Intelectuales incómodos: seis artistas independientes describen por qué son censurados en Cuba, y de paso relatan cómo dieron “el salto” hacia esa alternatividad que los ha puesto en el campo del hostigamiento policial.
En un reportaje de la productora Palenque Visión estos intelectuales describen las motivaciones que los impulsan a enfrentar el poder en la isla.
La artista y músico Lía Villares, la curadora Yanelis Núñez intentan hallarle explicación a los actos represivos contra quienes sólo son creadores artísticos.
Aparecen además los escritores y periodistas Jorge Enrique Rodríguez y Roberto Quiñones, así como el pintor Luis Trápaga y el artista del performance Luis Manuel Otero Alcántara.
“El salto lo di sin querer, sin darme cuenta y lo haces siempre porque te provocan eso (…) poco a poco te van diciendo que no, esto no puedes. ¿Y por qué no puedo? Nunca hay una respuesta clara de por qué no puedes (hacer) algo”, explica Trápaga, quien tiene en su residencia habanera la galería El Círculo.
Jóvenes artistas de la última generación también han abandonado las instituciones culturales oficiales, impulsados por la abulia y las imposiciones de la policía política.
“A estas nuevas generaciones no les interesa seguir anclados a esa mitología de la revolución y a ese mundo maniqueo de blanco y negro. Creo que esto explica el problema de la salida de muchos artistas de la Asociación Hermanos Saíz”, indica el periodista del portal Diario de Cuba Enrique Rodríguez.
Escritor de ficciones y periodista investigativo para Cubanet, Roberto Quiñones aclara por qué su desvinculación de la organización de escritores. “Yo decidí salir de la UNEAC porque no puedo estar en una organización donde supuestamente yo tengo derechos que no se cumplen”.
En su análisis Quiñones describe a la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) como una herramienta que “justifica la represión que hay en este país contra intelectuales que se muestran críticos con el sistema”.
Otero Alcántara, quien junto a su novia Yanelis Núñez creó el Museo de la Disidencia donde aparecen el indio Hatuey, el prócer José Martí, el dictador Fidel Castro y el disidente Oswaldo Payá se muestra seguro del papel crítico de la intelectualidad en un sistema totalitario y cerrado.
“Es los intelectuales que desde su puesto digan: ‘Yo voy a escribir, sobre ti, Luis Manuel o sobre quien venga, y que le cueste”, establece Alcántara.
Sobre la responsabilidad del arte en la sociedad, Villares, activista de derechos humanos y en ocasiones músico de la banda Porno Para Ricardo, declara: “Tenemos esa responsabilidad, tenemos que comunicar no solo un estado de ánimo, sino cosas para que la gente pueda pensar”.
La política cultural en casi sesenta años de manos de Fidel Castro fue definida con una frase, propiamente suya: “Dentro de la revolución, todo; fuera de la revolución, nada”.
Entonces Trápaga se debate si la censura con él vino primero contra su obra o contra su persona. “Ambas cosas fueron bastante paralelas siempre”.
“He sido marginado del mundo de la cultura guantanamera”, argumenta Quiñones y enumera que no es invitado a los eventos culturales y jamás ha vuelto a publicar en las editoriales locales.
Nuñez, excuradora de la galería en la sede de la revista Revolución y Cultura fue expulsada cuando dio a conocer su proyecto del Museo de la Disidencia. Para ella Internet es un vehículo de conocimiento y visibilidad fundamental.
“Es un espacio para que la gente se entere y un espacio de protección. Mientras más visibilidad tú tengas del proyecto que estás proponiendo, mayor protección tienes luego si pasa algo, si te hacen un registro policial) si te impiden el paso”, indica Núñez.
[Redacción Luis Felipe Rojas / Entrevistas Palenque Visión].