Conocí al escritor Alberto Baeza Flores por las prohibidas ondas de Radio Martí en Cuba, ¿por dónde si no?, y me vine a enterar que no era cubano tras escapar de la isla y arribar al Miami nuestro, que ya no es nuestro pero sigue siendo un lugar de refugio para los nuestros, y la verdad es que, a pesar de ser chileno, Baeza Flores era más cubano que muchos cubanos, si ser cubano implica un compromiso con la decencia, la libertad y el desprecio feroz a la dictadura, es decir, era un chileno y a la vez un exiliado cubano.
Era un hombre y un nombre querido y reconocido entre los exiliados y contaba con amigos como el poeta y ex preso político Ángel Cuadra, y compartía una columna en el viejo Diario las Américas con escritores tan prestigiosos como el peruano Mario Vargas Llosa y tan humildes como este isleño después. Era otro diario, y otra época, y todavía la uniformidad del marxismo cultural no fusilaba al distinto.
Lo vi una o dos veces, no más, en alguna recepción exiliar y quiero creer que me fue presentado por Cuadra, lo recuerdo alto y con una corta y blanca melena peinada hacia atrás y una mirada penetrante, tenía nombre y porte de poeta y era un auténtico poeta.
Y me vengo a enterar por el editor y ensayista Ángel Velázquez Callejas que el bardo y columnista tenía a su haber una novela muy crítica acerca de su experiencia bajo el castrismo en Cuba titulada La muerte en el paraíso, publicada originalmente en México por Costa-Amic en el año 1965, una novela que siendo un alegato anticastrista no deja de tener la vena y la venia poética. Así podemos constatar desde las primeras páginas esa certera mezcla de prosa tersa y poesía profunda cuando escribe:
"Sonó una descarga que sacudió al condenado, rebotó contra el paredón y golpeó la noche.
El reo se estremeció como el saco al que arrojan desde un camión en movimiento. Su boca se abrió en busca de aire y algo se rompió en la caja de su pecho, como si un alicate hubiera cortado las cuerdas de un arpa.
La sangre, sin prisa, empezó a humedecer la tierra. La sangre era la vena de la noche oscura. El cuerpo del condenado vibró. Se le habían roto las bisagras del alma".
Y más adelante: En Cuba habían sido declaradas poco civilizadas las corridas de toros. "Se les había calificado de inhumanas. No se lidiaban bestias, pero se fusilaban hombres".
Después, cerca del final, cuando narra cómo el horror del paredón ha extrapolado sus estrechos marcos y anegado en una miasma espesa al país completo, se puede apreciar aún esa prosa poética que salva la novela del panfleto y la reivindica como una de las primeras obras literarias que retrata la realidad de la peor dictadura padecida en este hemisferio:
"Las calles eran una eclosión de ruidos, de ritmos, de gritos, de chirridos. Eran un entrechocar de delirios y, de pronto, de silencio, de tumbas, de miradas, de delaciones, de temores. El miedo andaba, suelto, como los gritos".
Baeza Flores nació el 11 de enero de 1914, en Santiago de Chile, y murió en Miami, el 6 de enero de 1998, a los 83 años de edad, y formó parte de la famosa Generación de 1938 en su país, integrada por escritores tan destacados como el Premio Cervantes Gonzalo Rojas y el poeta y ocultista Miguel Serrano, y vivió durante muchos años en Cuba, Costa Rica y otros países hemisféricos.
Allá por 1939, arriba a Cuba al frente de una delegación del izquierdista Gobierno del Frente Popular de su país, de donde no partiría hasta mediada la década de los sesenta en desacuerdo con la dictadura marxista impuesta Fidel Castro -quiere decir que el poeta apreció y sufrió en carne propia la implementación en la isla de la utopía que imprudentemente habría querido en algún momento para su país-, pero antes y en mejores tiempos para La Habana se vinculó al grupo literario Orígenes junto a luminarias como Lezama Lima y Gastón Baquero; marginada la primera y obligada al exilio la segunda por parte del comisariado cultural castrista.
Baeza Flores contribuyó con su pluma y visión a las primeras revistas de los originistas. Por esa fecha en República Dominicana habría de ser promotor del más importante movimiento poético dominicano, junto a hombres como Franklin Mieses Burgo, Manuel Rueda y Freddy Gatón Arce. También en Cuba, en la ciudad oriental de Bayamo, nació su hija, la cantante y actriz Elsa Baeza, fruto de su matrimonio con la cubana Elsa Pacheco Reyes.
El poeta se vinculó a la socialdemocracia latinoamericana y fue director de la Escuela Interamericana de Educación Democrática en Costa Rica. Viajó mucho por América, Europa y Extremo Oriente, experiencias que le ayudaron a plasmar una poética intensa y de gran vocación universal.
Baeza Flores publicó cerca de un centenar de poemarios, entre los que destacan Experiencia de sueño y destino (1937), Ánimo para siempre (1938), Dolorido sentir (1942), Isla en las islas (1946), Nuevas elegías en el Caribe (1946), Rapsodia cubana (1947), Provincia de amor (1950), Corazón cotidiano (1954), Prisión sin muros (1964), País de la memoria (1964), El tiempo pasajero (1966), El mundo como reino (1967), A la sombra de las galaxias (1968), Caminante en España (1973), Geografía interior (1980), Poemas en Yugoslavia (1984) y Poemas esenciales (1985).
En tanto poeta, Baeza Flores tenía la mirada abierta ante la maravilla y la miseria del mundo, mirada que no le dejaría pasar por alto la traumática experiencia de Cuba, y gracias a la cual, hay que decir, contamos ahora con una novela testimonial de la índole de La muerte en el paraíso, Ediciones Exodus, Miami 2019.
Nota: Los datos biográficos de Alberto Baeza Flores han sido tomados de las notas de portada de sus libros.