Jorge Ferrera es dramaturgo, actor, director, profesor, todo lo que sea, pero vinculado con el Teatro, con mayúscula. A los catorce años ya se manejaba en los escenarios. Su espectáculo unipersonal Peter Gynt arrasa en estos momentos en las salas de teatro europeas. Nacido en algún año de finales de los setenta en la isla de Cuba, Jorge Ferrera es el nuevo inquilino del espacio “Dile que pienso en Ella…” esta semana.
¿Cuál fue el detonante que te impulsó a marcharte de Cuba?
Yo empecé muy joven (a los 14 años) a hacer teatro. En el año 1992 creé Teatro El Puente, un grupo que estando todavía en las aulas del Instituto Superior de Arte de la Habana, ya estaba muy vinculado al mundo profesional. Nos invitaban a Festivales de Teatro en otros países y nos presentábamos también en la escena nacional. Toda nuestra actividad teatral más fuerte en Cuba fue en los años 90, en pleno período especial. Carencias de todo tipo. Sin embargo, yo salía con mi grupo y regresábamos siempre a Cuba para continuar haciendo teatro allí. Pasó el tiempo y este mismo equipo de trabajo que me acompañó durante ocho años seguidos se fue fragmentando: dramaturgo y actrices cogieron rumbos distintos. Se fueron de Cuba, yo continuaba allí. No obstante y esto me sigue ocurriendo hasta nuestros días, hay algo físico que comienzo a sentir cuando tengo que partir de un lugar. Hay ciudades, lugares que te invitan a salir. Y eso me pasó con Cuba. Ya entraba en contradicción con muchas cosas, y como nunca me ha gustado que ninguna situación me supere (ni política, ni social, ni familiar) hasta el punto de que pueda cambiar mi estado emocional, o mi felicidad como individuo, decidí irme. Siempre he sabido retirarme a tiempo antes de que las condiciones lleguen a desgastarme. Fue así que en 1998 me fui para Colombia, después Suiza y finalmente España donde llevo viviendo casi 20 años.
¿Qué esperabas encontrar del “otro lado”?
Más que esperar encontrar algo del otro lado, lo que me pregunté fue: ¿qué espero encontrar de mí en ese “otro lado”? Apenas lo comentaba con colegas o familiares, por no parecer demasiado pedante o pretencioso, pero mi objetivo y eso sí lo he tenido siempre muy claro, era continuar viviendo de mi profesión. Sabía que no me iba a compensar nada el haberme ido y, con este acto, desvincularme completamente de mi oficio. Esto sería como una muerte en vida, en mi caso. Y con esto no quiero decir que no aceptaría determinados trabajos, ningún trabajo es indigno, pero nunca ha sido ese mi plan. Así que respondiendo a tu pregunta: ¿qué esperaba encontrar del “otro lado”? Pues otro país, con sus virtudes y defectos, pero sobre todo, otro país que no cortara las alas de mi relación con el arte.
¿Qué encontraste?
Pues lo que ya imaginaba. Lugares, en el caso de Europa, con una rica tradición cultural y teatral. Lugares que no te han pedido que vengas. Eres tú quien llegas. Toda tu carrera anterior es completamente desconocida para este público y sobre todo, encontrarme con la gente de mi gremio y descubrir en ellos nuevamente la queja y las dificultades para vivir del teatro. Y aquí comienza un proceso de “ramificación” en mi profesión que me ha llevado no solo a actuar y dirigir, sino también a impartir clases (algo que amo), hacer teatro para niños, comedias, dramas, teatro-danza; todo lo que pueda abarcar el teatro. Y gracias a este cambio de chip, puedo decir que he logrado vivir de mi profesión.
¿Qué has aprendido durante el proceso?
He aprendido a preguntarme cada cierto tiempo, por qué y para qué hago teatro. Replantearme el sentido de mi profesión. He aprendido a reinven- tarme. A eliminar prejuicios. A darme cuenta que aquellos principios que antes tenía como inviolables, hoy los veo de otra manera y actúo sin que sienta que estoy haciendo concesiones. Simplemente he cambiado. He aprendido en mi relación con Cuba, a eliminar de mi cuerpo y de mi mente todo aquello que pudo hacerme daño en algún momento. Siento que de esta forma respiro mejor. He aprendido a aceptar sin dolor el paso del tiempo, la distancia. De manera que cuando se da el reencuentro con la familia, lo vivo como un acto de felicidad suprema, disfrutando ese instante al máximo porque no sé cuándo pueda repetirse. Éso y muchas cosas más he aprendido.
¿Qué es para ti la Libertad?
La libertad, para mí, siempre ha sido la posibilidad de elegir. Elegir qué camino tomar, elegir qué decisión tomar, siempre legir. Cuando no puedo elegir, ahí siento que mi libertad está limitada. Esas elecciones que he tomado a lo largo de mi vida, son las que me han hecho sentirme libre.
¿Las experiencias vividas han cambiado en ti el concepto Patria? ¿Piensas a menudo en “Ella”?
La Patria para mí es mi cuerpo. Es el templo que va conmigo a donde quiera que vaya. Por eso lo amo y lo cuido. Cuba es el lugar donde nací, pasé mi infancia y mi juventud. Está en mí. Los valores que recibí de mi familia, me los enseñaron en Cuba. Es evidente que tengo una conexión con el lugar en el que nací, sin embargo, hay otros países donde también he logrado sentirme en casa.
En mi caso, al irme de Cuba, no he padecido el desarraigo. Conozco a amig@s en quienes esta situación, ha dejado profundas huellas. Yo no siento anclas en ningún país. Como mismo me fui de Cuba, me fui de Colombia, me fui de Suiza, me fui de Rusia. Ahora estaré de gira por Latinoamérica, y no sé las puertas que puedan abrirse. Pero tengo claro, que si en algún momento aquí, en España, siento la necesidad de partir como una vez lo hice de Cuba, también lo haría. Soy un apasionado del teatro y de mi profesión y es para mí vital el encuentro con otras culturas, otras formas de pensar, otra manera de sentir. Patria para mí, es algo muy abierto, en el que caben muchas cosas. Sin embargo, como detalle interesante, cuando me han preguntado de dónde soy, nunca he dicho ni colombiano, ni suizo, ni español, siempre he dicho cubano.