Máquina para borrar humanidades es, después de Para dar de comer al perro de pelea (Neo Club Ediciones, 2014), tu segundo libro desde que saliste al exilio. Aunque algunos suelen pensar que los libros de poesía son simplemente una reunión de poesías escritas en el paso del tiempo, quienes escribimos sabemos que entre un libro y otro hay siempre hilos secretos, senderos que se unen o bifurcan para diferenciarlos. ¿Qué diferencia entonces a Máquina… de Para dar de comer…?
Yo creo, sin ninguna duda, en el tiempo. Lo que hay entre un pasaje y otro es el tiempo y esa manera en que se han modificado los dos poetas. El que vino como un animal asustado, huyendo del horror, la exclusión y la asfixia, y el otro, el que puso la cabeza a reposar por un instante y vio a sus hijos dormir la mañana, el que ya no espera la patada en el trasero –por muchos sobresaltos que signifique vivir en un país desarrollado.
La poesía que fue exprimida en Máquina… es el destilado final de casi tres años limpiando cada verso. Por lo general escribo de un tirón, pero tardo entre tres o diez años para publicar. Me sigo sintiendo ese cirquero que tiene el público delante, y ahora me toca hacer que no cierren la boca de tanto asombro, que no se paren de los asientos y me pidan una o dos piruetas más. No hay manera de hacer poesía si no lo hago a la manera de Homero, si no me creo que en cada poema me esperan los aldeanos para que les cuente las historias de los pueblos vecinos, o como ya te dije antes: como un tragaespadas y dejar lívidos a los espectadores ante cada salto mortal.
Quien siga hoy tu trayectoria creerá que sólo escribes poesía. Pero yo, que te conocí primero como narrador y sólo después como poeta, te pregunto: ¿has dejado de escribir cuentos?, ¿tendremos alguna vez la oportunidad de recordar al excelente cuentista que fuiste allá en Cuba?
Ya están en una gaveta a punto de dejar manosearse, mis cuentos. Una decena, a lo mejor. La narrativa me consume demasiado, para mí es más cerebral que la poesía, y como sabrás, soy un tipo más díscolo que centrado. Tengo que meterme desnudo en ese libro de cuentos, y en las historias que ya he vuelto a apuntar, pero tengo que andar con una piel distinta para cada género. También me mira con desprecio una novela que inicié hace años y sé que cuando hablamos me dice algo similar a lo que se le dice a un mal padre. El libro se llama “Las negras escriben cartas de amor”. Está casi listo, mi querido Amir.
Miami, aunque muchas la sigan viendo como “el estercolero de la cubanidad”, como un “páramo cultural”, para sólo citar dos de la etiquetas que se ha ganado, va convirtiéndose en un escenario cultural de indiscutible referencia para quien quiera establecer un análisis serio sobre la cultura cubana. Alejándonos de los típicos tópicos que impone la política, me gustaría que nos dieras un paseo personal por esa Miami íntima y pública que desde el punto de vista cultural ha encontrado el creador que eres.
Me desternillo de la risa ante las etiquetas vulgares que han venido más desde el Departamento Ideológico del Partido Comunista de Cuba que de los propios visitantes. Mira, Miami está lleno de cafecitos a la antigua, donde saludas, y te sientas a sorber despacio y puedes estar toda la mañana. Tiene una decena de galerías de arte muy movidas y lo más contemporáneas que yo mismo les pueda exigir. Hablo por el autodidacta que soy, no por mis amigos académicos, ex compañeros de la universidad: puedo perderme un día en una de las bibliotecas públicas del condado y estar todo el día sin que me cueste un centavo, y encima me pueden hasta dar un café como cortesía. Wynwood, en el Art Distritc, se ha convertido en la meca del grafitis y el arte de la espontaneidad, un lugar donde combinas la vista con el sabor de una cerveza artesanal en una paz que ya quisiera Alaska.
En el ambiente literario hay personas más refinadas y “curtas” y “apreparadas” que reniegan el roce con los demás. Pero desde tener a excelentes poetas como Ángel Cuadra y Jorge Valls, de la vieja guardia, y lo mejor del género en habla hispana, puedes hallarte, como lo hice yo, con una de las voces jóvenes más interesantes como lo es Tinito Díaz, un tipo al que hay que seguir de cerca por la fuerza poética que tiene. Hay proyectos literarios que no cierran sus muestras, sus peñas (para tirios y troyanos), hay una feria del libro –con asombrosas exclusiones-, y hay un festival de literatura que ha unido ese remanente excluido.
Me gusta la tranquilidad del festival de cine de Miami, y el alboroto y la profusión que tiene Art Bassel. El microteatro de Miami, esas obras que son puestas dentro de contenedores, me enamoró para siempre.
Aviso: dile a los envidiosos que se alejen de Miami, pueden morir de un infarto, ¡jajajaja!
