Luego de varios incidentes confusos, enmarañados y ninguno esclarecido, el 4 de abril de 1980 las autoridades cubanas retiraron la guardia que custodiaba la embajada de Perú en La Habana. Esto dio inicio a lo que muchos consideran el capítulo más dramático de la historia contemporánea de Cuba, episodio traumático que marcó el éxodo masivo y los actos de repudio. Un antes y un después.
Acaso por eso, cuando Estados Unidos y Cuba avanzan en temas de mutuo interés, como el correo postal directo, las telecomunicaciones, aeronáutica civil, seguridad aérea y marítima, intercambio científico y educacional, colaboración en materia de salud, protección de ecosistemas y otros, hacen especial énfasis en el intercambio entre el Servicio de Guardacostas norteamericano y las Tropas Guardafronteras cubanas, en la actualización de asuntos migratorios, el fraude de documentos y, más importante aún, el tráfico ilícito de migrantes y la trata de personas.
Resumido en pocas palabras: en trabajar para garantizar una migración segura, legal y ordenada.
El constante enfrentamiento y el incentivar la desconfianza dominaron la política de ambas naciones por más de 50 años. Ese arrastre hace que los ideólogos cubanos repitan, como cotorra amaestrada y con persistente porfía, que el objetivo estratégico del Gobierno estadounidense es destruir, eso que ellos llaman, proceso revolucionario.
Por esa razón, mientras que para Washington es difícil avanzar en materia migratoria hacia una relación normal con La Habana y mantener instrumentos legales como la Ley de Ajuste Cubano y la política "pies secos-pies mojados"; para Cuba es muy fácil cambiar los decretos migratorios dependiendo del contexto político actual.
Justo hoy, a 36 años del 80, Cuba lo demuestra encarcelando, interrogando, amenazando y sancionando sin marco legal, no sólo a quienes llegaron deportados desde Panamá en fechas recientes también a un grupo de jóvenes de Cienfuegos que, sorprendidos en alta mar.
Después de soportar malos tratos por parte de las autoridades, fueron sancionados con prohibición temporal de viaje y una multa de hasta 3.000 pesos. Todo por cometer la despenalizada figura de "salida ilegal".
¿No es, este proceder, una muy hábil manera de empujar a los cubanos nuevamente al mar? ¿No es, esta acción, una prueba flagrante de incumplimiento a los acuerdos migratorios de septiembre del 94 en los que Cuba se comprometía a "impedir las salidas inseguras, usando fundamentalmente métodos persuasivos"? ¿Dónde radica la persuasión?
Estamos comenzando una complicada época que, por ser nueva, debemos aprender a vivir, porque se perfila centrada en aprovechar la diplomacia para crear estrategias de convivencia, acercamientos políticos y asociaciones económicas que, aunque aparentemente resten importancia a ciertos temas de Derechos Humanos, ayudan a impulsar la paz, a reducir enfrentamientos, debilitan la violencia y suavizan la pobreza.