Hace nueve años que Laura Pollán murió, la asesinó el régimen de La Habana. Su delito fue simplemente organizar un grupo de mujeres cubanas para ir a Misa los domingos vestidas de blanco. Ya desde antes del surgimiento de las Damas de Blanco, un grupo de mujeres, familiares de prisioneros políticos, asistían a Misa en la Iglesia de Santa Rita, en La Habana, para orar por sus seres queridos. Laura tuvo la osadía de lanzar la idea fuera del recinto religioso, le dio unicidad a aquel esfuerzo y una imagen que creció en reconocimiento y visibilidad ante los cubanos y el mundo.
Laura tenía la voz dulce y el acento del oriente del país, había sido profesora de literatura, e intuyo, que su conocimiento literario la hizo identificar la belleza de la causa de la libertad de Cuba. Su esposo, dedicado a labores de oposicón política, la puso en la encrucijada, como a muchos otros familiares de prisioneros políticos en la Cuba de principios del milenio.
Enarbolar el amor frente al odio, la paz frente al terror
Laura tomó el reto y creyó en su misión. Enarbolar el amor frente al odio, la paz frente al terror. Lo hizo sin perder la dulzura, pero con un aplomo y un sentido común que le ganó el liderazgo entre las demás mujeres.
Usualmente hablaba con ella para conocer situaciones específicas de represión o para brindar la ayuda solidaria del exilio cubano. Con el tiempo, comenzamos a hablar del futuro, de su visión del cambio, de las condiciones para la libertad. Siempre tenía una palabra optimista con relación a las posibilidades de triunfo del movimiento cívico. “Aquí ya estoy poniendo en el fogón el café, para que cuando llegues, que es pronto, podamos tomarlo juntas”. Laura siempre era luz y era esperanza, levantaba el corazón con su plática.
Ese día murió Zapata, o mejor dicho, lo asesinaron, pues durante esa huelga le quitaron el agua durante 18 días, y eso era lo único que él ingería
Cuando la madre de Orlando Zapata Tamayo se encontraba en La Habana con su hijo en huelga de hambre y sin saber exactamente dónde lo tenían, Laura brindó su casa para realizar una conferencia de prensa. Fue en ese instante que llegaron los agentes de la Seguridad del Estado y le avisaron a Reina Tamayo que tenía que acompañarlos. Ese día murió Zapata, o mejor dicho, lo asesinaron, pues durante esa huelga le quitaron el agua durante 18 días, y eso era lo único que él ingería, provocándole un daño irreparable en los riñones. Laura estaba allí, abierta y solidaria.
Luego del asesinato de Zapata vino la prueba de fuego para Laura y las Damas de Blanco. La Seguridad del Estado utilizando el miedo trató de impedir las marchas hacia la Iglesia. Los ánimos estaban caldeados y los mismos prisioneros políticos en distintas prisiones y provincias se encontraban realizando protestas por el asesinato de aquel valiente opositor.
Utilizó el ingenio, la imaginación, las tácticas de la lucha cívica no violenta e hizo crecer el desafío y la esperanza en las calles de Cuba.
La policía política trató de convencer a las Damas de que no salieran a la calle. Utilizaron primero métodos de persuasión y luego violencia directa contra las mujeres pacíficas. Laura Pollán se dio cuenta de que, si retrocedían ante estas amenazas y represalias, serían presa fácil para la maquinaria represiva, y decidió salir, caminar, ampliar incluso los caminos de las Damas a otras calles de la capital cubana. Utilizó el ingenio, la imaginación, las tácticas de la lucha cívica no violenta e hizo crecer el desafío y la esperanza en las calles de Cuba.
Estaba condenada
El monstruo totalitario la puso a prueba y sabía que no había vuelta atrás. Le temían a su carisma, a su liderazgo y a su voluntad de lucha.
Unas pocas semanas antes de su muerte, sufrió un terrible acto de repudio y fue agredida directamente, algunos sospechan que le inocularon un virus o alguna sustancia. Todo es posible y no sería la primera vez que los castristas utilizan estos métodos para eliminar sus enemigos.
El diagnóstico nunca fue claro y su familia ya no pudo tocarla o hablar con ella. La veían, igual que a Zapata en sus últimos días, a través de un cristal
El caso es que Laura enfermó y tuvo que ser hospitalizada y todo lo que ocurrió después de ese momento se desconoce. El diagnóstico nunca fue claro y su familia ya no pudo tocarla o hablar con ella. La veían, igual que a Zapata en sus últimos días, a través de un cristal.
Los médicos que anunciaron su muerte llevaban botas militares y junto a ellos estaban los reconocidos agentes de la policía política que tantas veces la reprimieron.
El legado de Laura es hermoso: la fe, la esperanza, la voluntad de ser libre. Con sus manos delicadas ayudó a levantar un movimiento que aún hoy permanece. Con su inteligencia hizo avanzar en el camino de la libertad, que está en las calles de Cuba. Con su voz despertó conciencias e inspiró a un pueblo.
Laura, sencilla y valiente, sabia y dulce: tu legado permanece hasta que un día amanezca en la patria por la que fuiste capaz de entregar tu vida.
Que así sea.