La prueba de que Miami se ha convertido en un punto de referencia universal para la Cultura Cubana (así, con mayúsculas) es que el régimen, parece que viendo en ella un peligro de perder el control sobre ese ámbito esencial que es la cultura, ha decidido conquistarla. ¿Cómo ves todos esos asuntos tan polémicos hoy del intercambio cultural, la publicación en la isla de autores del exilio… en fin, esos afueras y adentros que no terminan de unirse?
El final de tu pregunta es el interesante. Me gusta eso, y es que no tienen que unirse, nunca lo han estado. La polémica hoy es por el que goza de los privilegios del régimen castrista y viene a gozar de las bondades de la libertad de expresión, del que calla en Cuba ante la mala suerte de sus colegas y viene a sentir la palmadita del vecino, y deja a aquellos en la meta de salida. Pero no hay esa comunión nunca ni la ha habido. Las puñaladas en la UNEAC se trasladaron a las puñaladas entre el que está en Barcelona y París, así de simple. Los de esa orilla que hoy me queda más cerca que nunca, esperan mi abrazo y se lo he extendido cada minuto de este corto exilio, ellos pueden dar fe de mi activismo por tipos en desgracia como el condenado a 18 años Jorge Olivera Castillo y mi hermano Ángel Santiesteban.
Y además, ahí sí soy un poco pesimista, pero creo que podemos convivir por separado sin extrañarnos. No extraño por nada del mundo los eventos literarios a los que me invitaban y eran inaugurados por un funcionario del Partido que no se había leído ni el Granma de ese día. ¿Cómo voy a extrañar a funcionarios como Alexis Triana, Alpidio Alonso o Iroel Sánchez pidiéndome quitar aquel verso o detener la impresión de tal revista o la inclusión de un cuento mío en tal antología –dizque para salvar la patria- y luego vendiéndose como escritores y participando de las ferias del libro de países que invitaban a los escritores e iban ellos como funcionarios?
Lo que viene de la cultura esclava es un amago, no una amenaza. Hablar alto y fuerte y mirando a los ojos ha pasado de moda, y puedes ser tomado como un gritón, pero a mí qué rayos me importa ya.
Cuando no utilizan el silencio sobre cuestiones esenciales, el discurso del odio, la división y el ninguneo (“la Cultura Cubana está sólo en Cuba”, “no se hace una genuina literatura cubana fuera de la isla”, “hay que estar en Cuba para poder escribir sobre Cuba en cubano”) suele ser la tónica de los mensajes que llegan desde algunos colegas en la isla. Sin embargo, he visto que miras con los ojos de la nostalgia, del respeto y el cariño no sólo a muchos que piensan (o se manifiestan) distinto a ti políticamente, sino incluso a otros maestros sobre los que cae la duda de ser marionetas, consentidores o ejecutores directos de la represión. ¿Cómo es tu relación con esos escritores con quienes, una vez, te codeaste en Cuba hasta que decidiste decir lo que pensabas sobre el gobierno?
Compadre, yo respeto el gremio, solo por serlo. Mis colegas en la isla saben cómo pienso y mi nivel de tolerancia, ha sido puesto a prueba de balas. Soy amigo de muchos de ellos desde Oriente hasta La Habana. Me escriben, les respondo, intercambiamos criterios literarios, e incluso con los que se atreven, cuestiones políticas.
El que haya decidido quedarse de ese lado del barracón: felicidades, yo soy un apalencado y no me los puedo echar de enemigos, ellos saben que no lo soy. Leo bastante de lo que se escribe y se hace en Cuba. Voy a lecturas y presentaciones de libros de quienes también publican en la isla y reciben a funcionarios de la UNEAC en Miami, pero no soy yo el que les va a poner la sordina en la oreja.
Ahora, ellos saben que soy crítico con esa socarronería, que seré siempre un impertinente contra esas cosas, lo que nos relaciona es que algunos aceptan que yo tengo derecho a decir lo que creo mi verdad. Sobre el reduccionismo de pensar en que solo lo que se crea allá “dentro” es lo verdadero, eso es demasiado trasnochado para dedicarle una sola frase.
También, al igual que sucedía en Cuba, el exilio cubano en Estados Unidos (y esencialmente en Miami), sin que le importe el mercado, sigue concediéndole a la poesía el valor que siempre ha tenido para los escritores cubanos. En tu caso personal han sido dos editoriales, NeoClub primero y ahora Eriginal Books, quienes han apostado por, cito, “ese ruinoso género que es la poesía” (según otro loco creyente del género: el español Chus Visor). La poesía, el exilio, el valor comercial enfrentado al valor espiritual… ¿cómo ha sido ese entorno en tu caso?
No hay otra patria que no sea la poesía, para decirlo en el lenguaje de los que vamos con el cuchillo en la boca defendiendo al rey de los géneros literarios. ¿Por qué tú crees que un régimen que ha derramado tanta sangre como el castrista metió preso a un tipo tan angelical y efectivo –literariamente- como Jorge Valls? ¿Puede haber mayor crimen que destruir un manuscrito de María Elena Cruz Varela o Reinaldo Arenas? No lo creo. Sigo apostando por la poesía porque exige y da siempre más, y porque paradójicamente ha quedado fuera de los engendros del mercado actual. Miami es un paraíso para la poesía, porque se ha convertido en una tierra de exilios y la pérdida de la tierra que pisaste cuando niño eleva el sufrimiento, pero te da refugio en algo íntimo como la lírica.
