La suerte del pueblo japonés está cifrada en millones de papeles a los que tiene acceso en los santuarios budistas y sintoístas de su país. Estos papeles, doblados o enrollados, son escogidos al azar y traen buenas o malas noticias. Si son buenas, el interesado se lleva el papel consigo; si son malas, vuelve a doblar o enrollar el papel y lo cuelga de un árbol vecino del santuario, donde el infortunio, luego de languidecer, se desvanecerá.
De imprimirse en papel de piedra --un papel que, gracias a su resistencia, gana terreno en el mercado internacional--, esta costumbre deforestará Japón, donde árboles y templos crecen a la par. El sobrepeso de los papeles quebrará las ramas, devolviendo al suelo los malos auspicios, y la nación, tan expuesta a los desastres naturales, se sorprenderá alentándolos, transmutando la fatalidad en fruta, observando al papel de piedra caer y, fragmentado, esparcir su polvo nefasto, su semilla.
El aspecto de estos árboles cargados de papeles remite a una figura mundana pero puntual: la de las mujeres que, a falta de rulos, se hacen papelillos y salen con ellos al portal o la calle. No sorprende que la mayoría se queje de padecer dolores de cabeza: es raro que alguna tenga la precaución de averiguar qué dicen las tiras de periódico a las que recurre antes de cubrirse el cráneo. José Martí revisaba las páginas de los diarios antes de envolver en ellas las botas y el sombrero de su hijo: desconfiaba de la honradez de la prensa y creía en esos contagios. Los únicos papelillos inofensivos son los de papel sanitario. El papel de escribir en blanco produce lapsos mentales; el de toalla, sudoración y lágrimas.
Imposible llevar noticias de una estafa, un crimen pasional, un siniestro, una contienda armada o una posible catástrofe nuclear debajo de un oleaje de mechones estresados y no sufrir consecuencias. La migraña y otras afecciones de sintomatología análoga tienen origen en la información impresa que sus víctimas --o sus antepasados: madres, abuelas-- utilizaron para ondularse el cabello. Más de una mujer cubana ignora las consecuencias que ha tenido en su salud psíquica la utilización de tiras del diario "Granma" para elaborar su peinado.
Una cofia de papelillos de papel de piedra impedirá a la usuaria llevar airosamente la cabeza y escapar de una lesión cervical. La papiroflexia o habilidad de doblar papeles hasta imprimirles forma de animal o cosa es la única prevención posible. Una pajarita de papel crepé prendida encima de cada mechón enrollado halagará tanto al ave que, agradecida por el lugar cimero que se le adjudica, tirará de cada papelillo con suficiente eficacia para contrarrestar el instinto homicida del papel de piedra.
No hay remedio para los trastornos provocados por los papelillos hechos con tiras del "Granma".
Nota - "El papel de piedra, también llamado papel mineral, es un nuevo tipo de papel compuesto de un 80% de carbonato cálcico y un 20% de polietileno. En su fabricación no se utilizan árboles, agua o cloro, y puede reciclarse infinitamente por fotodegradación, período de 14 a 18 meses de exposición solar". ("Wikipedia").