Muchas fórmulas en 56 años se han planteado los cubanos de la isla y del exilio sin resultado alguno. El régimen comunista de Fidel y Raúl Castro sigue en el poder. No podemos negar que mientras los dirigentes del castrismo se abroquelan y se hacen más fuertes para proteger su gobierno y su único refugio, los disidentes dentro de Cuba se debilitan con divisiones infecundas, querellas internas, ambiciones de grupos y planes que no conducen a ningún lado. En el exilio sucede lo mismo, con la diferencia que en Miami las 350 organizaciones que han representado a los cubanos de todas las orillas, se han reducido a unas pocas, que se cobijan ahora dentro de dos o tres sombrillas con nombres rimbombantes, cuyos dirigentes no salen del hospital o están al borde de los tres metros de tierra en los muchos cementerios de Miami.
Esta es una realidad que debemos enfrentar aunque nos duela. En 56 años el régimen nos ha ganado varias batallas, pero no la guerra. Todavía contamos con suficiente pólvora para hacer estallar la crisis que conduzca al Gobierno comunista de Cuba a su derrota final y a sus dirigentes a dejar el poder, tomar el camino del destierro o ir a la cárcel por los crímenes que han cometido.
Fidel Castro –que en definitiva es el que gobierna– está viejo y enfermo y Raúl Castro, que gobierna por su hermano, va por el mismo camino. No hay que esperar que ambos se mueran, porque como hijos de gallegos, pueden durar una eternidad y el pueblo de Cuba no aguanta más. ¿Qué hacer, entonces? Hay que hacerles la vida imposible, como están haciendo la esposa de Leopoldo López, Lilian Tintori y la esposa de Antonio Ledezma, Mitzi Henríquez de Ledezma, y por supuesto el pueblo venezolano, que han puesto el mundo en contra de Nicolás Maduro y su maldito gobierno chavista.
Si los cubanos no tenemos armas para combatir al régimen comunista. Si ya no hay soldados para tomar esas armas, en caso de que la tuviéramos. Si la guerra no es una fórmula realista en Cuba. Si hasta ahora no contamos con nadie para apoyarnos en nuestra constante denuncia en busca de libertad, ni la OEA, ni la ONU, ni Latinoamérica, ni Estados Unidos, ni la Unión Europea, ni el mundo. ¿Cuál es la opción que nos queda a los cubanos? Organizarnos por nuestra cuenta, con los recursos que tengamos, sin pensar más en los norteamericanos, ni en los extranjeros, ni en Barack Obama, ni en una fórmula mágica, ni siquiera en el papa Francisco.
Lo que nos hace falta dentro de Cuba son verdaderos líderes, que lleven un mensaje coherente al pueblo cubano, una esperanza de que sus problemas – y son muchos– están a punto de resolverse si se unen a las protestas, a las organizaciones que combaten la dictadura, a los líderes que las promueven, porque ellos son la única solución y la única esperanza.
Lo que necesitamos en Miami y en Cuba, son hombres y mujeres que dirijan y nos representen tres años más, el tiempo que los más acuciosos analistas consideran que serían los años que la dictadura totalitaria castrista estaría en el poder, siempre y cuando tengamos una representación legítima, capaz de organizarnos en todos los frentes. Que se dirija a los países, a los pueblos y a los gobiernos del planeta y le ofrezca a ese pueblo oprimido dentro de Cuba un mundo mejor, una solución más civilizada, más progresista, más humana, con la garantía de todos sus derechos y sus libertades. Donde al desaparecer ese régimen comunista, la vida de los cubanos sea mucho más placentera, su gobierno más eficiente, más organizado y como en el reloj de la historia, Cuba vuelva a disfrutar de todas las bienandanzas, de una democracia plena y el pueblo viva nuevamente feliz.
