La noticia de que el juez dejó en libertad a la comunicadora independiente Juliet Michelena Díaz fue una sorpresa total.
No es usual que los tribunales cubanos –todos militarizados, aunque la fachada sea otra– retrocedan en un proceso contra un disidente. Lo típico –y sobran ejemplos, pero, por solo citar uno, nombremos a Sonia Garro, que sigue en la cárcel– es que aparezcan testigos falsos que ayuden a llevar el caso hasta donde la policía política lo diseñó o que construyan un expediente inflado investigando "vida y milagro" del acusado, que utilicen labores de "inteligencia" capaces de vender un producto del mercado negro, o de colocar un agente en la misma celda donde está el "objetivo".
En fin: se podrían enumerar acciones rocambolescas muy "finamente" ajustadas a la ley, que la propia policía política ayudó a construir.
Juliet Michelena, desde su encarcelamiento el pasado 7 de abril, era un objetivo claro de escarmiento contra la agencia no gubernamental para la que trabaja, una agencia ciudadana, la Red Cubana de Comunicadores Comunitarios que coordina la ex prisionera política y economista Martha Beatriz Roque Cabello. Muy probablemente, el encarcelamiento y proceso contra Michelena iba dirigido contra Martha Beatriz. Su equipo de trabajo es muy incómodo porque saca a la luz lo que sucede a pie de calle, de punta a punta de la isla.
Michelena distribuyó imágenes que ponían al descubierto el trabajo represivo de la policía cubana, que patrulla las calles con perros pastores alemanes y los echa encima de la gente, sobredimensionando una situación simplemente de protesta ciudadana.
Ella estaba en un lugar donde pudo captar las imágenes y luego su Red las distribuyó. A los pocos días, apareció una mujer que dijo haber sido agredida físicamente por Michelena. Pero la comunicadora siempre lo negó, alegando que era una maniobra de la Seguridad del Estado (policía política).
Fue extraída varias veces de la prisión para mujeres del Guatao –en la periferia de la capital– y vuelta a llevar allí a las pocas horas, talvez para desestabilizarla emocionalmente. Su marido, José Antonio Sieres Ramallo, desanduvo la ciudad buscando un abogado que la representara y solo halló trabas burocráticas, expediente desaparecido y largas al caso. El tiempo iba pasando. El juicio fue suspendido en varias ocasiones.
Este último jueves (6 de noviembre) fue llevada a un tribunal de La Habana. Horas antes, su grupo de trabajo publicó una declaración en la que explicaba la no asistencia al juzgado debido a las irregularidades que encontró el marido de la comunicadora a lo largo de ocho meses. No aceptaron la investigación y mucho menos la acusación de "Atentado".
Activistas y observadores internacionales de la disidencia en Cuba daban por hecho que Juliet sería condenada a manera de escarmiento, pero un sorpresivo giro de los tribunales militares la declaró inocente. Ante esto, habría que pensar que se trata de una maniobra del Gobierno comunista de cara a la opinión pública internacional.
Si verdaderamente, como se ha dicho, el juez encontró fallos durante el proceso, falta de pruebas, irregularidades y actuó de manera independiente, podríamos decir que las cosas están cambiando en Cuba, que, por primera vez, se reconoce el derecho a la expresión libre.
Ni Juliet Michelena Díaz ni Sonia Garro son delincuentes. Veremos en lo adelante qué sucede con la segunda, que está en la cárcel desde el 18 de marzo de 2012, enferma, y encara cargos también de "Atentado", "Desorden público" y "Tentativa de asesinato", por protestar abiertamente contra el régimen.