Serena Auyón-Chancellor, astronauta de la NASA nacida en Indianápolis, hija de padre cubano y madre norteamericana, ingeniera y médico cirujano, trabaja en estos momentos en la Estación Espacial Internacional que orbita la Tierra, contribuyendo con sus conocimientos y coraje al éxito de uno de los proyectos más admirables de su país de origen: la conquista del espacio. Se suma a una larga lista de mujeres de ascendencia o nacionalidad cubanas que a lo largo de más de doscientos años han hecho aportes tan diversos como sustanciales al florecimiento de Estados Unidos.
Entre esas mujeres cabe incluir aquéllas que desde 1959 hasta el día de hoy han abandonado Cuba forzadas por la catástrofe sociopolítica que sufre la isla y han rehecho o fundado sus hogares en el sur de la Florida y otras ciudades norteamericanas, destacándose en todos los ámbitos imaginables y ennobleciendo con su capacidad de sacrificio, inteligencia y talento la sociedad que las ha acogido.
Entre esas mujeres también cabe incluir a aquéllas que durante buena parte del siglo XIX se vieron forzadas a abandonar Cuba por simpatizar con la causa de la independencia de la isla y tener maridos e hijos que luchaban a favor de esa causa. Todas rehicieron sus vidas en Cayo Hueso, Tampa, Nueva York, Filadelfia, Nueva Orleans, Jacksonville. Todas, desde la humildad o prosperidad de sus hogares, volcaron sus energías en la gran aventura norteamericana de ofrecer a quienes viven en este país un espacio donde realizarse honrada y libremente, y todas, sin olvidar por un instante a Cuba, hicieron lo imposible por ser útiles a la nación que las albergaba, criando y educando hijos conscientes de las ventajas que significaba vivir en una sociedad democrática, moderna y enamorada del porvenir.
José Martí se refiere a algunas de ellas en un párrafo espléndido de su artículo "La recepción de Filadelfia", una ciudad
donde la anciana lleva aún al corazón la escarapela que lució al sombrero libre Ignacio Agramonte:¡escarapela muy usada...! Por todas partes, con su mantón sencillo y sus canas queridas, estas ancianas que no se nos fatigan, estas madres que crían a sus hijos para que abran el camino donde la yerba piadosa cubre la sepultura de sus padres, estas viudas de paso firme que de los quehaceres de la casa del destierro salen, con el medallón del esposo muerto al pecho, a acompañar la bandera por que murió, estas madres que en su caja de ámbar guardan la insignia que desafió tantas veces arrogante la bala enemiga! ¿Y hay hombres que se cansan, cuando las mujeres no se cansan?
Las relaciones de la mujer cubana con Estados Unidos tienen su antecedente más hermoso en el siglo XVIII, durante la Guerra de Independencia de este país, cuando un grupo de vecinas de La Habana recolecta fondos, subasta objetos valiosos y dona sus joyas para auxiliar a George Washington y a su ejército hambriento, descalzo y a punto de quedarse sin recursos para continuar en la contienda. La recaudación superó el millón de libras francesas y puede haber sido decisiva en la victoria obtenida por el general en la gran batalla de Yorktown, tras la cual Inglaterra no tardó en capitular.
Stephen Bonsal, periodista, corresponsal de guerra y escritor norteamericano, Premio Pulitzer de Historia en 1945, no dudó en aseverar: “los fondos reunidos por las damas de La Habana pueden ser considerados, en verdad, el último cimiento sobre el cual se edificó la independencia de Estados Unidos”.
¿Quién iba a decirles a aquellas damas que el país que ellas ayudaron a independizarse iba a servir de refugio a cientos de miles de compatriotas suyos durante los dos próximos siglos y a continuar ofreciéndoles la oportunidad de vivir en libertad en los albores de un tercero, mientras Cuba, tiranizada durante décadas, se precipitaba en la ruina?
¿Quién iba a decirles que 237 años después de su contribución a la independencia de Estados Unidos, la hija de unos de esos compatriotas desterrados, doctora en medicina desdoblada en astronauta, iba a orbitar la Tierra en una estación espacial, contribuyendo al éxito de un proyecto de la NASA?
Estados Unidos no fue Estados Unidos hasta el 4 de julio de 1776 cuando su nombre, sugerido por Thomas Paine, fue inscrito en la Declaración de Independencia y ésta fue firmada por los delegados de las trece colonias rebeldes. Los cubanos no debemos ser indiferentes a la celebración anual de este día. Las damas de La Habana nos acreditan como colaboradores de aquellos hombres, y triunfadores, junto a ellos, en el magno empeño de fundar una nación.