Las más que discretas muestras de aproximación americano-iraníes están entre las pocas buenas noticias del año en curso. Y es que si en el Oriente Medio la paz es imposible sin la cooperación de Egipto, en el Oriente Medio la convivencia tranquila pasa forzosamente por el Irán.
El hecho en sí de la aproximación es positivo, pero la prudencia y discreción con que se está llevando a cabo el mutuo tanteo de Washington y Teherán lo es todavía más, si se tiene en cuenta la grandilocuencia típica de las culturas orientales. Pero aún resulta más esperanzador ese proceso por mor de los motivos realistas que lo han puesto en marcha.
Para el Irán, el elemento más radical de esa relación, el aceptar que se ha de convivir con el ultra-enemigo ideológico, significa que ha reconocido que ya no tiene recursos para mantener una guerra santa contra EEUU, el patrocinador de Israel, nación esta última a la que los ayatolás han estando negando el derecho a la existencia. Las sanciones económicas impuestas por Occidente a la política nuclear iraní ha llevado a este país al borde de la quiebra, una quiebra tanto más probable cuanto que los gobiernos de los “Guardianes de la revolución” han sido nefastos.
Baste con decir que el Irán, segundo productor de petróleo del mundo, tiene que importar gasolina porque sus refinerías no la producen, mientras que sus pozos rinden cada vez menos por un mantenimiento peor que malo. Por otro lado, los acontecimientos mundiales de los últimos años demuestras que Washington, a pesar de haber ganado la Guerra Fría, tampoco puede aspirar a un liderazgo a la brava de la comunidad occidental. Su superioridad militar en el mundo sigue siendo indiscutible, pero ya no existe la abrumadora prepotencia financiera de finales del pasado siglo. Para los distintos conflictos armados o simplemente muy agudos del mundo – Siria es el último ejemplo, pero no el único -, hoy en día Washington ha de pactar con sus aliados y negociar con sus rivales… Rusia en primer lugar.
Y para bien del mundo, la Administración Obama no sólo se ha percatado de este estado de cosas, sino que actúa en consecuencia. Porque es este caminar pacientemente a pequeños pasos y sin romper la baraja la política que en todo tiempo y lugar ha generado las paces más duraderas.
El hecho en sí de la aproximación es positivo, pero la prudencia y discreción con que se está llevando a cabo el mutuo tanteo de Washington y Teherán lo es todavía más, si se tiene en cuenta la grandilocuencia típica de las culturas orientales. Pero aún resulta más esperanzador ese proceso por mor de los motivos realistas que lo han puesto en marcha.
Para el Irán, el elemento más radical de esa relación, el aceptar que se ha de convivir con el ultra-enemigo ideológico, significa que ha reconocido que ya no tiene recursos para mantener una guerra santa contra EEUU, el patrocinador de Israel, nación esta última a la que los ayatolás han estando negando el derecho a la existencia. Las sanciones económicas impuestas por Occidente a la política nuclear iraní ha llevado a este país al borde de la quiebra, una quiebra tanto más probable cuanto que los gobiernos de los “Guardianes de la revolución” han sido nefastos.
Baste con decir que el Irán, segundo productor de petróleo del mundo, tiene que importar gasolina porque sus refinerías no la producen, mientras que sus pozos rinden cada vez menos por un mantenimiento peor que malo. Por otro lado, los acontecimientos mundiales de los últimos años demuestras que Washington, a pesar de haber ganado la Guerra Fría, tampoco puede aspirar a un liderazgo a la brava de la comunidad occidental. Su superioridad militar en el mundo sigue siendo indiscutible, pero ya no existe la abrumadora prepotencia financiera de finales del pasado siglo. Para los distintos conflictos armados o simplemente muy agudos del mundo – Siria es el último ejemplo, pero no el único -, hoy en día Washington ha de pactar con sus aliados y negociar con sus rivales… Rusia en primer lugar.
Y para bien del mundo, la Administración Obama no sólo se ha percatado de este estado de cosas, sino que actúa en consecuencia. Porque es este caminar pacientemente a pequeños pasos y sin romper la baraja la política que en todo tiempo y lugar ha generado las paces más duraderas.