La calma no se le da bien a los autoritarios. Necesitan que el sobresalto se extienda entre los ciudadanos para gobernar a sus anchas. Ese escenario de temores se ha agudizado en los últimos meses en Cuba, en los que el Gobierno ha reforzado o abierto nuevos frentes contra la oposición, el cuentapropismo, los jóvenes que aspiran a una beca en Estados Unidos y, en especial, la prensa independiente.
Los tambores de la batalla resuenan y el enemigo principal lo encarnan en esta ocasión los periodistas no afiliados a medios estatales que narran los daños ocasionados por el huracán Matthew. El Gobierno se opone a que "sitios privados o abiertamente al servicio de la contrarrevolución" den una "imagen, no ya diferente, sino distorsionada de la realidad", según apunta un artículo publicado este jueves en Granma.
El texto bajo el título Matthew: humanismo, transparencia y manipulación es apenas una escaramuza más en la escalada de las últimas semanas contra las publicaciones que se escapan del control partidista. Lo novedoso es que en esta ocasión el ataque alcanza a ciertas zonas de la prensa independiente que han luchado a brazo partido para no ser incluidas en el saco de los "enemigos".
La actual ofensiva contra ellos, encarnada en los arrestos que sufrió el equipo de Periodismo de barrio y su directora Elaine Díaz, las amenazas contra Fernando Ravsberg sobre una posible expulsión del país y la sanción contra el periodista holguinero José Ramírez Pantoja, demuestran que para el retrógrado oficialismo cubano todos los gatos son pardos, o lo que es lo mismo: el periodista que no aplauda con suficiente entusiasmo es un traidor.
La arremetida oficial ha alcanzado al informe redactado por el Comité de Protección de los Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés) sobre la situación de la prensa en Cuba, un estudio en el que colaboró Ernesto Londoño, periodista del diario The New York Times y cuyos editoriales proclives al deshielo con Estados Unidos eran ensalzados hasta hace poco por la prensa gubernamental.
Ahora... ahora todos hemos quedado metidos en el mismo saco.
De nada sirve a las nuevas víctimas tomar distancia de quienes han sido estigmatizados por la propaganda oficial en programas televisivos transmitidos en horario estelar. Poco funciona ya que los atacados hoy por el encono oficial abjuren del periodismo independiente nacido en la década de los noventa. Ni siquiera que abominen de blogueros "conflictivos" o disidentes y aseguren públicamente que los guía una ideología de izquierdas.
Nada de eso importa. Porque lo que está ocurriendo ahora mismo es el encontronazo entre dos tiempos. Una era en la que el Partido Comunista de Cuba pudo controlar, decidir y manipular a su antojo toda la información que publicaban los medios en la Isla. Tiempos en que nos enterábamos semanas después de que el Muro de Berlín había caído y que las imágenes del Maleconazo eran escamoteadas de las primeras planas de los diarios nacionales. Esa época está muriendo y está naciendo otra, gracias a las nuevas tecnologías, al compromiso con la verdad de muchos periodistas y a las crecientes ansias de estar informados que muestran los cubanos.
Sin embargo, a la Plaza de la Revolución, acostumbrada a decidir cada titular y nombrar a dedo a los directores de periódicos, emisoras y noticieros, poco le importa si el nuevo objeto de su ojeriza es una revista de modas, una publicación de deportes o un sitio informativo. Si no tiene el sello partidista cualquier intento informativo será visto como una declaración de guerra.
Mientras los periodistas cubanos sigan sin reconocer que más allá de los matices editoriales, las fobias o filiaciones ideológicas de cada cual, deben unirse y protegerse los unos a los otros, el oficialismo seguirá asestando estos golpes. Satanizará, arrestará y confiscará los útiles de trabajo a los reporteros que no estén en su nómina, no importa si se dedican a hablar de la migración de las aves rapaces o de los actos de repudio que vive la oposición.
Para lo único que vale ahora mismo tomar distancia es para que las fuerzas más contrarias a la libertad informativa nos despedacen. Separados somos solo periodistas a merced de los caprichos del poder; juntos conformamos un gremio vigoroso y necesario.
Sirva este texto para enviar mi solidaridad a todos los colegas que hoy están en el ojo del huracán de la represión, sea cual sea su línea editorial, el enfoque de sus trabajos o el color de los sueños que acaricie para nuestro país.
[Este artículo fue publicado originalmente el 14/10/2016 en 14yMedio]