En los primeros dos meses de vida, Airbnb ofreció 2.000 apartamentos en alquiler en Cuba. El portal permite encontrar con relativa facilidad alojamiento en un país que ha estado mayormente marginado de los sistemas de reserva online a los que están acostumbrados los viajeros.
Si bien Airbnb puede ofrecer una experiencia auténtica y barata, como hace en otros sitios del mundo, hay varias cosas que aquí funcionan de un modo diferente.
Para empezar, la mayoría de los cubanos tienen acceso limitado a internet y puede tomar días recibir la confirmación de una reserva. Los apartamentos, por otro lado, varían en un país donde es difícil conseguir materiales de calidad y mano de obra especializada para embellecer las propiedades, en el que abundan los edificios que se vienen abajo.
Lo positivo de la experiencia es que Airbnb conecta a la gente con el cubano común y corriente y permite ver la vida diaria de cerca.
Conseguí un apartamento por $42 diarios a través de Airbnb en La Habana Vieja, un barrio donde muchos edificios descascarados afuera de las rutas turísticas apenas se mantienen en pie y algunos ya ni tienen techo. Los buzones fueron arrancados. No era un sitio peligroso, solo lúgubre. Se llegaba caminando a muchos sitios turísticos y era fácil encontrar taxis, pero tuve que usar cuatro llaves para llegar a mi habitación.
El departamento era inmaculado, arreglado de modo tal que me recordaba el modesto edificio donde pasé mi infancia en la década de 1960 en Nueva York: Tapetes de encaje, flores de plástico, sillones con fundas. A través de las ventajas abiertas podía escuchar el ladrido de los perros, el llanto de niños y también algún gallo. El aire acondicionado retumbaba, pero funcionaba. En las terrazas vecinas había pájaros enjaulados que trinaban y ropa colgada secándose. En un techo vi conejos enjaulados. Para alimento, me dijeron.
Mi casera vivía en el departamento de al lado. Era una mujer cálida, como la abuela cubana que nunca tuve. Y el desayuno, por el que cobraba $4, era fabuloso: huevos, un plato lleno de mangos y piñas, y un café espresso delicioso con leche tibia.
Tuve curiosidad por ver otra propiedad de Airbnb que no pude conseguir. Su propietaria Majel Reyes aceptó mostrármela. Era mucho más linda que la mía. Recién renovada, moderna, en una calle más bonita. Pero no tenía una vecina capaz de ser mi abuela.
Traté de hacer una primera reserva a través de Airbnb un viernes. Unas 24 horas después recibí un mensaje automático de disculpa porque no había recibido una respuesta.
El sábado por la noche la dueña del departamento, Reyes, me envió un correo electrónico diciéndome que otra persona estaba también interesada y que debía esperar un día para recibir una confirmación. El domingo me dijeron que el departamento no estaba disponible.
El lunes probé fortuna con otro departamento y recibí una confirmación de inmediato. Poco después, Reyes se comunicó de nuevo conmigo, diciéndome que su propiedad estaría disponible ya que el primer interesado había dado marcha atrás. Pero ya era demasiado tarde. Muchos propietarios contratan a intermediarios como Vienna García. "Soy el puente entre propietarios que no tienen acceso a la internet y potenciales inquilinos", dijo García.
Averiguar el estado de una reserva es complicado. Muchas propiedades son ofrecidas a través de distintos portales que no tienen una base de datos común. Las casas particulares consiguen clientes de diferentes maneras: por recomendación, a través de agentes de viaje, mediante carteles en la calle, TripAdvisor o conductores de taxi, que cobran por llevar gente.
Jonathan Ashton, quien anuncia dos propiedades en el centro de La Habana en Airbnb, dice que revisa sus correos electrónicos "todos los días, pero tengo que ir a un centro con internet en un hotel y pagar $4.50 la hora". La gente que ofrece departamentos en Airbnb dice que renovar las propiedades no es sencillo. "Cuesta conseguir materiales", comentó Ashton.
Aquí no hay grandes tiendas con materiales de construcción. Se pueden comprar algunas cosas en ferreterías o en el mercado negro, mientras que otras son traídas del exterior.
Otros viajeros que usaron Airbnb tuvieron experiencias como la mía.
"La ducha funcionaba, el aire acondicionado no", dijo Parag Raja, director ejecutivo del portal de turismo http://travelmore.co/, al describir uno de los dos apartamentos de Airbnb en los que estuvo. En términos generales, indicó, los departamentos eran "un poco anticuados, pero tenían personalidad". No fue fácil comunicarse con los propietarios por la falta de acceso a la internet, "pero uno tiene que ser paciente", manifestó.
De todos modos, dijo, estaba "muy contento" con su experiencia con Airbnb en Cuba porque le "permitió disfrutar de la perspectiva cubana en lugar de ser un turista más".