Por experiencia sé que el periodismo puede enriquecer al escritor… o destruirle su talento. Todo depende de que se establezca una interrelación que alimente y no una dependencia desigual que aniquile a la parte más débil: el escritor. Quisiera que valoraras que ha cambiado en tu perspectiva de creador el hecho de haber tenido que lanzarte al periodismo independiente en Cuba primero y, ya en el exilio, al trabajo periodístico en ese reconocido conglomerado informativo de radio, televisión y prensa digital que lleva el nombre de nuestro Martí.
A mí lo que ha hecho es enriquecerme, lo escribí hace poco, cuando Radio Martí cumplió 30 años. Escribir todos los días, ya sea proponiendo el tema para un reportaje, ‘arreglando’ un cable de agencia o editando lo que envían desde Cuba, es para mí una escuela, pero ha sido cumplir un sueño. Yo era un oyente clandestino de Radio Martí, hoy soy el entrevistador de gente tan amable como tú, la artista Tania Bruguera o la anónima mujer, madre de un joven preso político en Guantánamo. Eso al final me ha dado velocidad para la prosa que hago, y tengo bien definidos los tramos que separan la prosa de ficción de los testimonios.
Ahora lo que veo con más claridad es algunos problemas que por estar tan cerca me parecían inmensos o fuera de foco, tomar distancia me ha servido para ser más justo en mis juicios.
Me resulta curioso también que luego de una participación activa en la blogósfera cubana hayas trasladado tu accionar a ese fenómeno que es Facebook. ¿Cómo han influido las tecnologías en tu vida personal y profesional?
Facebook es más democrático. Aunque sigo con la bitácora Cruzar las alambradas, mi cuenta de Facebook es más activa, y rápida, me retroalimenta y puedo intercambiar con los lectores en un santiamén. Aquí sigo con mis reglas de privacidad, con la ética de comprobar todo varias veces y cruzar la información entre las distintas fuentes. Hay de todo, como la mala literatura o el cine o televisión, si te entretienes te vas tras la m…
Por otra parte me ha permitido compartir lo que escribo cada día, al instante de haberlo publicado, sin el permiso de nadie para llevarlo al público que yo determino en esa red social.
Nuestro común amigo, el escritor Ángel Santiesteban, en cierta ocasión me dijo que eras “un guajiro sentimental”, y otro querido amigo, el también escritor Rafael Vilches, contándome todo lo que habías tenido que sufrir en Cuba por parte de colegas que te viraron la espalda, me escribió hace un tiempo que era más difícil de comprender ese rechazo porque eras “más corazón que cuerpo”. Todo esto es a propósito para preguntar: ¿poesía y amigos?, ¿poesía y familia: Exilda, tus hijos?, ¿poesía y tu Cuba más íntima?… ¿en qué sentidos crees que se conecten?
Se conectan todos, a veces no sé distinguir si he sufrido más por lo infeliz que son quienes creen que se salvaron dándome la espalda, o estas tres personitas que creo haber salvado del horror y tengo ahora conmigo. Yo soy uno de esos seres privilegiados que entendió que los amigos verdaderos y la familia son la patria. Que Cuba puede ser una mesa compartida entre pocos –porque los otros no se atreven a estar.
La poesía que hago, siempre se conecta con ese sentimiento que tengo hacia los demás: mi mujer, mis hijos y mis amigos. Eso es Cuba, y creo que me sobra para ser feliz.
Máquina para borrar humanidades no será nunca el último libro, me queda claro. ¿En qué nuevo proyecto literario andas ahora?
He compilado los textos de Cruzar las alambradas para darle la oportunidad a los cubanos de la isla que no tienen la posibilidad de leerme en Internet, reuní cuarenta de ellos y me serví de las traducciones que hicieron amigos voluntarios en cinco años de llevar este blog.
Entrevisté a escritores cubanos y a activistas de Derechos Humanos que viven en ese allá donde queda nuestra isla y de eso va otro libro también. Te conté del libro de cuentos y escribo algunas noches un libro de poesías que están hecha a base de preguntas, pero tardaré unos años en publicar, ese es el ritmo que lleva cada texto, cada documento que hago.
Rojas Rosabal presentará "Máquina para borrar humanidades" el viernes 26 de junio en la tertulia "La esquina de las palabras", que conduce el poeta Joaquín Gálvez, en Café Demetrio. 300 Alhambra Cir, Coral Gables 33134. Miami.
Esta entrevista fue publicada originalmente el lunes 15 de junio de 2015, en el portal de Literatura hispanoamericana Otro Lunes, a cargo y por cortesía de Amir Valle.