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Insultos, broncas y apuestas son cotidianos en recintos deportivos cubanos


Fanáticos del equipo industriales en el estadio Latinoamericano.
Fanáticos del equipo industriales en el estadio Latinoamericano.

El béisbol, fútbol y baloncesto son los tres deportes donde más abundan los hechos violentos en Cuba.

Hubo una época, cuenta Herminio, antes de que Fidel Castro llegara al poder, que un domingo cualquiera la familia se acicalaba y asistía al Estadio del Cerro para ver la doble cartelera beisbolera de la Liga Profesional Cubana.

“La gente se vestía con elegancia. En los entretiempos de cada juego, se podía comer un arroz celestial en el restaurante del estadio o un pan con lechón en cualquier puesto de venta dentro o fuera de la instalación. Ir a la pelota era una fiesta. Las apuestas eran legales y por eso se producían conatos de broncas. En ocasiones, había fanáticos que insultaban a peloteros que no rendían en el campo”, recuerda Herminio y añade:

“Era una costumbre en Cuba ponerle motes a cualquier jugador, fuera cubano o extranjero. Por ejemplo, la Araña Sorgenssen, Vinagre Maizel o llamarle triple feo al lanzador Agapito Mayor. Al recogedor de bolas le llamaban Bicicleta. En estos tiempos eso sería tildado de mala conducta o racismo. Pero en general, había buena onda en los juegos de pelota antes de 1959”, resume Herminio.

Con la promesa de instaurar una sociedad democrática, poniendo énfasis especial en la justicia social, el castrismo abolió el deporte profesional. Se intentó 'adecentar' las series nacionales de béisbol. Se cambió la publicidad comercial en los estadios por consignas políticas y las apuestas fueron prohibidas.

Según Ernesto, ex funcionario del INDER, “además de suprimir la venta de cerveza y bebidas alcohólicas en todas las instalaciones deportivas, se hizo una campaña para devolver las pelotas que caían en las tribunas, eliminar motes e insultos a los ampayas y jugadores. También se intentó prohibir las congas”.

Pero el béisbol en Cuba nunca ha sido un juego de señoritas. Como en el boxeo y el dominó, predominan los ánimos exaltados, los gritos y ofensas cuando alguien consideraba que no estaban saliendo bien las cosas en el terreno.

Si antes de 1959 un partido beisbolero de manigua entre dos bateyes cercanos podría ser considerado de alto riesgo, con la mitad del público portando machetes, bebiendo ron y árbitros comprados, ahora la chusmería y los brotes de violencia son habituales en los eventos deportivos en toda la Isla.

“En un torneo municipal de fútbol-sala, vi darle bofetones a un árbitro por parte de un aficionado exaltado. También he visto ofender al entrenador de un equipode béisbol de menores, por no poner a jugar a su hijo, o invadir el terreno y obligar la suspensión de un partido por una medida arbitral que no le gustó a la gente. Eso sin contar las riñas colectivas entre equipos rivales con navajas, cabillas o cualquier otra cosa. Al ser torneos de poca monta, ni siquiera hay policías en las gradas”, explica un periodista deportivo.

El béisbol, fútbol y baloncesto son los tres deportes donde más abundan los hechos violentos en Cuba.

Rolando, ex basquetbolista de torneos nacionales, cuenta que “el mal ambiente y la violencia en las gradas lo viví desde mi etapa de jugador infantil. Eran increíbles las palabrotas del entrenador y las de los padres para motivar a los niños. Aquello daba miedo. Parecía una guerra. Una vez, en un juego en el municipio Regla, por poco tenemos que lanzarnos a nado en la bahía de La Habana. Todo el pueblo nos cayó atrás por una agresión de un jugador nuestro al suyo”.

Un ex entrenador de Industriales recuerda: “En un juego de pelota a finales de los años 60 en Camagüey, un grupo de persona soltaron los leones de un circo que estaba de visita en la ciudad. Le estábamos dando una paliza al equipo local, cuando abrieron la cerca del centerfield y comenzaron a aparecer los leones. El estadio se quedó vacío”.

Aunque la pasión por el béisbol ha menguado, debido al goteo incesante de peloteros de calibre que abandonan el país, cuando la novena provincial tiene un buen desempeño, apostadores y tipos de la peor calaña que no tienen nada que envidiarle a un hooligan británico o ruso, comienzan a copar las gradas.

“Se apuesta desde el juego completo hasta jugada por jugada. Hay apuestas de diez pesos y otras donde se juegan miles de pesos. Esas apuestas suelen generar violencia cuando una persona no quiere pagar”, dice un apostador habitual.

Las ofensas y malas palabras al árbitro, director de equipo y jugadores, son frecuentes en cualquier estadio del territorio nacional. Es habitual que en transmisiones televisivas, se escuche nítidamente a los espectadores, coreándole al unísono, al árbitro hijo de p..., hijo de p..., hijo de p...

Pregúntenle a Yuli Gurriel, hoy Big Leaguer de los Astros de Houston, sobre la andanada de insultos que recibía cuando visitaba el Latinoamericano, otrora Estadio del Cerro.

A veces la violencia continúa fuera del estadio. "Se han dado casos de fanáticos que han agredido a peloteros y roto los cristales del ómnibus del equipo, tirándoles piedras y trozos de ladrillos", señala un policía del municipio Cerro.

En el otoño de 2012, la violencia beisbolera provocó que cientos de espectadores invadieran el terreno en un partido entre Industriales y Santiago de Cuba, causando destrozos materiales y lesiones provocadas por cortes de arma blanca.

Luis Alberto, apodado Niñito, relata que “el Latino estaba de bote en bote. Industriales perdía ocho carreras por cero. Cuando en el final del séptimo inning comenzó a remontar y empató el partido, aquello fue apoteósico. Es como si me hubiera entrado el diablo al cuerpo. Comenzamos a agredir a los orientales que apoyaban a Santiago con el grito de palestinos, singaos, cabrones... De pronto se formó tremendo sal pa’ fuera. Por las cámaras de televisión vieron que yo estaba entre los principales instigadores y me sancionaron a tres años de privación de libertad”.

Pero la violencia en los estadios sigue sienso una amenaza latente. Lo mismo ocurren agresiones entre los propios jugadores que auténticas cargas al machete del público asistente.

Mientras la FIFA sanciona a clubes y federaciones nacionales por ofensas raciales o injurias, en Cuba, las medidas que toman las autoridades se limitan a multar o sancionar a los atletas involucrados con un año de separación.

Para Martín, campesino de una cooperativa en Cienfuegos, la violencia en los estadios “es una válvula de escape de toda esa rabia interior que tenemos los cubanos. Es allí, en el estadio, donde nos sentimos libres y podemos gritar y exteriorizar todo ese resentimiento que tenemos dentro. Espero que en la próxima serie, a Rodas, donde vivo, la comisión nacional le asigne algún juego. En los pueblos de campo, esos partidos son una celebración".

Cuando se juega en municipios alejados de las cabeceras provinciales, las autoridades locales ponen pipas de ron y cerveza fuera del estadio y el reguetón a todo volumen. Luego, cuando arranca el juego, comienza el otro espectáculo. Y no precisamente Deportivo.

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