Expertos de Ciencias Atmosféricas de la Universidad Estatal de Colorado prevén que la temporada de huracanes en la cuenca atlántica, que comienza el próximo 1 de junio, sea una de las "menos activas" desde mediados del siglo XX, informó esa institución académica.
Las "temperaturas del océano, más frías de lo esperado" y la acción del fenómeno de El Niño en el Pacífico, que inhibe la formación de tormentas en el Atlántico, tendrán un efecto directo en la escasa formación de fenómenos meteorológicos.
En esta temporada atlántica, que terminará el 30 de noviembre próximo, habrá 7 tormentas tropicales y 3 huracanes, de los que al menos 1 se convertirá en ciclón de categoría mayor en la escala de intensidad Saffir-Simpson, de un máximo de 5, precisó en su pronóstico preliminar el Departamento de Ciencias Atmosféricas de la Universidad Estatal de Colorado.
"Anticipamos una probabilidad por debajo de la media de que algún huracán de categoría mayor toque tierra en la costa estadounidense y en los países del Caribe", destacó el informe presentado por los meteorólogos William Gray y Philip J. Klotzbach, de la citada universidad.
En ese contexto, las posibilidades de que un huracán impacte las costas estadounidenses son de un 28 %, muy por debajo de la media registrada el siglo pasado (52 %).
Florida y la costa este de Estados Unidos cuentan con apenas un 15 % de riesgo de ser azotadas por un ciclón de categoría mayor, cuando la media en el siglo pasado se situó en el 31 %. En cuanto al Caribe, las posibilidades son de un 22 %, frente al 42 % registrado en el siglo XX.
No obstante, los expertos de la citada universidad exhortaron a la población a no bajar la guardia, ya que en una temporada de huracanes tranquila, como la registrada en 1992, con la formación de solo siete tormentas, un solo huracán puede causar una verdadera catástrofe, como fue el caso del poderoso huracán Andrew.
Con sus devastadores vientos de más de 156 millas por hora, Andrew barrió las ciudades de Homestead y Florida City, causó 15 muertos, destruyó 25.500 casas, dañó a otras 100.000 viviendas y dejó a 250.000 personas sin techo, además de daños por 25.000 millones de dólares.