Este grupo de hombres y mujeres sería recibido por todos en el mundo, estaríamos en todos los foros, podríamos contar con los recursos económicos que no tenemos ahora, tendríamos una voz más fuerte que nunca y nuestra denuncia se escucharía en todos los continentes. Por consiguiente, la presión mundial contra la tiranía totalitaria cubana le haría más daño al castrismo que un desembarco militar de cuatro gatos, con cuatro fusiles por Cárdenas o por Tarará, y el mensaje llegaría a los cubanos en la isla, que despertarían del letargo en que se encuentran y buscarían su libertad, la única manera de socavar la base política de ese régimen, al lado de las Damas de Blanco, de UNPACU y de todas las organizaciones que combaten dentro y fuera de Cuba.
En el exilio desde donde escribo, todavía hay cubanas y cubanos dignos, talentosos, inteligentes y verdaderos patriotas, que piensan y sienten con amor por Cuba. En la isla también los hay, capaces de dirigir y formar un gabinete provisional, una especie de Comité Cubano de Salvación Nacional, que nos represente a todos por igual y que estén dispuestos a tomar en serio la libertad de Cuba. Uno de esos cubanos decentes, en mi opinión, que podría ponerse al frente de este Comité, es Carlos Alberto Montaner, que sin duda es una de las pocas reservas que todavía tenemos los cubanos de las dos orillas, capaz inclusive de unir las voluntades de otros compatriotas talentosos y valiosos también, dispuestos a servir los intereses de la patria.
Carlos Alberto Montaner no necesita presentación. Su historial combatiendo la tiranía durante años en Cuba y en el exilio todo el mundo lo conoce. Su prestigio como intelectual, periodista, conferencista, escritor de varias docenas de libros sobre todos los temas, le han dado fama internacional. En Estados Unidos cuenta con una personalidad indiscutible. En Latinoamérica tiene unas relaciones en el mundo de la literatura, la política y la economía envidiables. En Europa, sobre todo España donde ha vivido muchos años, se le considera una mente privilegiada, un hombre digno y un cubano ejemplar. ¿Qué más se puede pedir en un cubano como Montaner, para representar al resto de sus compatriotas, que esté a la altura histórica de Don Tomás Estrada Palma? A los cubanos nos hace falta un hombre capaz de unir voluntades y de dirigir nuestros pasos hacia la liberación y luego hacia la transición, sin Fidel, sin Raúl y sin el Partido Unido de la Revolución Comunista en el poder.
¿Por qué, entonces, no organizar un Comité Cubano de Salvación Nacional, el organismo patriótico unido que nunca hemos tenido, con el respaldo de todos, con Carlos Alberto Montaner a la cabeza, en compañía de los mejores y más inteligentes cubanos y cubanas de todas las épocas, de aquí y de allá, que le dé una dinámica nueva a la oposición tenaz, dentro y fuera de la isla, y una representación válida, patriótica e inteligente a la lucha que libramos hace 56 años, lamentablemente con un rosario de muertos, pero sin resultados tangibles, positivos y definitivos? Que sea el vehículo más adecuado para presionar al mundo –como sucedió en Suráfrica– que esté junto a los cubanos y obligue a la tiranía monárquica de los hermanos Castro a devolverle el poder al pueblo de Cuba.
Lo importante es que se vayan Fidel y Raúl y el comunismo fracasado que ha hundido la república y sea sustituido por una democracia participativa, donde el pueblo tenga nuevas expectativas, para que Cuba sea otra vez una república feliz, democrática, contemporánea, próspera y llena de grandes esperanzas, respetuosa de las leyes y con el disfrute de todas sus libertades.
Cuba no se libera, si no contamos con el respaldo del mundo y ahora más que nunca, después del 17 de diciembre del 2014, y si no le abrimos los ojos y motivamos a los cubanos –principalmente a los jóvenes– que subsisten malamente dentro de la isla, para que luchen por su propio destino en busca de un país mejor, como sucedió en India con Mahatma Ghandi, en Estados Unidos con Martin Luther King y en África del Sur, con Nelson Mandela y Desmond Tutu, nunca lograremos la libertad de la patria que ansiamos hace 56 años.