La Loma de la Cruz es un sitio obligado para los que visitan la ciudad de Holguín, conocida también como "la ciudad de los parques". El cerro El Bayado, escoltado hoy por 458 escalones, está lejos de haberse convertido en un lugar de devoción exclusivamente católica.
En su visita a Cuba, del 19 y el 22 de septiembre, el papa Francisco bendecirá a Holguín el día 21, desde su máxima altura.
La historia cuenta que fue el fraile Antonio Alegría, un 3 de mayo de 1790, el que colocó la cruz cristiana en lo alto de la elevación, como salvaguarda de la ciudad. Esa cruz de madera había sido colocada anteriormente en lo que hoy conocemos como "la loma del fraile", en donde llegaron a realizar algunas celebraciones.
La escalinata que se abre a la ciudad, y que aparece en cuanto logotipo intente identificar a Holguín, comenzó a fraguarse en 1927 de la mano del venerable arquitecto local Oscar Albanés, con una especie de plaza circular como remate en lo alto del cerro.
Los distintos estudios de historia holguinera apuntan que los intentos por escalonar hasta la cumbre el camino concluyeron en 1951, para facilitar el acceso de quienes ya hacían las romerías, celebradas por entonces cada 3 de mayo.
El amor, las fiestas de amigos o las celebraciones religiosas, han buscado como pretexto subir la Loma de la Cruz para dar fin a sus intereses. Los artistas de la plástica, músicos y escritores tienen en esta elevación una musa para sus obras.
El diácono Andrés Rodríguez Tejeda, holguinero, ahora residente en Birmingham, Alabama, asegura que es un lugar sin exclusiones.
"Es el signo de la ciudad de Holguín, primero por su historia, desde las guerras de independencia, donde los españoles tenía un fuerte que los mambises tenían que conquistar. Pero toda la cultura del pueblo tiene que ver con la Loma de la Cruz: no hay holguinero que no la haya subido, un artista que no la haya pintado en sus cuadros, un poeta que no le haya cantado", indicó el diácono.
A inicios de los años 90 del pasado siglo, un grupo de jóvenes universitarios retomaron las celebraciones del Día de la Cruz, para subir cada 3 de mayo a ofrecer sus agradecimientos y expresar de manera artística el hecho de contar con un lugar tan pintoresco. Años después, un equipo de artistas de la Asociación Hermanos Saiz fundaron la Romerías de mayo, uno de los mayores eventos artísticos del país, que pasó de ser un convite para jóvenes creadores a una plaza para exponer prácticamente todas las manifestaciones artísticas durante casi una semana y en el que confluyen cientos de artistas cubanos.
Las Romerías de mayo comienzan en la alta noche de los días 2 de mayo, para amanecer el 3 con un desfile que inicia en las afueras de la ciudad y concluye levantando el Hacha del Baibrama, en representación de un behique precolombino, junto a la cruz de los católicos.
Pedro Pablo Celestrín nació y se ha criado en la ciudad. Cree que el panorama y los motivos por los que subía antes a la loma han cambiado. "Era un lugar sano, nos divertíamos, hacíamos competencia a ver quién subía primero esa cantidad de escalones, pero ya no es igual. Creo que fue en 2012, una noche mataron a un extranjero... y después de las siete de la noche no hay quién se quede en los alrededores o baje a pie por la parte en que bajan los carros. Es muy peligroso", señala.
Celestrín dice que le gustaba ver la ciudad desde ahí: "Holguín parece un lugar tranquilo desde allá arriba, aunque abajo esté pasando lo peor, pero estar desde bien arriba te hace creer eso", concluye.
La profesora holguinera María Luisa López de Queralta cita en una investigación versos de Juan Cristóbal Nápoles Fajardo "El Cucalambé". El vate le cantó a la obra del fraile que hizo posible después la actual veneración por la loma y por la cruz. En el periódico La Luz, aparecido en 1862, fueron publicados los versos del Cucalambé, de los que reproducimos el siguiente fragmento:
Risueña como un festín,
Como la noche de un Baile
Se eleva frente de Holguín
Loma esbelta como el güin,
Llamada el "Cerro del Fraile".
Mil antiguos peralejos
Se mecen sobre su cumbre
Y sus puntas a lo lejos
Muestran del sol a la lumbre
Tornasolados reflejos.
(…)
Aun así, en lo alto de la loma, en el nicho contiguo a la cruz, la idiosincrasia popular va a rendir a su modo cualquier tipo de veneración. El sitio ha servido para ofrendas de los creyentes de las distintas religiones afrocubanas, como la Regla de Ocha y el Palo Monte. Restos de animales, flores, objetos, prendas de vestir o alimentos son parte de las ofrendas.
La Cruz parece resguardarlo todo, aceptarlo todo, con tal de proteger a la ciudad.