estado presente en tan restringida reunión, pidió silenciar su identidad.