El poeta de origen cubano Joaquín Gálvez, es un hombre sencillo, tal como debería ser la vida. La sencillez es lo que hace que las cosas, al menos algunas, funcionen y que funcionen así, sencillamente, como cae la lluvia, como las olas se acercan a la orilla. Sencillo y tenaz, Joaquín Gálvez es el cerebro y el corazón de uno de los espacios más hermosos que tenemos en Miami los hacedores de versos: la tertulia literaria La Otra Esquina de las Palabras, en Café Demetrio.
¿Cuál fue el detonante que te impulsó a marcharte de Cuba?
En pleno auge de la Perestroika, en el último lustro de la década de los 80, formé parte de un grupo cultural independiente, integrado por jóvenes escritores y artistas habaneros que aspirábamos a que se nos permitiera tener un espacio para expresarnos sin la dirección de las instituciones de la cultura oficial.
El grupo no tardó en ser desintegrado por la Seguridad del Estado,y pude, por medio de ese hecho, corroborar la naturaleza represiva del régimen cubano, renuente a propiciar los cambios que ya estaban ocurriendo en la Europa del Este, razón por la que comprendí que si quería ejercer mi derecho a decir lo que pensaba, ya fuera como ciudadano de un país o como escritor, Cuba no era el lugar indicado para hacerlo.
Me cerraron todas las puertas, y yo no estaba dispuesto a seguir viviendo tras la máscara que te impone una dictadura.
¿Qué esperabas encontrar del “otro lado”?
Esperaba encontrar oportunidades que se me negaron en Cuba como, por ejemplo, tener derecho a tomar decisiones sin que recayera sobre las mismas la intervención del poder estatal. Un país donde el trabajo, el estudio, el esfuerzo y hasta el sacrificio tuvieran un valor para la realización del individuo; el respeto a derechos fundamentales como la libertad de expresión, de asociación y de credo político y religioso, sin temor a que te vigile un cederista, te atienda un agente de seguridad del estado y te arreste un policía ; el respeto a la familia y el derecho de los padres a elegir la educación que prefieren para sus hijos; el derecho a viajar al extranjero cuando lo desees; leer los libros y escuchar la música que nos prohibieron; y, como poeta, poder escribir y publicar mi obra sin los obstáculos de la censura y en concordancia con lo que pienso.
¿Qué encontraste?
Desde que llegué a Estados Unidos, en 1989, pude encontrar mucho de lo que mencioné anteriormente; pero también sucedió que no encontré lo que, debido al adoctrinamiento castrista, esperaba encontrar: un país donde prácticamente no se podía salir a la calle por la violencia, al estilo de una película del oeste, así como la discriminación y el maltrato impune a negros y latinos, como lo muestra una foto de a principios de los años 60.
También encontré un exilio cubano cuyos logros eran producto de su trabajo e iniciativa individual; un exilio compuesto por diferentes tendencias políticas y no predominantemente batistiano, como nos hacían creer en Cuba.
Y gracias a ese exilio, sobre todo al llamado exilio histórico, conocí lo que a mi generación, nacida después de 1959, se nos ocultó sobre la Cuba republicana. Pude además conocer el dolor de ese exilio, la historia de terror que, tras la cortina de hierro, desconocía: sus presos políticos y las vejaciones que sufrieron en sus años de cárcel, los miles de fusilados, etc.
¿Qué es para ti La libertad?
La libertad es un concepto muy amplio y puede tener un significado diferente para cada persona. Para mí, la libertad está ligada a los derechos inalienables del individuo en una sociedad, ya sea para expresar sus ideas o para tomar decisiones importantes en su vida, sin que se vea frenado o limitado por las restricciones del poder gubernamental y sus instituciones.
La libertad conlleva un nivel de responsabilidad en nuestros actos y decisiones.Tal como nos enseña Erich Fromm en “El miedo a la libertad”, la libertad es un reto para cada individuo que desee tener control de su vida sin la tutela de ese ogro filantrópico que es el Estado, sobre todo de esos que, por medio de una ideología y en nombre del pueblo, secuestran la libertad de sus ciudadanos, tales como el fascismo y el comunismo.
¿Qué has aprendido durante el proceso?
Los treinta años que llevo en el exilio representan un arduo proceso de aprendizaje, el cual no ha estado exento de vicisitudes; pero también me han servido para obtener una disciplina y responsabilidad ante la vida.
He tenido que adaptarme a vivir en un país con otra cultura, acatar su sistema legal y aprender su idioma; desempeñar diferentes tipos de empleos mientras realizaba estudios universitarios para mejorar mis condiciones de vida y las de mi familia; solo que, a diferencia del país de donde vengo, el esfuerzo no fue en vano. Puedo decir también que vivir durante años en un país democrático, donde he podido leer e informarme sin los cotos que impone la censura ideológica, me ha permitido conocer mejor al mundo y a Cuba.
Ha sido un proceso enriquecedor en muchos aspectos. Aquí he podido conocer la obra de escritores capitales de la literatura cubana contemporánea que han sido censurados en Cuba, como Guillermo Cabrera Infante, Reinaldo Arenas, Heberto Padilla, Gastón Baquero, Lydia Cabrera, Eugenio Florit, etc; tener contacto con escritores que en Cuba fueron marginados y sufrieron el ostracismo como los de la Generación del Mariel o los que padecieron largas condenas en prisión como Jorge Valls y Ángel Cuadra.
También me ha permitido conocermás a fondo la obra de escritores de otros países que han sido vetados por el régimen de La Habana,como Jorge Luis Borges, Octavio Paz, Mario Vargas Llosa, Milan Kundera, George Orwell,etc. Y por supuesto, leer en su idioma a poetas norteamericanos e ingleses, como Whitman, Eliot, Pound, Sylvia Plath, Dylan Thomas, H.W. Auden, etc.
Sin embargo, en el exilio he visto cómo todavía se repiten mecanismos y patrones importados del castrismo, como la tendencia a controlar (por no llamar centralizar) la cultura por medio de publicaciones y sitios digitales en los que si no coincides con una supuesta elite (“The new Cuban influencers”), es decir, si no bailas al compás de su ritmo, ya sea política o estéticamente, quedas excluido de la comparsa. La única respuesta a esto, por parte de escritores e intelectuales que no deseen autocensurarse, es la creación de publicaciones y espacios alternativos que muestren la diversidad de pensamientos. No se puede aspirar a una democracia en Cuba con una nueva UNEAC.
¿Las experiencias vividas han cambiado en ti el concepto Patria? ¿Piensas a menudo en “Ella”?
El concepto Patria que nos enseñaron en Cuba está viciado por el falso patriotismo de un Estado totalitario, puesto al servicio de una ideología, mientras aniquila las razones culturales que lo sustentan, basadas en la tradición, las costumbres y la idiosincrasia. En la actualidad un “apátrida” o “gusano” [irónico] del exilio de Miami, que visita con frecuencia el Restaurant Versalles o juega dominó en la Calle 8, puede preservar más esa patria que en Cuba se fue perdiendo, que un cubano radicado en la isla. Como muchos cubanos he llevado la Patria a cuestas; como diría Borges: “En la ubicua memoria serás mía, patria, no en la fracción de cada día”.